Читать книгу La niña en la ventana - Natalia S. Samburgo - Страница 7

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Prólogo

Buenos Aires, Argentina. Febrero de 2019.

Aguardó, mientras el tono de llamada se repetía en la línea. Intentaba comunicarse con su madre. Por fin, al cuarto sonido se escuchó el aló del otro lado.

—¡Hola, mamá!

—¡Hola, hijito! ¿Cómo está todo por allá?

—Muy bien. Tengo novedades. Estoy súper feliz.

—Quiero saber ya mismo qué es lo que te tiene tan contento.

—Me dieron el trabajo. Ya estoy en mi puesto desde el lunes. —El muchacho esperó expectante la reacción de su madre.

—¡Oh! ¡Eso es maravilloso! ¿Fuiste al estudio jurídico que les recomendó el tío Aldo? —la mujer se refería a su hermano, quien les había brindado el contacto de un bufete de abogados bastante nuevo que buscaba estudiantes de abogacía, principiantes, para incorporar a su nómina.

—Sí, mamá. Igual no fue fácil. Me hicieron todas las entrevistas correspondientes y, por lo que me enteré, fueron muchos los postulantes.

—¡Bravo, hijo! Felicitaciones... De todas maneras, te pido que no descuides lo otro.

—No. Eso lo maneja muy bien mi hermano. Pero yo necesito este trabajo, para algo estudié —mencionó decepcionado. Su madre siempre se ocupaba de opacar los momentos felices.

—Sí, lo sé, cariño, lo sé. Pero, por favor, no dejes a tu hermano solo. Tiene muchas cosas de las que ocuparse.

—No te preocupes, mamá. Él está muy contento por mí y, además, ya está tramando algo para lograr ventajas desde la posición que yo obtenga en el estudio.

—Ese hombre es un genio. Lo entrené muy bien, parece...

—Bueno... —titubeó el muchacho algo ofendido.

—“Ambos” son mi orgullo —aclaró la mujer alertada por el silencio de su hijo, que dejaba entrever los celos hacia su hermano.

—Gracias. Bueno... quería contarte esta buena noticia.

—Sí, mi amor. Gracias por compartirla conmigo.

—¿Cuándo venís a visitarnos? —consultó el joven, sonando ahora algo melancólico porque extrañaba a su madre.

—Pronto, hijo. En cualquier momento estaré por allí.

—¿Y nosotros para allá? ¿Alguna vez podremos ir? ¿Cómo está papá?

—Él está bien. No vuelvas a preguntar si van a venir a esta ciudad. Sabés muy bien que eso es imposible —dijo la madre de manera delicada, pero con un tono más autoritario.

—Lo sé, pero nunca voy a perder la esperanza de que las cosas cambien.

—Quiero que lo entiendas de una vez por todas: las cosas nunca van a cambiar.

La llamada se cortó.

La niña en la ventana

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