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La universidad

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¿Qué es la universidad? Es una interrogante clave cuya respuesta es determinante para distinguir entre una universidad tradicional y una universidad que reivindica su naturaleza primigenia. La respuesta trillada que prevalece –aunque dicha de diferentes maneras- es que la universidad es una institución de “enseñanza superior” que “forman profesionales” y que, además, “investiga”. Precisamente la prevalencia de este concepto de universidad ha hecho que ella en nuestras sociedades, por regla general, sea vista y tratada como mera institución educativa superior, mellada de su propia naturaleza.

Precisamente el predominio del concepto deformado acerca de la universidad ha hecho que en nuestras sociedades no haya investigación científica, no haya epistemología, no haya producción de la ciencia y tecnología en términos y condiciones que los tiempos actuales emplazan; y hace también posible que sea normal que en la universidad haya una arraigada cultura de “bachillerato automático”.

Las sociedades del siglo XXI y del tercer milenio, sin embargo, demandan la reivindicación del concepto primigenio y ecuménico de universidad. ¿Qué es, entonces, la universidad? La universidad es un centro eminentemente de producción de la Ciencia y Tecnología a través de la Investigación Científica en el contexto de la epistemología; y, sobre esa base –sí y solo sí, sobre esa base-, la universidad forma profesionales de nuevo tipo para el desarrollo.

¿Qué es, al fin y al cabo –y por regla general- la universidad en nuestras sociedades? No es sino un centro de formación de profesionales clonados, de espaldas a la ciencia y tecnología, a la epistemología, alejada de la verdadera investigación científica e inmersa en una cultura de “bachillerato automático”. En tales condiciones, imposible lograr la formación de profesionales competentes para los nuevos tiempos que demandan profesionales de nuevo tipo con altos niveles de empleablidad y formados sostenidamente en el contexto de la ciencia y tecnología. He aquí una de las principales razones por las que, a la par que no se produce ciencia y tecnología en la universidad, existen niveles preocupantes de desempleo y subempleo profesional.

En los actuales tiempos, si las universidades se limitan prioritariamente a “formar profesionales” y solo de manera marginal y formal a la investigación científica, no son universidades propiamente dichas sino pseudo-universidades cuyas características, entre otras, son: fábricas de “profesionales” para el subdesarrollo con metodologías arcaicas de “enseñanza-aprendizaje” con las que los catedráticos “enseñan” y los estudiantes universitarios “aprenden” de espaldas a la investigación científica, no aparecen sostenidamente en el ránking de las mejores universidades del mundo, no tienen patentes y son meramente “cajas de resonancia” o transmisoras de ciencias y tecnologías foráneas con las que se afianza aún más las dependencias, no contribuyen sostenidamente al desarrollo de las sociedades.

En el caso de la universidad peruana es absolutamente posible la reforma siempre que la educación, y dentro de ella la universidad, sean consideradas ejes prioritarios de la política nacional de Estado. La nueva reforma universitaria planteada a través de una nueva Ley Universitaria -aun con todas sus reticencias, vacíos y ambigüedades propias de una sociedad que pretende sacudirse de décadas de “autonomía universitaria” retrógrada, de “bachillerato automático” y de ser tratada como profesionalizante y acientífica-, resulta siendo, sin embargo, una buena señal de que en el Perú se puede construir –a mediano y largo plazo- una nueva y verdadera universidad de base científica y tecnológica, cuyo eje central sea la Investigación Científica, entendida como la producción de la Ciencia y Tecnología a la luz de la epistemología.

En el contexto de todo lo anteriormente establecido, el proceso de reestructuración curricular resulta siendo una imperativa necesidad nacional y un primer paso estratégico para la inserción de la universidad a una órbita de reconversión universitaria. Sin embargo, ni ese primer paso se ha dado aún en la universidad de manera sostenida, pese que han transcurrido ya varios años de la dación de una nueva ley. Es evidente que para pasar gradualmente de una universidad de “bachillerato automático” hacia una universidad que reivindica la investigación científica como labor prioritaria, la reestructuración curricular verdadera -no conatos de ella-, constituya la principal bisagra. La universidad peruana está, pues, inerme frente a las nuevas condiciones de otorgar el grado académico de bachiller, acreditando experiencias en la investigación científica que contribuya a la formación de profesionales de nuevo tipo y de base científica y con altos niveles de empleabilidad que es lo que la construcción de un nuevo y mejor país, demanda.

Ciencia y Tecnología: Ponencias

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