Читать книгу Darren y Pat - Ángel Morancho Saumench - Страница 12
4. Año 1970
ОглавлениеLlegó el año 1970. Darren con sus 33 años ya cumplidos, ella 32, Erin 16, Keanam con 8 y Rowan con cuatro.
En los dos últimos años el movimiento hippie se iba imponiendo en las sociedades occidentales. Con sus drogas degradantes, muy adictivas y consumidas sin descanso, como si fueran siamesas añadidas a un espíritu rompedor y beligerante; la mente no muy ilustrada y casi inocente de Pat se vio invadida por las descripciones de las “licencias” de ese mundo con su desprecio y su rechazo a las convenciones sociales; especialmente a la familia y a las mujeres dedicadas a ser madres y ocuparse de la casa. Le hicieron soñar y cavilar: Pensaba que ella nunca había tenido una vida libre; la libertad para ella no había existido. Siempre madre y ama de casa. Eso, ¿era frustrante para ella? Pues no —se decía poco convencida— y no dejaba de pensar: «¿He sido feliz con Darren? ¡Sí, claro que sí, nadie puede ser más cariñoso que él! ¿Le sigo queriendo? También, sí… y mucho. Pero me falta algo que ni sé ni intuyo qué es».
Esta idea se fue convirtiendo poco a poco en una fijación estimulada por sus lecturas. Además, quiso leer Madame Bovary en francés y le costó muchísimo trabajo, el suficiente para enterarse de su contenido; su autor, Flaubert, es uno de los mejores estilistas de la literatura francesa. Le fue muy bien hacerlo como un aprendizaje intensivo de francés, pero la caprichosa Mme. Bovary no era un modelo para imitar. Pese a ello despertó en ella el vigor y el atractivo del adulterio. No, no es que quisiera ser adúltera, pero sí percibió que hay muchas mujeres que se buscan amantes mientras sobreviven con su marido.
En las vacaciones del año 1970 la familia siguió yendo a Cowes —en la isla de Wight—, como cuando vivía la tía. Darren consiguió que en ese año tuvieran una semana de estancia más sobre lo habitual y quince días para él.
Cowes está en el estuario que forma el río Medina en su desembocadura en el mar tras recorrer ocho kilómetros desde Newport que es la capital de la actividad fabril y comercial de cualquier género en la isla. Cowes era la sede del club náutico más prestigioso inglés, el Royal London Yatch Club; además estaba el local Royal Yacht Squadron Racing Ltd. Competían náuticamente, generalmente en agosto, una distracción más en vacaciones. Solía durar una semana.
Las instituciones católicas, anglicanas, e incluso metodistas, con tanto en común entre ellas, se unieron hacía mucho tiempo para tener un lugar vacacional propio. Tía Ellen y su marido participaron como socios promotores. Una urbanización en la que se respetarían los evangelios del cristianismo. Su nombre: Good Christian. Casi era una urbanización cerrada pues se asentaba sobre un brazo del río, poco antes de incorporarse al estuario del río Medina; aparentaba ser un lago. Se habían construido bungalós y chalés, alguno en propiedad, pero la mayoría estaban en régimen de alquiler. Eran bastante confortables, el mayor inconveniente era que no tenían ni teléfono ni televisión. En una caseta situaron estratégicamente una estafeta de correos, centralita telefónica, información y una conserjería de atención a los residentes; en la urbanización había varias cabinas telefónicas públicas, por los altavoces se llamaba a quien fuera requerido y, con monedas, se podían hacer llamadas al exterior.
Pat y Darren leyeron en un folleto las mejoras que se habían introducido para ese año, el 1970. Eran muchas: se había incrementado notablemente su superficie; se habían construido dos pistas más de tenis y un amplio campo en el que se podía practicar atletismo, balonmano, baloncesto y fútbol; y una piscina de competición de 25 m. En ese primer año, el 1970, la concesión de explotación se la dieron a María, conocida como la Mejicana, con su grupo de cuatro jóvenes: tres chicos y una joven, todos escasamente veinteañeros. María era una gran vendedora; era “la propietaria” pues se la tenía como tal; realmente dependía de un tal Pól Kelly, quien tenía una de sus residencias en esa urbanización. En tres roulotte, a pie de pistas, servían desde bebidas más o menos frescas hasta dulces y bocadillos y atendían las pistas de pago. Sorprendía su diverso merchandising con una gran oferta de manufacturas hippies.