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1. Los Donnelly y los Flynn

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Las familias Donnelly y Flynn son irlandesas con residencia en Dublín. Amantes de lo suyo, muy católicos por tradición, nada singular y muy común en un país tan cristiano como lo era la Irlanda de los años cincuenta del s. XX.

El padre de Pat Flynn era un buen tornero; su amigo Donnelly, padre de Darren, también lo era. Profesiones bien pagadas. Un mal día se enfrentaron entre ellos por una matriz que se había torneado mal. Ambos se echaron las culpas; se enfrentaron en una pelea a puño limpio en la fábrica, lo que supuso que ambos fueran despedidos.

Pero había más; para Kelvin Flynn, Alan Connelly era un irresponsable además de un alcohólico. Alan cortejó y persiguió a la hermana más joven de Kelvin, Maurren, hasta que la conquistó. De ahí surgió el divorcio de los Donnelly y la fuga de Alan a Brasil con la hermana de Kelvin. El resultado fue la gran hostilidad entre los Flynn y los Donnelly.

Buscando empleo, Kelvin Flynn pudo colocarse al oeste de Irlanda, en Galway; preciosa ciudad, pero poco industrial; eran tiempos de crisis muy generalizada tras la guerra mundial. Kelvin tuvo que resignarse a un menor salario por hacer lo mismo. Con mejor contrato consiguió volver a Dublín, aunque con menores ingresos de los que tuvo. Volvió con su hija Pat y sus tres hermanos. Ella había nacido en Dublín, pero se crio en Galway y regresaba a punto de cumplir los dieciséis años, con otra hermana y dos hermanos varones ya nacidos en Galway. Kelvin no se resignaba a odiar solo a Alan, lo extendió a su esposa y a su hijo, a pesar de que los Donnelly bastantes desgracias tenían ya. Ambas familias se culpaban entre sí. Pese a la desaparición de Alan, las relaciones siguieron siendo escasas y muy tirantes entre ellos.

De sus cuatro hijos, los Flynn protegían especialmente a Pat, la mayor. Una niña que ya casi era una preciosa mujer.

Los Donnelly solo tuvieron un hijo, Darren, un chaval avispado e inquieto, algo tímido, aparentemente muy inteligente.

Lo que no pensaron ambas familias es que se iban a unir sin desearlo. De imaginárselo se hubiese incrementado más la enemistad entre ellos, como así fue.

Al regreso de los Flynn a Dublín en 1954, pese a la difícil situación de Brid Donnelly —ya divorciada de su marido y con este en huida—, no quisieron más relación con ella que la religiosa. Tenían claro que su religión debía hacerles respetar a sus hermanos creyentes, pero… no lo practicaron con Brid y su hijo. Les trataban con un profundo desdén cuando se encontraban con ellos; llegaron hasta la demonización de la familia Donnelly ante terceros, sin más pecado que el de ser despreciados por los Flynn por una animadversión solo justificada ante Alan Donnelly, pero no con su mujer e hijo.

Darren y Pat

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