Читать книгу Tabú. El juego prohibido - Nicolás Horacio Manzur - Страница 9

CAPÍTULO 5

Оглавление

Gastón

¿Por qué tuvo que hacerme eso? Quizás me equivoqué al preguntar sobre el pasado de Leandro en clases, pero él también lo había hecho, e intencionalmente. Se encargó de traer a mi mente un recuerdo muy doloroso y sentimientos que me avergonzaban. Un error que quería olvidar.

Detrás de esos ojos azules y de esa encantadora sonrisa, parecía esconderse una especie de demonio que parecía querer acabar conmigo. Si no, ¿qué otra explicación tendría lo que hizo?

Todo fue armado; estaba clarísimo. Su llanto en la escalera debe haber sido una actuación en la que caí como un estúpido. Me convenció para que conociera su mundo y, como una mosca, fui justo a su telaraña. ¿Cómo no me di cuenta? ¿Fui tan ciego como para no ver qué clase de persona es realmente?

Me senté en la cama, apoyando la espalda contra el respaldo. Me había olvidado de bajar la persiana la noche anterior y los rayos del sol comenzaban a entrar.

No quise despertar a Leti, así que me fui hasta el baño para darme una ducha. Quería sacarme la horrible sensación. Mientras me enjabonaba el pelo con champú, rogué al cielo que Leandro se hubiera conformado con lo que había hecho. No quería que siguiera investigando, porque si lo hacía…

Debería borrar mi pasado de alguna manera. Leandro parecía ser capaz de cualquier cosa y, al parecer, contaba con varios métodos para conseguir lo que fuese que quería.

Basta.

Tenía que tranquilizarme, pensar en positivo. Leandro no llegaría a ese extremo.

Dejé que el agua me pegara en el rostro. Me relajé hasta sentir las manos de Leticia en mi pecho y sus besos en mi cuello.

—Estuviste muy caliente anoche…

Giré y la encontré desnuda. Era tan hermosa e inocente. Me mataba tener que ocultarle algunas cosas.

—¿Por qué no repetimos?


Desayunamos en el jardín trasero. El cielo estaba despejado y la temperatura muy agradable. Aunque era verano, el clima no era húmedo ni caluroso.

Vivíamos en un dúplex a veinte minutos de la ciudad. Era del padre de Leticia. Aunque solía alquilarlo, cuando supo que su hija estaba en un departamento de un solo ambiente en medio de Caballito, no les renovó el contrato a los antiguos inquilinos y nos obligó a mudarnos. La idea no me convencía demasiado, pero él quería que su hija viviera cómoda. Mi departamento no era digno.

Una vez casados, nos compraría la casa. En vano había intentado rehusarme a que hiciera semejante gesto. No le importaba lo que yo opinara, su hija era su prioridad.

Leticia salió con una bandeja donde llevaba el desayuno.

Me mimaba mucho; yo no lo merecía.

Empecé por el café cuando el celular sonó. Lo levanté y vi un nuevo mensaje de texto:

Te olvidaste de depositarme

Un escalofrío me recorrió el cuerpo. Borré el mensaje tan rápido como pude y dejé el celular. Tendría que haber contestado, sabía cuál serían las consecuencias si no depositaba el dinero que pedía. Mi carrera llegaría a su fin si hablaba.

—¿Quién era?

—Publicidades.

Todo había comenzado pocos años atrás, en el colegio Sagrado Corazón. Había cometido un terrible error, aunque, ¿qué puede hacer uno cuando el corazón pide que lo sigas? Me di contra la pared y ahora pagaba las consecuencias.

—Sabés bien lo que va a pasar si no me das la guita que quiero —me dijo en mi último día en el colegio—. Soy capaz de contarle a todo el mundo sobre tus preferencias. No volverías a trabajar como docente.

—¿Por qué me hacés esto? ¿Qué te hice?

—Nada. Me divierte. —Se echó a reír—. Vi la oportunidad y la tomé. Quince mil pesos por mes y listo —exigió.

—Es demasiado.

—Vamos. Sé de tus ahorros.

—¿Cómo?

—Tengo mis contactos.

—Me vas a fundir.

—Tendrías que haberlo pensado antes de salir conmigo.

Había pensado que algún día se olvidaría de todo, pero el pasado seguía hostigándome.

Por favor. Dame un respiro. No voy a poder sostener esta situación por mucho más tiempo

Al minuto recibí otro mensaje de texto con una foto comprometedora y un texto:

Esto es lo que voy a hacer viral en los próximos cinco minutos, si no me das la guita

Entré a la aplicación del banco, hice la transferencia y la cerré.

Me alegra que hayas entendido. Estoy pensando en aumentar la cuota. Por la inflación, ¿viste? Abrazos y muchos besos

Tenía ganas de vomitar. ¿Cómo pude haber sido tan estúpido? Hasta ahora, Leticia no se había dado cuenta de la falta de dinero, pero algún día lo haría.

—Mi amor, dejá el celular. Es un día divino como para tener los ojos pegados a una pantalla.

—Sí, tenés razón.

Borré el chat y dejé el celular a un lado. Tenía que detener esto de alguna manera. Pero ¿cómo?

Tabú. El juego prohibido

Подняться наверх