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Aunque la lectura de esta obra podría esclarecer la manera en que utilizo y en algunos casos por qué utilizo conceptos como legitimidad, respaldo y apoyo actitudinales, disposiciones, discursividad, opiniones, propuestas de opinión, creencias y preferencias, intenciones, motivaciones, acción, conducta, comportamiento, intención de voto, ciudadanos ordinarios, mecanismos, micromecanismos, macromecanismos, micro-macro, racionalidad, individualismo metodológico, cognición, conciencia política, viejo régimen, transición, régimen, sistema político y otros más, prefiero hacer un sencillo apunte aclaratorio, del todo preliminar y pragmático, indiferente al recurso de autoridad, sin intenciones polémicas ni conclusivas, con la simple finalidad de facilitar la comprensión del material, estipulando la semántica de mi vocabulario básico, algo así como los sonidos elementales de mi instrumental.

Cuando diga legitimidad nombraré normalmente lo que más adelante llamo legitimidad en sentido estricto: las creencias compartidas por gobernantes y gobernados en el derecho de mando de los primeros y el deber de obediencia de los segundos. Por su parte, cuando mencione respaldo o apoyo actitudinales me referiré tanto a la legitimidad estricta como a otras creencias y disposiciones que favorecen a los gobernantes, como la confianza o el entusiasmo, pero que en el caso de esta investigación implican la popularidad presidencial retrospectiva y prospectiva, así como la satisfacción que el desempeño del régimen produce entre sus gobernados: a estas tres evaluaciones, también les he llamado legitimidad en sentido amplio.

En este trabajo, actitudes, creencias, opiniones, propuestas de opinión, disposiciones y discursividad son virtualmente sinónimos. Estoy consciente, como lo expondré en los capítulos siguientes, que entre unas y otras hay diferencias analíticas que sirven como señas de identidad de distintas tradiciones teóricas y refieren la consistencia y multidimensionalidad de lo dicho, por lo que aclaro que la manera más precisa de entenderlas es como propuestas de opinión en los términos de Zaller, pero advirtiendo que hay propuestas más consistentes, duraderas o multidimensionales —afectivas, cognoscitivas, normativas— y otras más fugaces, inconsistentes y unidimensionales, en el mismo continuo que va de la sólida actitud a la efímera propuesta de opinión. La misma tensión, en cuanto a semejanza y distinción, aplicaría para los términos conducta, comportamiento y acción; es decir, consciente de sus diferencias, los utilizo como sinónimos, pero el sentido que les imprimo es el de acción, de acuerdo con la obra de Weber. Por el contrario, aunque entre motivaciones, preferencias e intenciones existen distinciones de grado que preciso más adelante, en general las empleo de manera diferenciada: las motivaciones como motores típicos ideales de la acción y las preferencias e intenciones prácticamente como sinónimos, aunque no lo sean, que asocian la reflexividad del actor a la direccionalidad de su acción. En la relación entre discursividad y conducta —nótese, conforme a lo apuntado, que bien pude decir opiniones y acciones— la intención de voto es un ejemplo de actitud —opinión, disposición, propuesta de opinión— en tanto que el voto lo es de conducta.

La frase ciudadanos ordinarios fue la manera no original —las tradiciones auxilian, diría Alexander— de referir al conjunto de los gobernados en la ciudad de México, fueran o no ciudadanos y fueran más o menos ordinarios o no lo fueran del todo. Como se advertirá, este concepto lo utilicé como sinónimo de adultos, pobladores de 18 años y más, a veces incluso —en el extremo de la laxitud— como votantes, pero el sentido que realmente tiene es el de individuos de 18 años y más que viven en el D.F., voten o no, estén o no empadronados, sean ciudadanos con credencial de elector o sin ésta.

La racionalidad se usa como el mecanismo —o micromecanismo— eje de la investigación; un eje, sin embargo, sui géneris, pues lo debilito con otras formas de cognición, como los atajos informativos o las corazonadas y considerando motivaciones más allá del autointerés. Además, los ciudadanos ordinarios pueden estar, como decía Downs, racionalmente desinformados de política y funcionar a la perfección en este ámbito, por lo que utilizo el concepto de conciencia política de Zaller, entendido como el conjunto de saberes y prácticas políticas que los individuos tienen. En la lógica de los mecanismos, el individualismo metodológico postula que explicar es bajar al nivel inferior de agregación, por lo que asume la inexistencia de los macromecanismos sociales, pues al identificar al agente activo mediante las relaciones individuo-individuo, individuo-sociedad, sociedad-individuo e incluso fenómenos intraindividuales pero nunca el nexo sociedad-sociedad —en tanto que ésta es una abstracción— emplea los términos micromecanismo y mecanismo, para enfatizar las propiedades atómicas o moleculares, según sea el caso, de la explicación. En esta lógica, la concatenación de mecanismos será la forma de establecer el vínculo micro-macro, entendiendo a la primera como la dimensión individual e interaccional de la vida social, y a la segunda como los estados sociales que la dimensión micro genera pero no agota.

Por viejo régimen entiendo el arreglo político institucional con el que se reguló la disputa, el acceso y ejercicio del poder en el México posrevolucionario, al menos de la década de 1930 a la de 1970, y que en el escenario electoral tuvo como rasgo distintivo la celebración de elecciones regulares, sin la existencia de un dispositivo legal e institucional que permitiera que fueran de veras competidas. Por transición denoto el proceso de cambio político gradual y pacífico, que transforma un régimen en otro, sin que haya ruptura institucional y que se caracteriza en especial por los altos niveles de incertidumbre en las reglas vigentes. En México, el viejo régimen liberalizó parcial y limitadamente su sistema electoral en 1977, ofreciendo las condiciones institucionales en que se procesaría la transición política, que en la arena electoral consistió en la integración de los dispositivos necesarios para celebrar elecciones democráticas y cuya culminación fue la ley electoral de 1996, bajo la cual se realizaron las elecciones federales de 1997, en que el pri perdió el control unificado de las cámaras del Congreso de la Unión y el prd ganó la jefatura de Gobierno del D.F., así como las de 2000, en que el pan ganó la Presidencia de la República, el prd repitió en el gobierno de la ciudad de México y el pri, su condición de minoría más grande en la Cámara de Diputados federal.

Finalmente, cuando escribo régimen entenderé las reglas escritas que regulan la lucha, las formas de acceso y el ejercicio del poder político, algo semejante al orden formal de Weber. Y cuando menciono sistema, incluyo al régimen más los arreglos informales, tácitos o explícitos, convencionales o prácticamente aceptados, en torno a las maneras de lucha, el acceso y la permanencia en el poder, en una configuración semejante al orden convencional weberiano. En esta lógica, la transición mexicana puede entenderse como el largo proceso en que las diferencias entre el régimen y el sistema políticos, propias del viejo orden, en especial en la arena electoral, se redujeron en favor de las definiciones democráticas, viejas y nuevas, tanto del viejo como del naciente régimen político.

Legitimidad en disputa

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