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Mecanismos y explicación
ОглавлениеEl trazo general que orientó mi búsqueda fue la idea, semejante a mi juicio en Weber y Popper, de que el problema fundamental de la sociología es “explicar y comprender los acontecimientos en términos de acciones humanas y situaciones sociales” (Popper, 1997: 164), lo que me condujo, en razón de mis propias inquietudes, a focalizar mi trabajo en las creencias asociadas a las acciones de los individuos. De forma quizás apriorística, como Alexander sostiene que lo hacen los practicantes de todas las tradiciones, me inclinaba por centrar mi trabajo en el individuo, pero la legitimidad me sugería entidades de pensamiento y ánimo colectivo, productoras de sujetos antes que generadas por actores. A la postre, la explicación mediante mecanismos me permitió combinar mis inclinaciones por las versiones débiles del individualismo metodológico y la teoría de la elección racional con la forma colectiva en que las creencias en la legitimidad se presentan, integrando una lectura crítica del modelo causal y del tipo de análisis estadístico dominante.
La explicación por mecanismos recoge la forma general del modelo de cobertura legal de Hempel que, de acuerdo con Popper, en sociología implica que la descripción de la situación equivale a las condiciones iniciales, en tanto que la representación de las situaciones sociales típicas a los modelos (Popper, 1997). Quienes promueven la explicación por mecanismos asumen que los enunciados legaliformes constituyen objetivos de la ciencia social, pero señalan dificultades y fallos que les conducen a aceptar la indeterminación y a conceder a la narrativa, es decir, a las descripciones densas, la función de goznes entre acontecimientos (Elster, 2002). Esta propuesta no proviene ni es exclusiva de la ciencia social: para el pionero en la investigación del código genético, la biología no cuenta con nada parecido a las leyes generales de la física, sino con “leyes como las de la genética mendeliana” que son “amplias generalizaciones con significativas excepciones”, por lo que recurre a “mecanismos construidos con componentes químicos que son frecuentemente modificados por otros posteriores, mecanismos que se suman a los anteriores” (Moscovici, 2003: 27).
Según Gudmund Hernes (1998), en ciencias sociales los mecanismos son construcciones intelectuales en que actores semejantes a los del mundo real producen, a través de su interacción, efectos que no les son inherentes en lo individual y que también simulan al mundo real. Para Coleman, los mecanismos dan cuenta de la manera en que los macroestados sociales influyen en el comportamiento individual —mecanismos situacionales—, para luego explicar cómo los individuos los asimilan —mecanismos de formación de la acción— y, por último, cómo el número de personas y la forma en que participan de una acción e interacción generan nuevos macroestados —mecanismos transformacionales. Esta trayectoria involucra tres tipos: los macro-micro que son el contexto de la acción, los micro-micro que forman la acción y los micro-macro que transforman la situación. En los dos primeros, el actor es un individuo singular que experimenta internamente los mecanismos; en el tercero figuran distintos actores cuyos mecanismos son externos a ellos. Gambetta ofrece una definición de los dos primeros al decir que se trata de “modelos hipotético-causales que proporcionan sentido al comportamiento individual, cuya forma es dadas ciertas condiciones K, un agente hará X por el mecanismo M con probabilidad P”, en tanto que Schelling define los del tercer tipo como “hipótesis plausibles que pueden explicar un fenómeno social en términos de interacción entre individuos o entre individuos y algún agregado social”(Hedstrøm y Swedberg, 1998: 22-23).
Los partidarios de la explicación mediante mecanismos reconocen en la teoría de la elección racional parsimonia, elegancia, potencia y a veces certeza, pero el supuesto de monomotivación de la acción, es decir, la identificación de un solo mecanismo de vinculación entre eventos individuales limita innecesariamente el horizonte de mira, empobreciendo el análisis, por lo que identifican motivaciones, creencias y preferencias individuales diversas. Para Boudon, el postulado de racionalidad en su interpretación utilitaria es demasiado estrecho para la sociología y propone a cambio un modelo cognoscitivo de racionalidad que considera conocimientos y valores de los agentes. Pero la cognición y los valores no son las únicas opciones a la racionalidad utilitaria como motivación de la acción (Boudon, 1998). Por ejemplo, Elster propone tomar en cuenta las emociones, Hedstrøm argumenta en favor de la imitación racional y Axelrod sustituye el cálculo racional por el tit for tat e introduce una “amplia variedad de mecanismos que pueden sustentar las normas, incluyendo las metanormas, el predominio, la internalización, la disuasión, la demostración social, la membresía, la ley y la reputación” (Axelrod, 2004: 63). En este trabajo, por ejemplo, parto de la racionalidad para inmediatamente después debilitarla, pluralizando los supuestos cognoscitivos y motivacionales de las creencias individuales.
De las prácticas corrientes en el análisis estadístico, la explicación por mecanismos critica el inductivismo y la creciente ausencia de teoría. Sørensen argumentó que en la actualidad, la sociología cuantitativa “está menos informada teóricamente”, por lo que sus progresos “son menos relevantes que hace tres décadas”, pues reemplaza el ajuste teórico de los modelos con el ajuste estadístico y desplaza el análisis del vínculo de sentido entre acciones y agentes, al de coeficientes. A esta investigación, orientada a estimar la influencia causal de las variables ambientales e individuales como determinantes de la conducta, Coleman la llamó conductualismo individualista. Por su parte, Stinchcombe sugería que el sociólogo con dificultades para pensar al menos tres historias alternativas de una misma correlación debía escoger otra profesión, advirtiendo el riesgo experimentado por sociólogos cuantitativistas de usar el lenguaje de los mecanismos de manera retórica (Sørensen, 1998: 238). Desde la psicología social, Moscovici también ha defendido una solución semejante: las teorías no deben esperar falsificación o verificación, “sino aspirar a la fertilidad como único criterio” de calidad, suscribiendo la idea de Festinger de que demasiado énfasis en la precisión estadística “puede llevar a investigaciones estériles” (Moscovici, 2003: 27, 23).
Este trabajo navega en las aguas de los tres tipos de mecanismos referidos, pues la legitimidad de una figura política es un macroestado social que, sin embargo, sólo existe en los individuos, quienes en sus maneras de recibir y expresar discursiva y conductualmente la influencia del macroestado, lo re-producen y re-configuran, en una espiral cuyo principio y fin sólo tienen existencia y sentido analíticos. A la vez, si como sostiene Hernes, la explicación por mecanismos no agota las elecciones teóricas, pues la combinación individuo-situación admite atribuciones más o menos estáticas o dinámicas a los actores y disímbolos niveles de determinación estructural, en mi trabajo supondré que el activismo de los individuos y su determinación estructural varían en función de la situación y las percepciones e importancia individual que le atribuyan. Con la heurística de los mecanismos, aspiro a describir las creencias en la legitimidad del sistema político mexicano, la presidencia y el pri entre los pobladores adultos del D.F. de 1995 a 1997, así como a explicar los orígenes y las consecuencias de estas creencias sobre el cambio que experimentó el régimen político en esos años, así como la legitimidad estricta del presidente Vicente Fox en el último año de su mandato y de Felipe Calderón en el primero.