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TERCERA El modelo de la extracción de los recursos naturales que viene de la colonización es uno de los principales responsables de nuestro deterioro ambiental
ОглавлениеPara poder entender de dónde nació la minería ilegal y la expansión agrícola ilegal en Colombia sólo hay que mirar nuestra historia y nuestra economía extractiva que inició en la colonización. La colonización y la Conquista de Colombia creó la forma de pensar que podemos ganarnos la vida de una manera rápida y al azar utilizando los recursos renovables y no renovables que ofrece la geografía. Posiblemente uno de los grandes ejemplos de este comportamiento se vio cuando el conquistador y abogado Gonzalo Jiménez de Quesada se aventuró, con quinientos hombres, hacía el interior de Colombia en busca de «El Dorado», su objetivo era descubrir ese lugar mítico donde podría encontrar la bonanza de oro5. Jiménez de Quesada derrotó a Tisquesusa en Bogotá, y conquistó a los muiscas en Tunja apoderándose de grandes cantidades de oro6. Insatisfechos con sus conquistas, los españoles se dedicaron a perseguir al zipa de los Tisquesusa, a quien mataron accidentalmente en una batalla, toda vez que lo querían torturar para saber dónde estaba el resto del oro; su remplazo sufrió ese mismo destino7.
Esta fiebre por el oro sigue presente en la sociedad colombiana. «El extractivismo se nos quedó en la cabeza, sobre todo el extractivismo destructivo porque podemos extraer minerales del suelo y recursos de distinto tipo, siempre y cuando implementemos medidas compensatorias y de manejo», argumenta la doctora Brigitte Baptiste. La bióloga explica que tenemos una mentalidad muy asociada al mito de El Dorado en donde creemos que podemos hacernos ricos por obra del azar.
Esa mentalidad de extraer los recursos sin importar el costo socioecológico fue reforzado con la industrialización. Durante el siglo XIX y comienzos del siglo XX el desarrollo era asociado a la destrucción de la naturaleza y la occidentalización de los indígenas y de comunidades afrocolombianas. En 1928 el expresidente Laureano Gómez en su conferencia, «Interrogantes sobre el progreso de Colombia», ilustró este pensamiento:
La tragedia de nuestros recursos naturales se revela del hecho de que, en este país abrumado por la selva, cubierto de millones de millones de árboles primitivos, cuando se necesitan millares de traviesas de ferrocarril o unos pilotes para una modesta estacada, hay que importarlos de Norteamérica o substituirlos por hierro, también importadas8.
El líder conservador así describía un paisaje salvaje cuyo único propósito era el de convertirse en una nación industrial domada por el ser humano y libre de vegetación. Gómez en ese mismo texto describe a la selva y a las vastas praderas como un lugar «inútil, hueco» poblado por «salvajes vagabundos atormentados por el terror»9. Desde el imaginario de Gómez, Colombia, con la excepción de la Sabana de Bogotá, tenía una densa vegetación y condiciones climatológicas que han servido como «obstáculo» para el desarrollo de la República.
Está visión retrógrada del desarrollo y del imaginario de los indígenas no es única de Laureano Gómez. Margarita Serje en su texto, El revés de la nación: territorios salvajes, fronteras y tierras de nadie, describe cómo historiadores españoles, políticos criollos e intelectuales explicaron que los males de la patria, particularmente la violencia, derivaban del supuesto hecho de que «nuestros ancestros aborígenes eran sanguinarios y atroces»10.