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Caracterización de la familia colombiana actual Familia vallecaucana y de la Costa Pacífica

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Es importante dar una mirada histórico cultural a la región con el ánimo de obtener una mejor comprensión de la realidad de las familias vallecaucanas y de la Costa Pacífica. Motta-González (2005), directora del Centro de Estudios de Género, Mujer y Sociedad de la Universidad del Valle, presentó de manera magistral la construcción de la identidad vallecaucana partiendo de cómo la inmigración ha sido un fenómeno social determinante, que deviene en una identidad social fuertemente híbrida, construida desde la articulación cultural de lo hispano, lo indiano y lo africano.

En relación con la familia, mientras en las élites de propietarios predominó la familia nuclear, entre los campesinos era más común la familia extensa. El modelo de familia española era el que se estaba imponiendo, con una fuerte tradición católica, en la que el padre era la autoridad y se procuraba evitar el mestizaje.

Entre los indígenas, las uniones buscaban preservar el tejido social, por lo que la voluntad individual estaba supeditada a este. Solían ser polígamos y el indígena se podía casar con las hermanas de su esposa (sororato). El papel de la mujer era muy importante entre los indígenas, pero fue invisibilizado por los españoles, quienes lo redujeron casi que exclusivamente a la procreación. Por otra parte, la contribución de la cultura africana a la sociedad vallecaucana se centró en los grupos familiares, principalmente la familia extensa, y una estructura social matrifocal (Motta-González, 2005).

Sumada a estos orígenes pluriétnicos está la colonización paisa a mediados del siglo xix y hasta las primeras décadas del siglo xx, que tuvo un significativo efecto económico y cultural, sobre todo en la región occidental del río Cauca, con tradiciones basadas en la propiedad, la familia, la religiosidad y el comercio,

[…] el ethos cultural con relación a la virilidad masculina y la feminidad se sustentó en la paternidad y la maternidad, por tanto, el mayor número de hijos representaba simbólicamente la fuerza de trabajo familiar para construir riqueza y ofrendas para Dios y su Iglesia. (Motta-González, 2005, p. 15)

Con esta breve reseña y para referirse a la investigación que sobre la familia se ha desarrollado en la región vallecaucana y de la Costa Pacífica, resulta obligatorio revisar el trabajo del grupo de investigación Cultura y Desarrollo Humano de la Universidad del Valle, específicamente en la línea de investigación en “Familia y Cultura” liderada por María Cristina Tenorio, quien desde la última década del siglo pasado ha venido indagando en sectores populares y comunidades afrocolombianas los patrones y prácticas culturales y entorno simbólico de la familia, que inciden en la dinámica de la pareja y en el desarrollo social y afectivo de los niños (Tenorio, 1999).

Diversas investigaciones han permitido evidenciar que el diagrama que suele utilizarse para representar la familia, al estar basado en un modelo canónico, no representa la variedad de modelos familiares reales. Todo ello indica la importancia de analizar las distintas organizaciones familiares, teniendo en cuenta no solamente los estratos, sino las tradiciones culturales de los distintos grupos étnicos (López, 2006), en contra de ciertas apuestas universalizantes de la tradición psicológica. Por eso Tenorio (1999) afirma que no es posible hablar de una mentalidad de los afrocolombianos y que esta varía según las condiciones de vida. No todas las comunidades piensan y actúan de la misma forma respecto a la crianza y las costumbres articuladas alrededor de la familia.

A pesar de ello ha sido una constante observar en la región y en el resto del país, que la crianza de los hijos a fines del siglo xx distaba ya mucho de las tradiciones ancestrales y comenzaba a combinarse con los aportes de la modernidad (Tenorio y Orozco, 1996), de modo que se han ido modificando con las nuevas influencias culturales, por ejemplo, en el ejercicio de la autoridad en las familias (Torres-Castaño, 1999).

Según Tenorio (1999), en el Valle del Cauca la población afrocolombiana ha estado vinculada al campo, por el trabajo en las haciendas de caña de azúcar, y al litoral del Pacífico, como consecuencia de la explotación de las orillas de los ríos y las costas. En 1991, Lemos y Rodríguez (1991) se percataron de que los niños negros en su mayoría se mostraban más independientes que los niños blancos y realizaron una investigación en el bajo San Juan (departamento del Chocó), con el fin de indagar los elementos que incidían en la constitución de la psiquis del niño negro.

Posteriormente, Cucalón y Martínez (1993) se interesaron por indagar el ejercicio de la paternidad y la maternidad en una población de familias negras de la misma región. Según parece, buena parte de las personas que atendían en consulta no poseían claridad sobre los roles paterno y materno de sus progenitores, ni lograban ubicarse claramente al interior de su familia o de su genealogía. Una de las conclusiones más importantes de dicho estudio es el reconocimiento de la diversidad en el ejercicio de la paternidad y la maternidad, y que dichas representaciones son un producto social y cultural que adquiere matices de acuerdo con las condiciones socioeconómicas e ideológicas del momento. Asimismo, que las tradiciones y creencias de los padres y el lugar que le dan al niño afectan las prácticas parentales.

En algunas de las comunidades afrocolombianas objeto de estudio se encuentran, entre muchas tradiciones, creencias ancestrales relativas al embarazo, el parto y el uso de prácticas mágicas para el manejo de los conflictos de pareja (Cucalón y Martínez, 1993; Delgado, Calvache, del Cairo, Bedoya y Tabares, 2006; Tenorio, 1999) y el tipo de organización social: familias extensas, con predominancia de la figura de la madre —aunque haya un padre— y los fuertes lazos familiares y comunitarios que ligan a todos los pobladores.

Se insiste en que los hijos varones aprendan el oficio del padre (trabajar la madera, cultivar, pescar, etc.) y las niñas aprendan las tareas de la madre (lavar la ropa, cocinar, cuidar a los niños, etc.). Sin embargo, al llegar a la adolescencia, los varones migran a las grandes ciudades para buscar oportunidades y las mujeres son enviadas por sus padres donde otros familiares a trabajar como empleadas domésticas, con la motivación implícita de conseguir una pareja (marido) y que logren organizarse (Tenorio, 1999). En este sentido, la migración acontece como el sueño de muchos chicos y chicas habitantes de la Costa Pacífica, ya sea como polizones (ellos) o como “italianas” (ellas)1.

De acuerdo con Tenorio (1999), todo parece indicar que la masificación de los medios de comunicación y las nuevas tecnologías han ido transformando los modelos de relación tradicional de las comunidades afrocolombianas, particularmente por el trabajo de sus mujeres en el servicio doméstico, donde tienen la oportunidad de incorporar las nuevas prácticas de crianza que imponen los modelos modernos.

Ante la precariedad de las condiciones de vida en buena parte de estas comunidades, la crianza se torna dura y los niños deben aprender a cuidarse solos desde temprana edad. Aunque en la cultura afro la maternidad se considera una manera en que la mujer es reconocida como adulta, los hijos implican más trabajo y preocupación porque no se poseen los medios o recursos suficientes para alimentarlos, sobre todo si se tiene en cuenta la existencia de varios hijos para madres muy jóvenes y la ausencia de apoyo afectivo y económico por parte de la figura del padre. Hay una constante queja de las madres por la falta de autoridad de los padres o porque no se responsabilizan de la formación de los hijos, teniendo que recurrir a las abuelas para que asuman la crianza, mientras la madre trabaja (Tenorio, 1999).

Frente a estos nuevos modelos de crianza, algunas comunidades entran en conflicto con la tradición. Así los padres no busquen establecer relaciones con sus hijos basadas en el temor sino en el amor, los discursos contemporáneos sobre la educación democrática los confunden. En este sentido, un alto porcentaje de las madres dicen ser malgeniadas e irascibles, pues con gran facilidad se enojan y castigan, desconociendo una funcionalidad correctiva. Indican que no quisieran pegarles a los hijos, pero que no saben cómo corregirlos ni cómo imponer las normas. Y los papás evidencian la ambivalencia entre ser amigos de sus hijos y conservar su autoridad (Tenorio, 1999).

En general, las transformaciones de la familia se han venido estudiando en la región, esencialmente en lo que respecta a las familias recompuestas (Díaz-Rico, 2002) y al fenómeno de la migración (Ramírez-Martínez, 2014). Se intenta comprender las funciones parentales que se desempeñan en las familias recompuestas de un grupo de mujeres de estrato socioeconómico bajo de la ciudad de Cali, indagando la forma como asumen y distribuyen dichas funciones, tomando en cuenta que las estadísticas muestran un índice importante de abandono de responsabilidades parentales en tales familias. En el caso de las denominadas familias trasnacionales, se analiza el soporte que brinda el uso de las nuevas tecnologías en la cotidianidad y continuidad de las relaciones familiares y afectivas.

Adolescencia y familia

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