Читать книгу El 68 en el cine mexicano - Olga Rodríguez Cruz - Страница 14

Francisco Gaytán

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La participación que tuve en el movimiento del 68 ocurrió cuando era estudiante en el CUEC. Una particularidad que me arrastró al movimiento fue el no tener trabajo, y el tener coche. Primero fui contador público y tenía un trabajito que consistía en llevar una contabilidad, que me daba dinero para la gasolina, mi café, el cine, etcétera, pero antes de eso había dejado el CUEC e hice un viaje largo. Y cuando regresé, reanudé mis estudios. Vi el principio de las primeras reuniones después del pleito de los estudiantes del Poli con los de la Universidad; presencié las primeras manifestaciones que hubo, y que quería manipular la Federación Estudiantil Universitaria (FEU), pero que por supuesto fue inmediatamente rebasada por la gente y eliminada la manipulación, por los estudiantes que no la aceptaron. Después, un primo mío que estudiaba en arquitectura, revoltoso, que vivía en Tepito, estuvo dentro de la preparatoria cuando sucedió el bazucazo.12 Ese día pasé, de camino a Tepito, pues entonces vivía ahí, y vi el bolón de gente en Justo Sierra. Me detuve, le pregunté a un policía y me dijo que los estudiantes se habían atrincherado y les habían disparado un bazucazo. Desde ese momento me fui involucrando política, anímica e intelectualmente, por lo que entré de lleno al movimiento. Me llamó la atención el activismo, considero a la actividad política, junto con el amor, las actividades más altas que puede realizar o sentir el ser humano. Me involucré ciegamente porque tuve la edad, el poder, la capacidad física y económica para hacerlo. Entonces tenía veintitantos años.

Cuando sucedió lo del 68 estaba en el segundo año del CUEC, casi pasaba a tercero. Posteriormente empezó la huelga, y Leobardo López fue llamado para ser nuestro representante en el Consejo Nacional de Huelga (CNH). Leobardo López era un individuo increíblemente inteligente y carismático, tanto que le apodaron El Cuec, no era Leobardo, él era El Cuec. Entonces, fungió como nuestro guía, además nos juntamos varias personas que disponíamos de tiempo, porque la escuela, el CUEC, tenía la característica en esa época de que casi todos los que habíamos ingresado teníamos otra profesión, y al tener otra profesión, vivíamos de ella; ya éramos adultos. Pero tuve la fortuna de no tener trabajo y pude dedicar todo mi tiempo al movimiento. Me gustaba mucho la fotografía fija. Habíamos tenido unas clases de laboratorio con el maestro Reynoso. Existía el plan para poner un laboratorio de foto fija en el CUEC, lo cual era absolutamente indispensable para el conocimiento profundo de la imagen fotográfica, y podría decir que de la imagen cinematográfica también. Como yo estaba mucho tiempo en el CUEC, el profesor Reynoso, quien junto con otros manejaba ese proyecto, me recomendó para que fuera el que iniciara ahí los trabajos de la organización del laboratorio de foto fija. Hay una gran cantidad de imágenes fijas que registraron el movimiento y que se utilizaron en El grito, y otras que están en negativos y positivos. Éstas se encuentran en la biblioteca de la filmoteca. Existen varios materiales de mi autoría. Varios estudiantes participamos activamente. Uno de los fotógrafos que participaron en el movimiento fue Roberto Sánchez.

Hay una foto que aparece en El grito, en donde se encuentra un muchacho parado sobre unas cosas enfrente de un mercado y está hablando al público. Esa foto es mía, la tomé en el mercado Martínez de la Torre, en la colonia Guerrero. Entonces había brigadas, unas de información al público y otras de proselitismo; queríamos estar junto con el pueblo, con el público. Con el muchacho que está retratado en esa foto nos pusimos de acuerdo, él no era del CUEC sino de la facultad de Filosofía y Letras o algo así, yo iba como registrador de las imágenes. Fuimos a ese mercado, como a muchos otros. Ahí, mientras él hablaba, toda la gente refractaria y medio espantada lo miraba. Se subió a una de las planchas del mercado en donde los puestos eran de cemento. Recuerdo muy bien que la gente no entendía por qué el filósofo le hablaba de marxismo puro. Pero la imagen fue muy buena, tanto así que Leobardo la escogió en la edición de la película. Por cierto, esa foto no la tengo, yo no me quedé con nada; esas fotos las tiene la filmoteca, lo entregué todo al centro de documentación. Puede ser que esté ahí o no sé si se extravió; mucho de eso se perdió, el negativo original de El grito está perdido, eso es algo que no se ha dicho.

Personalmente pienso que El grito es un documento que registró cronológicamente el movimiento del 68. Afortunadamente el CUEC fue nombrado como depositario de la memoria de imagen de este acontecimiento; el CNH le encargó este trabajo a Leobardo. Por supuesto, como nuestro representante, aceptó y fue comunicado al estudiantado del CUEC, y lo aceptamos. Algo que nunca se ha dicho, es que la bendita universidad nos permitió hacer este registro, ¿en qué sentido? Todo cuesta dinero. Entonces, todo lo que filmábamos del movimiento tenía que revelarse, y eso cuesta. Lo entregábamos al CUEC y la escuela lo mandaba a revelar al laboratorio. Sabíamos que esos materiales eran ya conocidos por la policía y que iban a ser buscados y secuestrados. Por eso es que se dice que se cuidaba mucho el negativo, porque es la matriz, sin eso no hay película. Pero además aquí existía el temor válido de que la Procuraduría sabía de la filmación, varias veces fue asaltado el CUEC en la madrugada para buscar los negativos, pero nunca los dejamos ahí, siempre fueron guardados en casas diferentes. Para eso funcionaron bien las casas de Roberto, de Leobardo… Aunque yo nunca guardé en mi casa ninguno de esos materiales.

Fuimos registrando el movimiento del 68 con las cámaras del CUEC. Íbamos a las juntas y ahí se distribuían los quehaceres. Claro que había personas que estábamos más tiempo ahí, inclusive dormíamos a veces ahí. Pudimos registrar escenas tan importantes como la de los vendedores del mercado que fueron maltratados por la policía y que vinieron en busca de nosotros para que los apoyáramos. Fuimos a la delegación de policía y ahí estaban gritándole a éstos y al ministerio público, debido a la agresión que sufrieron. Por cierto en El grito aparece una mujer que está enseñando los moretones a estos funcionarios; fue ahí donde obtuvimos esa toma. Yo les había dicho que eso lo podíamos registrar cuando se fuera a hacer la denuncia y dijeron que sí. Tomé mi carrito y me fui al CUEC, le avisé a Leobardo, etcétera, y así fue como se logró filmar esta secuencia.

Cabe señalar que el director del CUEC, Manuel González Casanova, desempeñó un papel muy importante con los estudiantes; nos apoyó muchísimo, estuvo de acuerdo de que los estudiantes tomáramos posesión del edificio, del equipo, de los materiales. Sin embargo, el director tenía que firmar y autorizar para llevar los materiales a revelar al laboratorio y que después pasaran a cobro; por eso digo que la llamo la bendita universidad, sin eso no se hubiera podido hacer la película, gracias a ello pudimos seguir filmando.

En lo que concierne al revelado del material, el encargado de llevarlo era Sebas, creo que así le decíamos. Él era intendente de la filmoteca del CUEC y llevaba el material a los laboratorios, a Filmolaboratorio, que ya no existe. Respecto al negativo original, nunca nos dimos a la tarea de buscarlo bien, de ir hasta sus últimas consecuencias. Yo tuve la obligación de buscar ese negativo, nadie me dijo «búscalo», pero era una de mis obligaciones como curador de la filmoteca; así como fue mi obligación buscar todos los negativos de todas las películas mexicanas. Cuando se hizo la primera restauración, por ahí de los años 2006, 2007, hubo la necesidad del negativo original y sabíamos que no existía, siempre habíamos trabajado con un duplicado negativo. Es por eso que digo que no lo buscamos bien. El editor de El grito fue Ramón Aupart, a quien en ese momento Leobardo introdujo en el ámbito universitario. Ramón era un ayudante de edición profesional que trabajaba en los Estudios Churubusco, pero pues lo veíamos trabajando con Leobardo todas las tardes y las noches.

En cuanto al estreno de la película El grito, cuando estuvo terminada por Leobardo, no se exhibió con todas las de la ley; el maestro Manuel González Casanova no quiso que se presentara como por un año, aproximadamente. Su argumento era que El grito era la primera producción del CUEC y no quería que fuera contestataria, denunciante del movimiento, porque además iba a ser peligroso para la estabilidad del CUEC. Le preocupaba la imagen política de la escuela.

Sin embargo, Guillermo Palafox tuvo una participación esencial en la muestra; se robó la primera copia, yo creo que de la filmoteca del CUEC, se la llevó a los laboratorios Querétaro. Yo tuve una íntima amistad de trabajo y personal con el dueño y laboratorista, el señor Alejandro Chavira. Palafox le llevó la copia e hizo un internegativo, con el que sacaron muchas copias. Palafox era un trabajador incansable, extraordinario; hizo una enorme propaganda y publicidad en la Universidad Nacional para el estreno. También consiguió exhibir El grito en todos los cineclubes universitarios, lugares en donde los muchachos querían hacer la revolución. De esta manera, se mostró este documental masivamente en toda la universidad, además de otros lugares; fue un éxito absoluto, un éxito rotundo en ese momento. Nunca lo platiqué con Leobardo ni con nadie, pero deben haber estado contentísimos de que pasara eso, y probablemente también hasta González Casanova. Este acto le costó la expulsión del CUEC a Guillermo Palafox; el Consejo Técnico de la escuela no podría permitir ese tipo de situación. Yo era parte de ese Consejo y me abstuve de votar.

En esta historia, Palafox es un antihéroe, al menos para el Consejo y para González Casanova, pero él estaba en su papel y fue un héroe de la libertad para dar a conocer ese documento. La verdad, nunca supe cómo consiguió el dinero para todo eso, ya que una copia en aquel momento no podía costar menos de mil pesos; debe haber hecho veinte o treinta copias. Estaba tan bien organizado todo, que una copia se exhibió aquí y esa misma copia se iba para acá y para allá, etcétera. La cuestión es que se las ingenió e hizo muy buena publicidad acerca del documental; había carteles pegados en las paredes, se las ingenió perfectamente cómo debe de ser si alguien quiere hacer una cosa efectiva y eficaz. Cabe destacar que es un hito dentro de la Universidad que haya ocurrido esa especie de censura, pero la realidad se impuso, porque el que quiere hacer las cosas las hace, y Palafox lo quiso hacer; se cubrió de gloria y se ganó la expulsión, pero eso no importa si realmente quieres ser cineasta, como lo fue él.

Antes del movimiento no sentía que era necesario un cambio social o político, pero el 68 me dio esa conciencia, esa sensibilidad que adquirí en el movimiento estudiantil y después de trabajar con una efervescencia que solamente se siente cuando hay peligro; si no lo hay, puede haber todo un sentimiento creativo e innovador, pero con peligro se acrecienta. Yo no estuve en la Plaza de las Tres Culturas, porque acababa de salir de la cárcel; fui apresado en Ciudad Universitaria, por unos soldados. Esto fue porque se iba a filmar un protocolo de ayuda a los campesinos de Topilejo, ya que tenían sus quejas y problemas políticos por la tierra y pidieron ayuda al CNH. Me ofrecí a hacer el registro. Ya tenía la cámara y la película, la filmación estaba programada aproximadamente para las seis de la tarde.

Cuando llegué a Ciudad Universitaria, ya estaba tomada; por ahí en la gasolinera se encontraban soldados, se veían las tanquetas y ya no se podía pasar. Yo llevaba mi morral con la cámara, la saqué y empecé a filmar los movimientos; se veía cómo caminaban las tropas, por ahí estaban unos estudiantes gritándoles «hijos de la chingada, sálganse…» Yo estaba filmando eso, pero de repente se oyó el andar de los motores de las tanquetas, y algo como una sirena; las tanquetas se salieron de Ciudad Universitaria. Entonces corrí y me subí a mi vocho y dejé de filmar. Había otro coche, también de estudiantes, huyendo, pero nos faltó habilidad; no realicé la maniobra que pude haber hecho, para irme por avenida Universidad. La tanqueta nos rebasó y al coche de adelante lo deshizo por la parte de enfrente. Ante esto, tuve que detenerme, tomé mi cámara para bajarme, pero llegó un soldado, que me dijo: «Métete». Y lo hice; me di cuenta de que estaba vencido, pasaron a todos los muchachos del otro coche y a mí me bajaron, con todo y cámara. Me introdujeron a Ciudad Universitaria; ya estaba preso, y ahí estuve toda esa noche, pero como no era de los que habían agarrado en las facultades, fueron a dejarme a donde estaban los camiones que se llaman comandos; en donde estaba el coronel que dirigió la operación. Ahí me tuvieron. Ya como a las 12 de la noche, llegaron autobuses de pasajeros, nos pusieron a uno o dos policías y nos llevaron a Tlaxcoac, que es el edificio donde estaba el Servicio Secreto. Posteriormente nos llevaron al sótano, en donde se encontraban las crujías de detención, a todos los estudiantes, empleados universitarios, algún profesor etcétera. Pero no nos pusieron juntos, no nos revolvieron con los delincuentes comunes.

Estuve detenido tres días, 72 horas, y para salir, el proceso fue que hicieron una lista, un primer registro, en donde iba tu nombre, tu dirección, etcétera. Sin experiencia, yo di mi nombre y mi dirección particular. Cuando me quitaron la cámara, pensé: «no, aquí tengo todo», pasó por mi mente que iban a revelar esa película, verían que estaba en el movimiento, y no me convenía. Quise sacar la película y velarla, pero uno de los de los cuidadores le dijo al ministerio público: «mire, cuidado, porque está haciendo algo ahí con la cámara». Total, me quitaron la cámara y la película.

Estuvimos en una crujía puros estudiantes, empleados universitarios; no había mujeres, éramos puros hombres. Seguramente a las mujeres las llevaron a otro lugar. Dos veces nos pasaron a interrogatorio. Unos señores fueron muy corteses en el ministerio público, nos tomaban otra vez los datos, los verificaban, nos preguntaban por qué habíamos estado ahí. Entonces yo les dije toda la neta: «yo estoy aquí porque soy del pueblo y vengo a registrar». Al final de los tres días, a las 72 horas, no vieron en mí un peligro y me dejaron salir. A la salida de la procuraduría nos pusieron a todos en un salón grande y nos comentaron que el gobierno no estaba haciendo mal, que estaban defendiendo las libertades, etcétera, pero que nosotros estábamos faltando a todo eso, agrediendo a todo, y que pues ya no veían que fuéramos un peligro para el Estado. Nos advirtieron que la próxima vez ya no iba a ser igual. Todo esto sucedió tres días antes del 2 de octubre. Cuando llegué a mi casa, obviamente mis padres estaban conmocionados, pero sabían bien que ya era un adulto de 25 años. Posteriormente, se anunció el 2 de octubre. Sin embargo, mi mamá me pidió: «No vayas a ir, se puede poner feo», a lo que contesté: «Sí mamá, está bien».

Yo vivía en la primera cerrada de Rivero, una calle que parte del Eje 1 Oriente, Avenida del Trabajo y que va hasta Peralvillo; es una de las entradas al barrio de Tepito. Desde mi casa, de repente empecé a oír: «¡pac, pac, pac!»; se oían los disparos. Y al rato aquello era espantoso, por la cantidad de balazos que se oían. Después empezaron a pasar los camiones con granaderos, cerca de la calle de Rivero, porque por ahí van derechito a Peralvillo. Mi primo que era estudiante de arquitectura y que estuvo en el bazucazo me dijo: «Oye vamos a organizarnos», porque ahí pasaban los camiones, pero ya no quise involucrarme más, no fui a Peralvillo, me quedé en mi casa. Así fue como me salvé de no ir, estuve en todas las manifestaciones, tuve mucha suerte. Así fue como confiscaron ese material, que lamentablemente no pudo aparecer en la película.

El movimiento del 68 dio las bases para todo este cambio político que ha ocurido en México; la libertad de expresión es ahora una cosa seria, que inclusive está francamente amenazada. Es a partir del 68 que empezó realmente a saberse y a creer que sí teníamos libertad de expresión, que sí podía existir, y existió.

Por cierto, al material llamado «Estrellas sobre Acapulco», fui yo quien le puso ese nombre. Ese material llegó a la filmoteca, no recuerdo bien, creo que iba a haber un aniversario, y ese material lo trajo un amigo de Iván; él lo filmó y nos lo dejó. Dura apenas unos segundos en 16 mm, no tiene muy buen foco, etcétera. Nos lo entregó, nos lo regaló para la filmoteca y en ese momento nos dijo también que lo cuidáramos y no lo hiciéramos muy público, porque había peligro, etcétera. Una forma que tenemos los archivistas de guardar las cosas es ponerles un nombre que no tenga nada que ver con el tema, por lo que le puse «Estrellas sobre Acapulco». Eso se utilizó para algún documental y está en muchos documentales, porque es 16 milímetros color. Se ve el espacio de Tlatelolco, los caídos, los soldados, etcétera. Las tomas que venían en ese material son apenas 20 o 30 segundos, en los que se plasmó la matanza y una escena de la plaza de las Tres Culturas. Seguramente existen por ahí otros materiales, pero, ¿en dónde están? Los tiene la gente en su casa. ¿En dónde están las horas y las horas que tomamos todos en esa época?, no se sabe, no los tiene la filmoteca, ni el CUEC.

Todos los materiales que tenía el CUEC, por ley universitaria, por acuerdo deben pasar a su resguardo en la filmoteca, y nos han entregado todo, pero no ha venido nada de eso. Los materiales que no se utilizaron suman varias horas, deben sumar unas diez horas. Se filmó mucho, prácticamente no había restricción y no se sabe dónde está. Una toma que pudo haber sido la mejor, es cuando estaba la gente en el Zócalo y de repente llegan los policías, es una toma muy parecida a una que existe de octubre en Rusia, que está la gente aquí, el pueblo, y llegan los policías corriendo. Esa toma yo la hice, desde un departamento de un amigo, que vivía en la calle de Guatemala. Fui, lo saludé, le pedí permiso de filmar. Llevaba la peor cámara, una Bolex. Por el ansia, el nerviosismo y la falta de experiencia, empecé a filmar y se metió en el campo visual una torreta, una cosa de metal; era una toma fantástica, pero como se metía esa pieza no se filmó.

En relación con el tema del 68 y cómo el cine nacional ha abordado este tema, creo que lo ha hecho muy pobremente. En la película de Jorge Fons se ve reflejado el 2 de octubre, pero no el movimiento Nacional del 68. Los documentales son los que más se aproximan a lo que vivimos; están los materiales de Carlos Mendoza y Oscar Menéndez. El grito fue realmente, durante 15 o 20 años, lo único que dijo algo, que mostró algo. Ya posteriormente han ido saliendo escenas que no están en este último documental y son consideradas como valiosas, porque muestran la violencia que hubo. Ahora hay mucha información y debería de incidir sobre la verdad histórica que ya se tiene, que ya se sabe. Un documental en donde se hable de que Díaz Ordaz ordenó el 2 de octubre, no Luis Echeverría; él estaba ahí esperando su momento nada más, pero todo eso lo ordenó Díaz Ordaz, con el Estado Mayor Presidencial. No hay la menor duda, porque además lo dijeron y él lo creía firmemente. La idea de culpar a Echeverría de esto fue en primer lugar porque está vivo; en segundo lugar, porque siempre fue una figura odiada. A él hay que cargarle el 10 de junio de 1971, eso sí ya fue cosa de él, pero todo lo demás lo hizo bajo órdenes estrictas de Díaz Ordaz.

Es así que considero importante el rescatar la memoria histórica a través del filme, tanto en documental como en ficción, sobre todo para nuestros jóvenes; porque el material que hay da para mucho más, ya que del tema del 68 puede hacerse toda una serie, acerca de cómo era el país antes del 68, qué pasaba con el Poli, la Universidad, cómo vivía; cómo sentía, como sentíamos los estudiantes la vida. También es importante recuperar la memoria histórica de ese momento, porque todos los pueblos tienen ese derecho, porque eso crea una nacionalidad más justa: debemos ir a las raíces y a la verdad, para que podamos exigirle a los políticos que tengan otro comportamiento. Ahora nos damos cuenta de que la diferencia entre los partidos políticos es mínima, lo importante es la honestidad. Imaginémonos un PAN honesto, un PRI honesto, un Morena honesto; todos honestos. No seríamos lo que somos; estamos en una debacle, en un país corrupto. Aquí va a ocurrir una crisis, aquí no tenemos controles. Los gobiernos priistas dejaron deterioro. Tengo la edad suficiente para recordar cómo vivía en cierto momento de mi niñez y cómo viven las personas con el mismo patrón de vida: ahora tienen menos de lo que yo tenía. Era hijo de un obrero; podía ir al cine o me llevaban al cine, dos o tres veces por semana, comía de lo mejor, siempre; no tenía grandes ropas, ni grandes cosas, así, ni teníamos coche, ni nada, pero vivíamos muy sanamente. Podíamos aspirar a ser mejores trabajando y estudiando. En cambio, ahora, no. El movimiento del 68 nos dio herramientas, bases, sentimientos para conocer mejor la realidad, pero tal vez fue tardío, porque no detuvo el deterioro que ha tenido el país.

El 68 en el cine mexicano

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