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La mesa contra el hambre

Que el hambre es un problema estructural en Argentina es evidente hasta para cualquier viajero inadvertido que, llegado a Ezeiza, entre a la ciudad de Buenos Aires por la autopista Ricchieri. En menos de quince minutos, las casillas miserables y el hacinamiento informan que la pobreza no es un fenómeno fugaz y que tardará mucho más en erradicarse que el largo tiempo que le llevó instalarse.

En estas circunstancias, las jugadas de marketing son no solo inconducentes, sino también contraproducentes. Es un “como si” se hiciera algo mientras las causas profundas quedan ahí y se profundizan aún más. Se trata de un placebo para las buenas conciencias que se felicitan por estar del lado correcto y se van a sus casas después de la foto. Los pobres seguirán con hambre, pero ese no parece ser el problema.

El último simulacro concebido por el gobierno del presidente Coso en su inquebrantable lucha contra la pobreza se llamó la Mesa contra el Hambre. Merece un recorrido.

La sexta cuerda desafinada de Jorge Drexler

Hasta las tres y media de la mañana se había quedado el candidato Coso con Jorge Drexler dale que dale a la guitarrita en la embajada uruguaya en Madrid. En embelesada nota, el 5 de septiembre de 2019 Clarín contaba que Alberto Coso le pedía a un encandilado Drexler consejos para tocar “Milonga paraguaya”, que a él no le salía, pobre, porque no se daba cuenta de que tenía la sexta cuerda afinada en mi, y Drexler, en si.

Este es un simple ejemplo de cómo trataba la prensa al candidato Coso en septiembre, mientras trataba de disimular un simpático video que se vio más en redes que en los “medios hegemónicos”, en el que Coso empujaba a un señor mayor en un bar hasta hacerlo caer al piso. Amiguitos, si no lo vieron es porque mucho mucho en la tele no se difundió. Se les habrá pasado por alto.

Fue durante aquel viaje a Madrid, cuando los loquillos de Podemos organizaron una visita de Coso al Parlamento Español, que Martín Caparrós le pidió una nota al candidato peronista. Y fue charlando en un bar que el escritor de los bigotes le regaló al milonguero argentino su libro El hambre. ¡Para qué!

Alberto tuvo una epifanía. Parece que entonces, por primera vez, pensó en el hambre, no como un “¡uy, las cuatro de la tarde y me pica el bagre!”, no, más bien pensamiento Miss Mundo style: “¿Cómo puede ser que en el planeta, con tanta comida, haya gente que pasa hambre?”. Como diría meses después, ya como presidente en Casa Rosada, con su particular gramática: “El hambre hay un momento en que se convierte en un tema estadístico, el hambre es algo que todos padecimos un ratito, pero no nos hemos puesto a pensar lo que significa pasarlo siempre al problema del hambre”.

Lo dicho: nunca había pensado en el asunto. Por suerte se encontró con Caparrós. Si se hubiera encontrado con García Márquez, quien tal vez le regalara El coronel no tiene quien le escriba, se hubiera puesto a pensar en la incomunicación en los altos mandos del ejército, pero no, le regalaron El hambre y dijo: “¡Eureka! ¡El hambre es urgente! ¡El hambre es lo peor que hay! ¡El hambre es Macri, claro!”. Y eso tenía que resultarle evidente a todo el mundo. ¡Vamos a combatir el hambre! ¡Pucha! ¡Cómo no se nos ocurrió antes! ¿Qué hay que hacer para combatir el hambre? Bueno, no sé, pero lo primero es que hay que decirlo. Así que volvió de Madrid sabiendo tocar “Milonga paraguaya”, porque afinó la sexta en si, y con el temita este del hambre en la cabeza.

La revolución del amor

Esto se convirtió en tema de campaña. “No hay tiempo para pensar desde el día en que asumamos, hay que pensar ya en el día cero”, decían en el equipo del candidato Coso y ponían cara de pensar en el hambre. Con las cifras revoleadas por la Universidad Católica Argentina (uca) —que en diciembre de 2019 llegó a proclamar que la pobreza era del 40,8%, remarcando que el porcentaje dejado por Mauricio Macri era el más alto en la década, pero tuvo que desdecirse cuando el Instituto Nacional de Estadística y Censos (indec) mostró que era del 32%—, el hambre pasó a ser la nueva gran cosa de la que ocuparse. Además, ¿quién va a estar a favor del hambre? Nadie. A todo el mundo le gusta comer.

El 7 de octubre, en plena campaña electoral, en la Facultad de Agronomía —los espacios físicos de las facultades nacionales se usaron como plataforma de lanzamiento del Frente de Todos; si para tal cosa hacía falta suspender clases, se suspendían— se presentó la idea, anunciando que la puesta en marcha del Consejo Federal de Argentina contra el Hambre iba a ser una de las prioridades del próximo gobierno, que el candidato Coso ya daba por descontado que sería él.

Lo primero que se hizo fue llamar a famosos. Siempre los famosos son los que más saben de todas las cosas. El primer convocado debía ser el más famoso y se convirtió en una de las patas fundamentales, el extiragoma Marcelo Tinelli, que se sumó encantado: “Me comprometí a integrar a los argentinos a una mesa, a darle de comer a la gente, a hacer una revolución desde el amor”. Para el presidente Coso era un activo a favor: “Asumió el compromiso de difundir el problema en su programa, que es de los más vistos. Está buenísimo que use su programa para contarles a los argentinos qué es lo que tenemos que hacer”. Claro, porque ¿qué mejor contexto para hablar de hambre, miseria, indigencia y responsabilidad ciudadana que un show donde parejas mediáticas hacen como que bailan y desafinan delante de un jurado de descascaradas glorias de la farándula vernácula subidas a un ego descomunal? “Comiendo por un sueño” no es mal nombre.

Con tanto amor, ¿quién iba a decir que no? Y ahí fueron en alegre montón todos los integrantes de la primera reunión: Agustín Salvia (Observatorio de la Deuda Social Argentina de la uca, el del dato “equivocado” de la pobreza), Sonia Alesso (ctera), Héctor Daer (cgt), Esteban Castro (ctep), Eduardo López (ute), Estela de Carlotto (Abuelas de Plaza de Mayo), Adolfo Pérez Esquivel (Premio Nobel de la Paz), monseñor Carlos Tissera (Cáritas), el empresario Daniel Funes de Rioja (uia-copal), José Martins (Bolsa de Cereales), Roberto Baradel (cta), Isaack Rudnik (isepci), Jaime Perczyk (Universidad Nacional de Hurlingham), Victoria Tolosa Paz (esposa de quien le prestaba el bulín de Puerto Madero al presidente Coso), Edgardo Depetri, Carlos Achettoni (Federación Agraria), Bernardo Affranchino (aciera), Dardo Chiesa (cra), Antonio Aracre (Syngenta), José Luis Tedesco (Aapresid), Pablo Narvaja (Pastoral Social), Gustavo Idigoras (exportadores de cereales ciara-cec), Gustavo Vera (ong La Alameda), el en ese momento “potencial” jefe de Gabinete Santiago Cafiero, Mario Cafiero, Gabriel Yedlin (ministro de Desarrollo de Tucumán), la cocinera Narda Lepes, Vilma Ibarra, la diseñadora María Cher, Vanesa Defranceschi, la esposa del hijo de Ernestina Herrera de Noble de Clarín (quien ya se había mostrado en los festejos del 27 de octubre, cuando el presidente Coso ganó las elecciones), Juan Vasco Martínez (asu), Luis Galli (Newsan), Rosario Altgelt (ceo de Latam) y, claro, Martín Caparrós, que fue el que regaló aquel libro.

Es cierto que los mal intencionados de siempre criticaron el Porsche con el que Marcelo Tinelli llegó a las oficinas de la calle Encarnación Ezcurra en Puerto Madero, el barrio más carísimo de Buenos Aires. Tan mala es la gente que rápidamente, por la patente del Porsche Cayenne, sacaron que tenía solo en la ciudad 38.000 pesos en multas impagas, una de ellas por estacionar en lugar reservado para discapacitados. Era de esperar que el discapacitado no tuviera hambre, hubiera sido el colmo. No se puede ser bueno. También criticaron la sonrisa de María Cher, a quien exempleados acusaron públicamente en las redes: “Miles de horas extras nunca pagadas, me hacían mentirle a la afip, mayoría de sus empleados terminaron con juicios laborales, no hacía los aportes! Trato pésimo a los empleados, AHORA quiere un país mejor?”. Por suerte, estaba Jorge Rial, que si bien no había sido invitado, se hacía cargo de las críticas y tuiteó: “Por lo menos intentan ir contra el hambre, no aumentarlo como los ricos que se van”.

Sin preocuparse por las críticas, Tinelli, exultante, enfrentó a los periodistas que lo esperaban a la salida de las oficinas del 7° piso, afirmando: “Espero que esto sirva para terminar con la grieta en la Argentina”.

Así finalizaba la primera reunión de la Mesa contra el Hambre.

Tarjeteando

Comenzaron regalando plata del Estado, que es la primera idea que se le ocurre a alguien que se encuentra de golpe con dinero y pobres. El plan constaba de tres pasos. Lo urgente, tarjeta “inteligente” que se sumaba a la Asignación Universal por Hijo (auh) para todas las madres en “situación de pobreza” con niños menores de 6 años. El segundo paso sería, más tarde, la creación de una canasta básica de alimentos acordada con los empresarios, o sea, “arremanguémonos y hagan ustedes el esfuerzo, que ya de alguna manera se lo voy a compensar”. El tercer paso, más estructural, o sea, para “algún momento indefinido del futuro”, la puesta en marcha de programas de infraestructura para garantizar agua potable y soluciones habitacionales.

El 22 de diciembre de 2019, el presidente Coso abría las puertas de la Casa Rosada a la segunda reunión de la Mesa contra el Hambre. Arroyo era ya ministro, y se sumaba una histórica amiga de administrar fondos para que los pobres coman, la famosa líder del grupo Chiche Duhalde y las Manzaneras.

Entre las recomendaciones de los asistentes a la primera reunión, hubo una, de Narda Lepes, que se le quedó pegada a fuego al presidente: “Todo lo comestible no es alimento”. En este segundo encuentro, Fernández dio un discurso en el que usó su habitual gramática personal con definiciones tajantes, muy útiles a la hora de llenar la mesa de los argentinos: “Yo miro mucho a Marcelo, miro mucho a Narda. Nosotros tenemos dos emblemas enormes, emblemas morales en Estela y en Adolfo, pero personas como Narda y Marcelo pueden ayudarnos mucho a poner este tema en la conciencia social, y por eso son tan importantes”.

Según anticipó Natalia Vaccarezza en BaeNegocios el 18 de diciembre citando a “fuentes oficiales”: “No habrá presentación oficial ni con Fernández ni con Arroyo. Es poco serio. No vamos a mostrar cómo se le entregue una tarjeta a una persona con hambre. No vamos a hacer un show con los pobres”. El artículo periodístico profundizaba: “La aclaración desmiente rumores de que el plan sería presentado en la ciudad entrerriana de Concordia”. Fue raro, porque eso precisamente ocurrió al día siguiente de la publicación de la nota. Dos días antes de la segunda reunión, los funcionarios ya se habían sacado fotos entregando tarjetas en Concordia en un show con los pobres. Nadie es perfecto.

Pensaban entregar las tarjetas en febrero, pero el hambre, todo el mundo sabe, no espera, así que antes de la segunda reunión la bendición estatal ya se había derramado en forma de 7.500 tarjetas con una carga mensual de 4.000 a 6.000 pesos entre beneficiarias de la auh con hijos menores a 6 años en… Concordia y poniendo las caruchis salvadoras, tal cual se había anticipado que no iba a ocurrir.

Imaginen el asombro de las embarazadas de Concordia cuando vieron llegar con la tarjeta salvadora a Juan Coso Zabaleta. Que aparecieran el ministro de Desarrollo, Daniel Coso Arroyo, el gobernador de Entre Ríos, Gustavo Coso Bordet, el intendente de Concordia, Enrique Coso Cresto, vaya y pase. Pero ¿el intendente de Hurlingham? Claro, un día antes Zabaleta había declarado: “El día que no duela que un pibe no morfe tenés que irte a tu casa”. Se ve que ese día no le dolió y se fue no solo de Hurlingham, sino incluso de la provincia de Buenos Aires, a poner cara de Papá Noel con dinero de los contribuyentes a Entre Ríos.

A los pocos días, Concepción del Uruguay y otras ciudades entrerrianas recibieron también la visita del hada salvadora, Victoria Cosa Paz, que revoleó 2.406 tarjetas de la alegría. No fuera cosa que los beneficiarios no unieran la tarjeta con la cara de algún demagogo.

El hambre entrerriano no podía esperar.

Mientras Malena Coso de Coso ponía su mejor cara de Malena Coso de Coso repartiendo tarjetas en Tigre, provincia de Buenos Aires, con muchas cámaras alrededor, en Salta, un lugar donde desde 1983 gobernó el peronismo, los nenes wichís morían de hambre.

Temporada de nenitos muertos

Al momento en que a Zabaleta le dolían “los pibes que no morfaban”, ya habían muerto siete chicos por desnutrición en el Chaco Salteño, y otros veintiséis estaban internados por malnutrición. El principal problema no era la ingesta de alimentos industrializados que tanto preocupaba a Narda Lepes, no eran las aguas saborizadas ni las hamburguesas con chédar.

No.

Era algo más sencillo.

La falta de agua, una cuestión que el peronismo aún no le resolvió a esa parte de la Argentina. Si todos los esfuerzos de la mesa de los más solidarios del país se hubiesen puesto en ese punto donde el hambre es real, quizás esos niños no hubieran muerto. Pero la ministra de Salud de Salta, ante la vergüenza de los siete chicos wichís muertos de hambre, tranquilizó: “No es de ahora que los chicos mueren en esta época del año”, comparando la vida de los nenes con la temporada de espárragos.

En ese momento, connotados connacionales integrantes de la publicitada mesa no hicieron declaraciones sobre las muertes. Eso sí, Narda Lepes se condolió públicamente en redes por la muerte de su hornito eléctrico, y Juan Carr publicaba a diario noticias sobre los afectados del coronavirus en China, que no sirvieron de nada, porque el gobierno no tomó medidas en ese momento.

Los prestigios vienen cada vez más biodegradables.

Las cosas se pondrían peor en poco tiempo.

Para el 31 de marzo, ya había dieciocho muertos entre bebés y niños, según contó el cacique Modesto Rojas, quien además acusó al presidente Coso y al ministro Coso Arroyo por ocultar información sobre la muerte de dos niños y una anciana: “La provincia y la nación están ausentes. Arroyo recorrió parte de Santa Victoria, pero aquí en Tartagal no ha recorrido”, dijo en un video que se hizo viral.

Quizá sea el momento de fijarse en los detalles. ¿Qué hizo la política? ¿Qué hizo el Estado por la gente que vive en las condiciones de pobreza extrema del norte argentino? Generalmente, se dice que se trata de “una deuda de la democracia”, maravillosa manera de no decir nada. Habrá que recordar que Tartagal fue coto de caza privado de Sergio “el Oso” Leavy, intendente de la localidad con pedido de juicio político por la desaparición del dinero que llegó al lugar para la reconstrucción de lo perdido por el alud de 2009. En aquella oportunidad, la entonces presidente Cristina Coso de Kirchner llegó a la ciudad y se indignó por la pobreza. ¡Pucha!

Lo cierto es que Leavy es el hombre fuerte de la zona. Hoy es uno de los senadores levantamanos en cualquier cosa que la presidenta-vice proponga en el Senado y es el padrino del instantáneamente famoso diputado chupateta Juan Ameri.

Todos ellos son responsables del hambre wichí.

Son las caras que hay que ponerle a “la deuda de la demo-

cracia”.

A la inanición histórica del Chaco Salteño, se le sumó la cuarentena y, con ella, la prohibición de hacer changas. Por la cuarentena, hubo 2.400 detenciones en Salta. Es que, sin recibir la mínima ayuda del Estado, a pesar de la prohibición, los padres wichís debían seguir saliendo a conseguir algo de comida para sus hijos. “Si quieren que estemos en la casa, ellos que traigan algo de comida”, dijo el cacique con una lógica que no se sabe si fue escuchada por María Cher y sus empleadas maltratadas.

Modesto Rojas, cacique de la comunidad Kilómetro 5 “Fwolit”, fue claro sobre el ministro de Desarrollo Coso de la nación: “Daniel Arroyo a veces viene con el ‘cirquito’ […] él hace como si fuera una política, pero es un paseo nada más: no está trayendo las soluciones”. El gobernador de Salta, Gustavo Coso Sáenz, no se salvó de las palabras del cacique: “No quiso escuchar la inquietud nuestra. Pasó como con el señor Arroyo, que tampoco quiso escucharnos”.

Rojas explicó que se va a quedar tranquilo “cuando ellos como funcionarios públicos vean la situación, que vean cómo articular el trabajo para las comunidades, de formar fuentes de trabajo. Lo único que queremos son las herramientas para trabajar y capacitaciones para quienes las necesiten”.

Y hay más.

A fines de febrero de 2020, el cacique Isidro Segundo le contó a Radio Gráfica, de Salta, que los funcionarios nacionales y provinciales “están haciendo las recorridas, están utilizando el nombre de las comunidades diciendo que hay ayuda para las comunidades, pero yo como dirigente no la estoy viendo. No hay nada para las comunidades todavía. No hay solución”. Rojas dijo además: “Yo desconozco lo que ellos informan. Ellos ‘tiran’ el informe ‘de que llevan agua potable, de que llevan comida’. Absolutamente, lo desconozco. Los funcionarios traen el ‘bolsoncito’ que tiene siete cositas nada más. Esa no es la solución para las comunidades”.

Se ve que el cacique no tiene televisión y no se ha enterado de que a muchos funcionarios les es más fácil revolear bolsos que admitir el mérito del trabajo.

10, 8, 7 pozos

Hay que reconocer que Marcelo Tinelli intentó una ayuda concreta.

En febrero, después de escuchar por teléfono las lágrimas del gobernador salteño, se comprometió a hacer pozos de agua. El 13 de febrero de 2020, el gobernador Gustavo Coso Sáenz tuiteó, feliz, su agradecimiento: “Gracias @cuervotinelli y a un grupo de empresarios que construirán 10 pozos de agua en las zonas más críticas. Empieza a hacerse realidad el sueño, de vivir en un país más justo, solidario y federal. No es uno contra todos, JUNTOS vamos a salir adelante”, y agregó tres emoticones cual quinceañera fan de Katy Perry.

No explicó el gobernador por qué hubo que esperar que una celebrity se sensibilizara para cumplir una obligación básica del Estado. El tuit era una gran muestra de incompetencia estatal, pero Coso Sáenz estaba chocho con sus emojis.

El 11 de marzo, un mes después de la declaración urgente del anuncio de los diez pozos, y para mostrar que la cosa iba en serio, Tinelli apareció en Salta. Por supuesto, no estaba solo; allí pusieron la cara Victoria Cosa Paz, Marcelo Mindlin (Pampa Energía), Guillermo Nielsen (ypf), Eduardo Kronberg (Toyota), el gobernador Sáenz y, al fondo, el intendente de Santa Victoria Este, Rogelio Nerón.

Recién bajaditos del avión, todos muy contentos se sacaron la foto, para que nadie pensara que era un show con los pobres, y firmaron el acta de compromiso por el cual el plazo de ejecución de los ocho pozos serían seis meses. Sí, ocho pozos. Dos quedaron en el camino. También hablaron de “cambiar la historia”, porque por menos no me tomo un avión hasta Salta.

Entonces vino la cuarentena, y quizá por acceder a información privilegiada Tinelli pudo tomarse un avión privado justo unas horas antes de que nada se pudiese mover en el país para instalarse en su mansión soñada de 850 metros cuadrados en el Campo Trafipán, con lago y todo, en Esquel. A mitad de abril, se pidió otro avión privado, porque el pibe de Glovo no llegaba hasta allá. Él asegura que desde Buenos Aires le mandaron medicamentos para su hija en un vuelo privado que solo salió 11.800 dólares.

En ese momento, según la revista Noticias, entre el 6 de marzo y el 27 de abril Tinelli libró 78 cheques sin fondos por un total de 32.852.520 pesos, y en dos de sus empresas la situación todavía era más crítica.

Volvió a Buenos Aires, la opinión pública cada vez lo trataba peor, pero tuvo una buena noticia para contar.

El 13 de mayo, tuiteó: “Para mí hoy es un día de profunda emoción y alegría. Esta mañana comenzamos las obras de perforación del segundo de los siete pozos de agua potable que nos comprometimos construir para los pueblos Wichis en Salta”, acompañado de un video donde los trabajadores le mostraban la perforación y le agradecían. Sí, siete pozos.

En febrero eran diez, en marzo eran ocho y en mayo eran siete. Tres meses antes de la fecha prevista para la finalización de los pozos, recién iban a comenzar el segundo. A finales de septiembre, no hay noticias de los demás pozos, ni de cuántos serán, ni de si están ya en funcionamiento los primeros. Por lo pronto, las obras planeadas eran, según analistas de la zona, superficiales, con bastante concentración de arsénico en el agua —el viejo problema—, ya que los de agua dulce y buena están debajo de los 120 metros, en líneas generales, y son bastante más costosos.

En medio de todas estas vicisitudes, Tinelli apareció en un documento secreto de la Unidad de Inteligencia Financiera del Tesoro de los Estados Unidos por utilizar una sociedad off shore para girar dinero a ese país. Una pena que los lobos de Wall Street no supieran que lo único que le interesa a Marcelo es hacer seis pozos de agua para los wichís.

Jubilados hambrientos

Si de verdad el interés era el hambre, hubiera sido interesante no darles los jubilados un mazazo histórico como el que recibieron unos días antes, el 14 de febrero de 2020. Ese golpe no pudo disimularse ni con el enorme poder de fuego mediático puesto en marcha para hacer creer que un ajuste brutal a los haberes de 16.500 pesos en adelante fue en realidad un “aumento”.

Por una horrible ley del gobierno neoliberal de los ceo desalmados que por suerte terminó en diciembre de 2019 con una pobreza del 6.000%, según el papa; una ley que hizo famoso al Gordo Mortero; una ley que sufrió 14 toneladas de piedras y los forcejeos de los legisladores peronistas peleando contra la policía, a todos los jubilados les correspondía un 11,56% de aumento. Pero privilegiando el decreto presidencial de Coso por encima de la ley, quienes cobraban 16.500 pesos recibieron un 11,39% de aumento, y a los que percibían haberes superiores a esos 16.500 pesos les aplicaron escalas descendentes hasta llegar a incrementos de solo un 3,6%. Es increíble que hayan podido presentar eso como un “aumento”. Miles de pesos por mes que por ley el Estado debía devolver a los jubilados quedaron ahora en manos del gobierno.

¿Qué tiene de justicia “achatar” la pirámide?

En un sistema justo, quienes más cobran son quienes más aportaron. “Aportaron” quiere decir que pusieron dinero en el sistema, dinero que ganaron trabajando y que un decreto presidencial les ha robado. Todo se disimula en la lucha contra “la desigualdad”. Claro, es más fácil luchar contra la desigualdad que contra la pobreza: todos pobres, todos iguales.

En febrero, el Estado dio una señal más de a quién castiga y a quién beneficia. Castiga a los que trabajaron, fueron productivos y contribuyeron al sistema con su sacrificio. Por supuesto, el relato, totalmente refractario a cualquier dato de la realidad, habla de favorecer a los desprotegidos, porque cambiar el significado de las palabras es lo que saben hacer.

Ese esfuerzo que se les pidió a quienes cobraban desde 16.500 pesos en adelante fue importante para seguir sosteniendo un aparato burocrático que llega a niveles nunca vistos, no para bajar el déficit, que sería algo que a largo plazo podría beneficiarnos.

En agosto de 2020, la jubilación mínima era de 18.128 pesos; la línea de indigencia para una familia, de 18.100 pesos. Estaban creando hambre al tiempo que se juntaban en la mesa del hambre con Narda y Estela de Carlotto.

Por eso, hoy los mayores no les insisten a sus descendientes para que no se vayan. Viven la impotencia del que trabajó toda su vida, fue honesto, se privó de vacaciones o mínimos gastos y siente que un grupo privilegiado de políticos, en nombre de la “solidaridad”, usa su dinero para despilfarro propio u, otra vez, fidelización partidaria.

No suena casual el castigo.

Las personas mayores fueron de las más críticas al nuevo gobierno y se sienten blancos de una venganza perversa. Ahora vendrán los juicios, pero la lógica del poder contará con la lucha entre los tiempos biológicos y los tiempos de la Justicia. Sí, el gobierno esperará ganar por abandono como ya lo hiciera Sergio Coso Massa en tiempos en que dirigía la Administración Nacional de la Seguridad Social (anses). Que hagan juicio y traten de no morirse antes. Y si sobreviven, que sea un próximo gobierno el que se haga cargo.

Con todo lo terrible que es que le saquen miles de pesos a quien aportó toda su vida, no es lo peor que hizo el gobierno al cambiar la ley por un decreto. Lo peor fue que lo que estaba institucionalizado se convirtió en concesión graciosa del rey. Se perdió un derecho y se ganó una dádiva. Esa parte del país que no eligió a esta administración no quiere vivir de dádivas.

“La mesa es para la gilada”

La tarjeta alimentaria para resolver el problema del hambre, que diseñaron Pérez Esquivel, la Unión Industrial Argentina (uia), la Iglesia, los sindicatos y Marcelo Tinelli recién bajado de su autazo importado con multas impagas, y que repartieron el ministro Coso Arroyo y la Cosa aysa de Massa a las sonrisas limpias por todo Tigre, no previó la temporada de muertes de nenes wichís, como dijo la ministra de Salud de Salta. ¿No es para festejar?

La segunda reunión, la de diciembre, sería la última. La pandemia fue la mejor excusa también para que no se juntaran ni por Zoom. Vino entonces el escándalo de los sobreprecios del ministro Coso Arroyo.

A poco de comenzada la cuarentena, a principios de abril, se supo que el Ministerio de Coso Social llegó a pagar un 50% más por aceite, azúcar y harina en comparación con lo que valían esos productos en las listas de precios Máximo Kirchner. La emergencia sanitaria establecida por decreto el 12 de marzo fue el piedra libre para las contrataciones directas, el sueño de todo ministro ligero de billetera con dinero de otros. ¿Qué hizo el ministro Arroyo ante las denuncias? Bregó, según contó a Télam, “por un rápido esclarecimiento judicial del caso”.

¿Quién, señor? ¿Yo, señor? No, señor. El gran bonete, claro.

Finalmente, la respuesta fue la caída de quince funcionarios del Ministerio de Desarrollo Coso, incluso funcionarios que ni habían llegado a ser nombrados. Igual, hoy nadie sabe dónde están esos funcionarios, si volvieron a sus casas o si se acomodaron en otro sector estatal. Sí se sabe, por investigaciones del periodista Diego Cabot, que hubo dos personas salpicadas que quedaron limpias: Laura Valeria Coso Alonso, secretaria de Inclusión Coso Social, militante muy cercana a Máximo Kirchner, y Cecilia María Coso Lavot, secretaria de Gestión Administrativa y Coso, hasta hace poco apoderada de la agrupación La Kolina, de Alicia Coso Kirchner. Por lo pronto, el gran cambio y la transparencia que necesitan estas compras en momentos tan graves no ha aparecido.

Mientras en todo 2020, especialmente desde la instalación de la cuarentena, que no permitió a los trabajadores informales hacer sus changas de supervivencia, aumentó el hambre en Argentina, la mesa no se reunió. Recién en agosto se convocó a una nueva reunión, y como explicó Victoria Cosa Tolosa Paz: “Tuvimos que dejar de lado las reuniones para abocarnos a lo urgente”.

Sí, parece que lo urgente no eran las reuniones de la mesa urgente del hambre urgente. Con solo repasar algunos de los temas charlados por todas las voces en esa nueva reunión de agosto, queda claro que de urgente, nada. Estela de Carlotto elogió a Alberto Coso por la negociación de la deuda. Marcelo Tinelli elogió a Alberto Coso por “la decisión de encarar la Mesa contra el Hambre”. El titular de la Delegación de Asociaciones Israelitas Argentinas (daia), Jorge Knoblovits, pidió dejar atrás las grietas, y la diputada radical Carmen Polledo dijo que le hubiera gustado mayor representación opositora en la mesa. A la que se le volaron los ruleros fue a Chiche Duhalde, la líder de Chiche y sus Manzaneras, que habló de “falta total de controles” en el manejo de los planes sociales. Se veía venir. Chiche dio el portazo y gritó: “La mesa es para la gilada” (sic), y se fue.

Para colmo, Víctor Hortel, que había sido incluido ad honorem en la mesa desde el 25 de enero, fue confirmado como director nacional de Coordinación y Proyección Normativa y Coso dentro del Consejo Nacional de Coordinación de Políticas Sociales y Coso bajo el control de Victoria Cosa Paz, con sueldo.

Víctor Coso Hortel se había hecho famoso detrás del disfraz de Hombre Araña junto a una murga de presos del penal de Marcos Paz, tocando el tamboril junto a Pablo Díaz, condenado a perpetua por violación y asesinato de Soledad Bargna en 2009 en una salida transitoria. El anterior paso de Hortel por el Estado había sido como titular del Servicio Penitenciario Federal de Coso durante dos años, en la presidencia de Cristina Coso de Kirchner, y creador del Vatallón Militante.

En un país que desprecia los números, es difícil establecer con precisión el porcentaje de pobres que tuvo la Argentina a lo largo de los años y cómo evolucionó. Falta de recolección de datos, alteraciones en los sistemas de medición y los cambios en los consumos populares hacen que las cifras sean estimadas. No hay referencias muy claras anteriores a 1974, y las que hay respecto de esa época solo hablan del Gran Buenos Aires. Lo que puede estimarse más o menos marcaría esta secuencia:

En 1975, la pobreza en Argentina era del 8% de la población. Las bandas terroristas azotaban el país, porque así ya no se podía vivir.

En 1983, el fracaso económico de la dictadura mostraba que la pobreza había llegado al 19,1%.

En medio de la hiperinflación en 1989, llegó al 47,5%.

Al finalizar Menem su mandato, la pobreza había bajado al 24%.

En 2002, se llegó a un 57,5%.

En 2015, la pobreza había bajado con respecto a la crisis, pero era terriblemente alta: 32%.

En el primer semestre de 2020, hay 18.500.000 pobres, el 40,9% de la población, y 4.800.000 personas en la indigencia, el 10,5% de la población.

La pobreza infantil es del 56,3%.

De los 11.000.000 de chicos menores de 14 años, 6.200.000 viven en hogares pobres.

Se espera que en el segundo semestre las cifras sean peores.

La mesa del hambre está servida.

Seamos libres

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