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ОглавлениеLa noche inolvidable
Fue una pata de elefante sobre el pecho.
Fue la asfixia y fue el desgarro.
Fueron la oscuridad y el desastre cayendo de punta sobre cada uno de nosotros.
Fue un dolor por viejos dolores, fue un dolor por los dolores que vendrían.
Fue el comienzo de la pesadilla; peor aún, la certeza del comienzo de la pesadilla.
Fue de mirarse con los propios, llorar, no poder respirar.
Fue de pedir perdón al futuro, contar las pérdidas, juntar los pedazos.
La noche del 11 de agosto de 2019 fue, para muchos, la peor noche de su vida.
Fue ver el tren de frente, limpio, impasible, decidido.
Fue un golpe bajo, un terremoto, un sismo de magnitudes inusitadas, 10 en la escala Richter del desánimo.
Los números que daba la televisión eran incontestables. Alberto Fernández, 15 puntos por sobre Mauricio Macri.
Axel Kicillof, 17 puntos por sobre María Eugenia Vidal.
No fue una cachetada.
Fue una paliza en todo el cuerpo.
Sabíamos lo que se vendría.
Impunidad, choreo, venganza.
No era ningún prejuicio. Los habíamos visto, los habíamos sufrido a lo largo de años.
Y, lo que era peor, habíamos visto que otra cosa era posible. Dicen que el ciego de nacimiento no puede hacerse una idea de lo que pierde por no ver. Nunca vio. Nosotros habíamos visto que otra manera de hacer las cosas era viable. Y cuando estábamos empezando a diferenciar los colores, ¡zas!, el zarpazo que nos tiró para atrás, para abajo, muy abajo.
Fue una noche inolvidable.
De la peor manera, inolvidable.
De golpe, una campana inmensa quitó el aire al territorio nacional. No podíamos respirar. ¿Recuerdan que no podíamos respirar? Sí, claro que lo recuerdan.
Daba vergüenza mirarse a los ojos.
Se nos había escapado entre los dedos.
Muchos también nos sorprendimos de que nos afectara tanto. “Bueno, unas elecciones, ya pasamos muchas, ganamos pocas, ¿qué es tan grave?”, nos decíamos como para conformarnos.
Pero todos sabíamos que no era tan poco.
Que se jugaban años de nuestras vidas.
Que algunos de los nuestros, cumpliendo lo que sabíamos que iban a cumplir, se irían.
Volvería la tropa de la superioridad moral, subida al poni de la claridad intelectual, señalando a todos los demás como gorilas, oligarcas, de ultraderecha, violentos.
Volvería el desprecio por el otro, disfrazado de “la patria es el otro”.
Desde detrás de la tranquera, los demonios afilaban sus tridentes.
Los veíamos venir.
No durmió casi nadie esa noche.