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Introducción
Soy lo que soy

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En un mundo de gusanos capitalistas Hace falta coraje para ser mariposa

Lohana Berkins

Este es un libro sobre arte, sobre una política de los cuerpos, sobre brujerías y también sobre mí. Sobre mis propias transformaciones en el encuentro con una manada de artistas y colectivos desobedientes, disidentes, que me invitaron a desertar de lugares tan tranquilizadores como opresores. Muchxs (1) de estxs artistas me abrazaron, a la distancia con sus obras y sus libros, y en mi cuerpo en los encuentros. También me cuestionaron y me pusieron en cuestión.

Me enseñaron y me hicieron pensar que escribir no es escribir “sobre” un tema, colocándose arriba de un objeto de estudio o unxs sujetxs, sino escribir desde lo que nos acontece en ese encuentro salvaje, a veces amistoso, a veces guerrero, con lo que nos conmueve. Por eso “escribir sobre mí” no es importante, más que para dar cuenta de los movimientos que me deshacen. Para tomar la voz y situarla en una cartografía antagónica.

Esta escritura nació como una tesis y creció al calor de las luchas de los colectivos travestis, trans, gays, lésbicos y queer/cuirs en Argentina en los últimos 15 años (2). Estos movimientos sociales colectivos han logrado cambiar la fisonomía, no solo del campo social respecto de la diversidad, la aceptación y la inclusión, sino también el marco normativo que actualmente rige en nuestro país. La Ley de matrimonio igualitario (2010) y la Ley de Identidad de Género (2012), que despatologiza la identidad y permite a cualquier persona iniciar sus trámites de cambio registral y acceder a tratamientos de salud específicos sin forzarla a pasar por “comprobaciones” de su identidad o sus deseos, son dos, entre otras leyes, por las que los movimientos sociales feministas y de la diversidad han luchado y conseguido.

En pocos años, desde que escribiera aquella tesis, el panorama cambió profundamente. Las disidencias sexo-afectivas, corporales y de género se han instalado en los debates ampliados de las instituciones, los medios de comunicación y la vida cotidiana. Lxs artistas que pertenecen a los colectivos disidentes se han multiplicado y han adquirido gran visibilidad en muchas áreas de la cultura y el arte. Nuestros espacios, festivales y movidas han florecido por y para las desobediencias sexo-afectivas y de género. Un pensamiento y una epistemología travesti-trans se plasma actualmente en gran cantidad de publicaciones, performances y obras. Desde el libro de Marlene Wayar (2019), Travesti. Una teoría lo suficientemente buena, a la consagración literaria de Camila Sosa Villada (2019, 2020), el reconocimiento internacional de Susy Shock o la publicación del Archivo de la Memoria Trans Argentina (2020), hoy las desobediencias relatan sus propias vidas y escriben sus propias teorías. Por eso, un poco, este libro cuenta una historia más que un presente. La historia de algunas artistas y algunas obras que me afectaron en un periodo clave, entre 2008 y 2012, cuando las expresiones de las disidencias tomaron mayor cuerpo y visibilidad. Ese momento fue como una explosión, que irradia y aún nos envuelve.

Esta investigación, tal vez como cualquier otra, surgió en principio en torno a alguna pregunta muy simple, anterior a muchas lecturas, y siento que es válido rescatarla aquí. Siempre me extrañó la referencia a lo “trans” en los discursos cotidianos y mediáticos. Utilizando la expresión “trans”, nuestra sociedad se refiere muchas veces a identidades, subjetividades y corporalidades que se encontrarían (que se asumen o se presuponen) en tránsito, en movimiento. Cuerpos que han atravesado una transformación. Y esta palabra, que alumbra como un cono de luz una serie de experiencias, deja al mismo tiempo una zona de sombra que se vuelve impensable. ¿qué cuerpos y subjetividades no transitan todo el tiempo transformaciones constantes? ¿Por qué nuestros discursos, y más profundamente nuestra episteme (Foucault [1966] 2005), señala y condena la transformación de ciertos cuerpos y oculta y naturaliza las transformaciones de ciertos otros?

Y fundamentalmente ¿cómo es que hemos llegado a creer que hay dos “polos”, dos “puntos fijos”, dos extremos, entre los cuales habría ciertos cuerpos y subjetividades que se encuentran efectivamente en tránsito, mientras que esos mismos puntos (hombre y mujer, masculino y femenino, macho y hembra) permanecerían estáticos o se habrían constituido por fuera de un tránsito?

Si remonto estas preguntas a mi infancia, las recuerdo como un fondo mudo de preocupaciones, con un lenguaje aparentemente más sencillo: “¿qué es lo que hace que un varón o una nena sean verdaderamente un varón o una nena?”. Pensaba mucho en eso. En principio podría parecer una pregunta muy reflexiva para alguien de 8 o 10 años, pero tenía como trasfondo una cuestión más dolorosa para mí y que tomaba esta forma: “¿qué es lo que tengo que hacer para ser un varón? ¿cómo transformarme en uno, cuando mis modos de ser y sentir no son los esperados para un varón?”. Y ya ven, no es que fuera tan reflexivo, mi pregunta era instintiva, y lo que quería era sobrevivir. Así fue como no pude encontrar desde mi infancia hasta ahora eso fijo, inmutable, seguro, que nos constituyera en un sujeto con género de manera estática. Y sobreviví.

Muchísimos años antes de mis preguntas, el pensamiento y las prácticas feministas ya habían problematizado profundamente estas cuestiones y, sin embargo, aunque tal vez trillada, esas se transformaron en mis preguntas propias, preguntas con las cuales me he articulado y he articulado este trabajo. Preguntas con las que yo también me hice y me deshice muchas veces.

A medida que fui creciendo, esas incomodidades se transformaron en una cuestión que resonaba con mis primeros acercamientos a las lecturas feministas, y que, aunque de forma rudimentaria, la lectura de Simone de Beauvoir ([1949] 2009) me había permitido formular: si es que mujer no se nace, sino que se llega a ser, ¿cómo es que hemos también nosotros, aquellos que nos llamamos varones, llegado a ser lo que somos? ¿Y cómo es que muchísimos varones carecemos del contexto donde esta pregunta acerca de los modos en que nos hacemos y llegamos a ser, es posible de ser enunciada y formulada?

Desde hace varios años las prácticas artísticas trans devinieron para mí en un modo de interpelación acerca de las formas, los dispositivos, las estrategias en donde las subjetividades se producen y se naturalizan como identidades, en gran medida, fijas, estables y naturales. Dichas interpelaciones acompañaron la formulación de estas reflexiones con las que intentaba pensar la radical experiencia de hacernos, todxs, siempre en tránsitos, a través de las regulaciones, los mandatos, los deseos que recorren un campo social.

Sin embargo, estas experiencias de hacernos aparecen moduladas de manera diferencial: mientras que el tránsito que nos lleva a ser varones o mujeres dentro de los marcos biopolíticamente asignados y naturalizados (varones y mujeres cis (3)) es para algunxs (no para todxs) un devenir sin sobresaltos, para aquellas personas que desafían la asignación biopolítica sexual y genérica y se atreven a cruzar a través de las asignaciones, el tránsito puede ser demasiado costoso. El costo puede ser el rechazo y la discriminación, la expulsión de las familias y de las instituciones más básicas como la educación y la salud, la imposibilidad de inserción en el mundo laboral… en fin, la vida misma es el costo. El Género es un sistema de organización social, que al igual que el sistema socio-económico capitalista, administra salvaje y despiadadamente las vidas que importan, y quienes quedan excluidxs.

¿Cómo sostener que todo proceso de subjetivación genérica y sexual se constituye de por sí en un tránsito singular sin ocultar que hay tránsitos permitidos, y otros condenados y desplazados a una zona de abyección social? Desde esta reflexión ha sido para mí fundamental ensayar una escritura que indague, antes que las expresiones artísticas trans, las estrategias de cuestionamiento a la matriz cis-heteronormativa, y el cuestionamiento a los modos androcéntricos de la historia de las artes, a través de dichas prácticas. ¿De qué formas estas prácticas trastocan todo nuestro sistema de privilegios sexuales y genéricos, académicos y artísticos, sociales y económicos?

Este entonces no es un libro “sobre” lo trans, ni sobre las artistas trans que me acompañaron en el viaje de pensar. Este es un libro sobre cómo esas artistas travestis, trans, algún grupo de putos, maricas, tortas, ex–heterosexuales y otras animalidades afines nos convertimos en una manada. Porque ser disidente no tiene solo y necesariamente que ver con las personas a quienes amamos, con quienes dormimos o con quienes nos relacionamos sexo-afectivamente (4). Ser disidente es incomodar lo naturalizado para que haya más espacio en donde podamos existir de manera singular, amar de muchas formas, hacer manadas y bailar más.

Para todo esto el prefijo trans me sigue resonando alegremente. No porque se convierta en un nuevo mandato identitario, sino justamente porque porta la potencia de interrumpir las identidades cristalizadas. Incluso allí en donde creamos nuevas normativas e identidades trans, allí el prefijo continúa hablando de un tránsito y de una transformación. No digo que sea el correcto, digo que me da alegría. Trans sigue significando para mí aquello que abre, como un tajo, las nominaciones y las categorías. Trans es la apertura a un movimiento del devenir que no se define por puntos de llegada y de partida, ni por los términos de las relaciones que afecta: devenir puro de la diferencia, disyunción inclusiva, lógica de la duración del tiempo heterogéneo.

Por eso este libro cuenta sobre los acontecimientos que convirtieron a estas artistas travestis y trans en las pensadoras con las cuales pienso. Sobre cómo ellas me han forzado a pensarme. Esta escritura es sobre mis preguntas, y sobre mi experiencia de haberme convertido, contra todos los pronósticos de mi infancia, en este varón que estoy siendo.

Escribir mis preguntas es aquí como un acto de brujería, escribir ha sido mi proceso de transformación. Las preguntas necesitan un tiempo de gestación que no son los de la respuesta in situ. Más bien un tiempo otro, un escondite, un rincón, un rato. Un hechizo de protección. Las preguntas, cuando laten, son vulnerables como los cuerpos. Corren el riesgo de ser acalladas por respuestas, tranquilizadas por verdades, o atropelladas sin más, conjuradas por los poderes. Perseguidas y quemadas en la hoguera inquisitorial. Necesitan del espacio y el cuidado de nuestras brujerías, son lo vulnerable y lo vulnerado por el Saber legitimado porque preguntar provoca conmoción.

Propongo esto como una lectura o una reflexión sobre aquello que estas obras con-mueven: la matriz binaria, cis y heteronormativa que constituye corporalidades pretendidamente naturales y verdaderas. Este texto investiga el extraño fenómeno de unas identidades llamadas cis que tienden a creerse normales y naturales. Lo cis es lo que hay que investigar, y es lo que vienen investigando esta serie de artistas y pensadorxs que producen conocimiento y reflexión a partir de sus prácticas artísticas. Esta escritura busca contar lo que he llegado a comprender de mí mismo, lo que he dejado de pensar, lo que aún no comprendo de mí y profundamente mis modos de hacerme, en el encuentro con estas reflexiones. Esta escritura está hecha con mis propias rarezas. Hacerse un cuerpo a la medida de nuestro deseo y nuestra singularidad, no puede alcanzarse si no aprendemos, en el proceso, a amar nuestras rarezas.

Aunque sea una escritura nacida en la academia, es un trabajo poco disciplinar. Pensar nos exige una vocación de aventura porque pensar es aventurarse más allá de lo conocido. Algo que difícilmente se pueda realizar desde el corazón de cualquier disciplina. Seguramente un tono académico seguirá atravesando muchos momentos del texto. No puedo ni quiero prescindir totalmente de él, porque creo que es un modo necesario de disputar también las lógicas académicas, de reconocer un trabajo subterráneo y fértil que puede producirse en el medio y más allá de ellas. La práctica universitaria puede adolecer por momentos de exceso de citas y referencias bibliográficas, y este texto también. No se trata tanto de demostrar lecturas como de pensar una escritura en sí misma como índice, como caja de herramientas. Las citas y las referencias reenvían a temas y problemas, a otras perspectivas, a lugares y autorxs donde profundizarlas. Y las “teorías” aquí citadas no aparecen explicando las “prácticas” que lxs artistas realizan, sino en resonancias, ya que sus propias artes devienen en modos de pensar, en prácticas de pensamiento encarnado, en saberes del cuerpo, en donde la división teoría/práctica, pero también cuerpo/mente, se vuelve inoperante.

El arte no se presenta aquí como “ejemplo” de los procesos de subjetivación o de las transformaciones históricas de nuestra cultura. Rotundamente no es usado como una excusa para estos temas. El arte es zona de exploración, territorios de creación, es allí donde se ensayan las mutaciones de la época, la apertura de sentidos y de posibles. Fundamentalmente el arte no es representación, es expresión y exploración del presente y de futuros, y en este sentido es vía, Tao, proceso, camino, devenir. Es el medio mismo en donde la vida es puesta a prueba y está siendo probada.

No miro el arte como un observador que investiga. Encuentro el arte como un animal que encuentra un festín. Olfateo aquello que hace vibrar a mis sentidos, y emprender un viaje llevado por una sensación o por un par de sensaciones. Miro el arte como un gato inquisitivo que mete el hocico siempre en algún problema. Amar el arte es una cuestión de animalidad, de supervivencia, si es que comprendemos que para los animales humanos, pensar es parte de nuestra naturaleza, una necesidad básica satisfecha y continuamente reencontrada, reaparecida ante el estímulo de una obra, de una artista, de una performance.

Este libro entonces, mejor dicho y finalmente, no es sobre arte, sino sobre la conmoción que ciertas obras, performances, canciones, cuentos y poemas han producido en la superficie de mi cuerpo, sobre las marcas que han dejado y sobre la vida y la ética para con la vida que me legan, que me donan y a la que me obligan a responder estando a la altura de lo que la vida exige: el desafío de ampliar sus posibles. Deseo, para todxs nosotrxs, que estemos a la altura de esta aventura.

1. A lo largo la escritura los problemas respecto del lenguaje son constantes y tensos. La utilización de signos como la equis (x), el asterisco (*), el arroba (@) o la “e”, se ha convertido en un recurso que vuelve evidentes las marcas del poder en los usos de una lengua, que extraña esos usos y la materialidad del lenguaje en su condición androcéntrica. En tanto que alteran las asignaciones genéricas de las palabras aparecen como signos degenerados, produciendo una “molestia” en la lectura, una interferencia que considero productiva, y prefiero conservar.

2. Tesis doctoral en el Área de Teoría e Historia de las Artes del Doctorado de la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA. Su título fue “Prácticas de Sí: subjetividades contemporáneas en las expresiones artísticas trans actuales. Buenos Aires, 2008-2015” y fue defendida en marzo de 2016. Para una ampliación de algunos de los temas abordados aquí puede ser consultada en el repositorio virtual de la biblioteca: http://repositorio.filo.uba.ar/handle/filodigital/2800

3. Llamo marcos biopolíticamente asignados a la coincidencia y coherencia entre sexo, género y deseo en tanto que el sexo masculino implicaría naturalmente género hombre, el sexo femenino implicaría naturalmente el género mujer, y el deseo sería en esta grilla siempre heterosexual. La expresión “cis” remite a la “coherencia” de estas asignaciones: varones y mujeres cis son aquellas personas en donde se da esta coincidencia entre sexo asignado al nacer y género en el que se autoperciben. Para un desarrollo de esos temas: Judith Butler (2007; 2008), Paul B. Preciado (2001; 2008).

4. Llamo ex – heterosexuales a todas aquellas personas que renuncian a las cómodas categorizaciones que guarecen y protegen de la intemperie. Devenir ex – heterosexual no es dejar de tener sexo o comenzar a tener sexo con algún tipo nuevo de especie, género u orientación sexo-afectiva. Devenir ex - heterosexual es habilitar nuevas sensibilidades en un cuerpo ya investido, cerrado, sellado, ya producido y distribuido para ser consumido de una, y solo una, determinada manera. Por eso devenir ex hetero es tan necesario como devenir ex homo y ex muchas más cosas como blanco, cis, y tal vez, incluso, propietario.

Cómo hacerse un cuerpo en el arte

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