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ОглавлениеParís, 12 de septiembre de 1989
Querido Nicolás:
¿Cómo sigue tu vida, la vida de todos ustedes? En París, todavía nada nuevo. O sí: paisaje nuevo que no deja de ser el de una ciudad. Hasta ahora solamente linda, tal vez porque no anduve por los barrios de los cuales dependen los fulgores de la Ciudad Luz.
Ando con cuidado. En el metro me siento inseguro, algunos negros tienen los ojos enrojecidos y me dan miedo. Bernard me dijo que tenía que cuidarme de los carteristas. Cuando viajo no puedo evitar mirar a todo el mundo, muchas caras diferentes de las porteñas, sobre todo muchos negros y muchos árabes, y pienso que a lo mejor alguno se puede enojar si lo miro demasiado y darme una piña o gritarme.
Ayer fui a visitar a una médica chilena, amiga de mi profesora de francés, que vive en Evry Courcouronnes (como vivir en Lomas de Zamora en Buenos Aires), y viajando en tren sentía más miedo que en el metro.
Miriam me atendió muy bien, me dio unos antibióticos (pensaba que en París la tos se me pasaría con el cambio de aire, pero el milagro no se produjo) y me dijo que si tenía algún problema le avisara.
Toda la gente a la que visité me recibió bien, algunos muy bien, otros más o menos:
—El hermano de Julia me dio un poco de pena, parece un personaje salido de El exilio de Gardel.
—Sebastián, un contacto que me pasó Ric, está refuerte. Rasgos aindiados, pelo negro y piel blanca. Fuimos a pasear por Montmartre, que está muy cerca de lo de Bernard. Mi primer paseo por París. Sebastián necesitaba hablar y yo necesitaba mirarlo, así que la situación era ideal. Los jeans le quedaban perfectos, y su voz era como un arrullo sobre el cual yo subía el empinado camino a Sacré-Coeur y aprovechaba para mirarle el culo cuando me retrasaba. Después tomamos una cerveza en un bar, todo muy pintoresco… y muy intenso. Por supuesto, Sebastián es heterosexual.
–Carlos y Teresa, amigos de Arturo, estaban un poco cansados porque recién llegaban de las vacaciones.
–Ricardo, el amigo de Raúl Flores, resultó ser una loquilla aparisinada muy simpática. Vamos a salir un día de estos a hacer una recorrida por los bares gays. Ahora no tiene tiempo porque está terminando de preparar una exposición de pinturas que inaugura el viernes.
–A Severo Sarduy todavía no lo pude ver.
Ya tengo ubicado el tema de las chinitas, el hit que bailábamos en Experiment con tanta euforia. “Puisqu’il faut choisir / A mots doux je peux le dire / Sans contrefaçon / Je suis un garçon”.1 Cuando a Bernard le toque volar a Buenos Aires, te lo mando en cassette.
Ninguna droga, algo de alcohol cuando visito a alguien, pero ninguna borrachera, hoy empiezo a hacer yoga (gratis) en una fundación donde va Bernard: si sigo así, voy a terminar hecho un santo.
Hasta que no termine de ver a toda la gente que tengo que ver, no voy a empezar ninguna búsqueda de trabajo, porque prefiero que sea mediante algún contacto. Para poder quedarme hay una muy remota posibilidad, de no ser que alguien se quiera casar conmigo, que es la “residencia de artista”. Eso depende de las ganas que tenga Severo Sarduy de ayudarme.
Ahora es de noche. Había empezado la carta a la tardecita, pero a Bernard se le ocurrió darme las instrucciones para cuando él se va de viaje: usar el lavarropas de noche porque la electricidad es más barata, la manera correcta de lavar los platos sin desperdiciar agua, etc. Ya se fue, estaré solo hasta el domingo. Tengo 350 francos que me dejó para estos días. Creo que es bastante plata. También me regaló una camisa a cuadros que me queda muy bien y un cassette de The Art of Noise que me había comprado el año pasado para llevármelo a Argentina, y que estoy escuchando ahora porque cuando está él no puedo: dice que es malo para la salud. BERNARD ESTÁ MAL DE LA CABEZA. Sin embargo me gusta mucho estar con él y dormir con él, y no estar con él y no dormir con él también me gusta. ¿Qué más puedo pedir?
Me hice socio de una biblioteca del barrio y saqué un par de historietas de Tintín. Cuando salí, después de haber caminado un par de cuadras, alguien me dio unos golpecitos en el hombro. Era la bibliotecaria, agitada de haber corrido para alcanzarme el pasaporte que me había olvidado, lo que demuestra que sigo tan distraído como siempre.
Te mando un beso enorme y saludos a todos.
Pablo
1 “Ya que hay que elegir,/Con dulces palabras puedo decir/Sin contradicción/Que soy un varón”. (“Sans contrefaçon”, de Mylène Farmer).