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Acudí a mi tocayo, fiel amigo y compañero musical, Carraspito. Su verdadero nombre es Pablo, pero en la Transición se puso tan de moda este nombre que, por necesidad, todos los Pablos de esa generación acabamos teniendo mote. El suyo era, es y, mientras yo siga en pie, será: Carraspito.

ya no estaba solo, pasamos a ser dos:

bienvenido, carraspito.

—Mira, manín, que te lo digo en serio. Que he descubierto algo muy gordo, te lo juro. Estaba en el laboratorio trabajando en la tesis de las mitocondrias.

—Cof, cof. ¿Pero cómo llevas lo de Kristina?

—¿Cómo lo voy a llevar?

—Cof, ejem. Que ya estás metido en el laboratorio, animal. Tendrás que digerirlo un poco.

—Así lo digiero. Es lo que hay. Para eso nos la arman las mozas, para que nos encerremos en laboratorios a currar. O hago esto o la bajeza esa de sacar un clavo con otro clavo. O lo que es peor, lloro... Mira, resulta que estudiando las mitocondrias me he dado cuenta de que las células son su cárcel. Célula significa ‘celda’. Si nos lo estaban diciendo a gritos. Las mitocondrias son lo que queda del “infierno de lo igual”, que era el líquido primigenio de hace tres mil millones de años, y quedaron encerradas dentro de las estructuras superiores. Esas estructuras superiores que dieron lugar a los animales y las plantas fueron la forma de escapar del líquido primigenio o, lo que es lo mismo, del infierno. Pero eso no es lo gordo. Nosotros estamos sufriendo ese mismo proceso y estamos creando nuestra celda virtual que irá seguida de un nuevo animal que nos va a encerrar... Bueno, ¡ya nos está encerrando! Y ese animal nos conduce de nuevo al “infierno de lo igual” porque el Maligno ha aprendido la técnica simbiogenética de Diosle.

—Ejem, cof. ¡Un momento! ¿El Maligno? ¿Diosle?

—Luego te lo explico. El caso es que el proceso ya ha empezado con los smartphones, las redes 5g y toda esta basura neurotecnológica y lo siguiente es que comencemos a reproducirnos asexualmente, como lo hacen las células de tu cuerpo, como lo hacen las células de los cuerpos de cualquier animal. Primero nos quedamos sin cojones y luego comenzamos a reproducirnos asexualmente encerrados en una nueva estructura que lo único que reproduce es vicio porque nadie tiene el valor de eliminar el vicio y sembrar la virtud. Un hígado, un pulmón o un riñón del nuevo animal infernal y vicioso. Eso es en lo que nos convertiremos. Está claro. Dejaremos de ser individuos humanos para convertirnos en simples células de la Bestia Colmena.

De momento ya estamos encerrados en su idea.

Y todo parte de ideas. El gobierno mundial. La obesidad del Estado. Internet, el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial. Las estructuras globales de poder. ¡La mente colmena! Ahora falta el corazón colmena, los huesos colmena y listo.

—Ejem, cof, cof. Amigo, la combinación de esa beca de doctorado que te dieron enviando tapas de yogures, no tener un duro, la cornamenta que te acaban de poner y lo de seguir dando la murga con nuestro grupo de música con el que nada más que tocamos en pulgueros te está chiflando por la vía rápida.

—Tú no faltes al respeto a nuestro conjunto músico vocal, así no se va a ningún lado. Hay que tener fe. Yo creo que al final nos irá bien.

—Ejem, ejem. ¿De dónde sacaste esta chifladura?

—Tío, cuando la persona amada te abandona, te das cuenta de que lo que realmente amabas no era a ella, era a algo superior. Me lo dijo la Santina de Covadonga, como portavoz de Diosle, en mi laboratorio.

Tras esta conversación con mi amigo traté de transformar la Gran Revelación Mariana en conocimiento científico que pudiera serle útil al resto de la comunidad. Aún no me había dado cuenta de lo grande que era la Bestia Colmena y de que la comunidad científica estaba absolutamente atrapada dentro de ella.

La Bestia Colmena

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