Читать книгу Colapsología - Pablo Servigne - Страница 15
¿DÓNDE ESTÁN LOS LÍMITES?
ОглавлениеLa gran cuestión de nuestra época consiste en saber dónde se encuentra la barrera13. ¿Tendremos la capacidad de seguir acelerando? ¿Habrá un límite (o muchos) para nuestro crecimiento exponencial? Y si es así, ¿cuánto tiempo nos queda antes de llegar al colapso?
La simple —simplista incluso— metáfora del vehículo resulta muy útil para diferenciar claramente los distintos «problemas» (o «crisis») a los que nos enfrentamos. De ella se infiere que existen dos tipos de límite, concretamente, que existen los límites (limits) y las fronteras (boundaries). Los primeros son infranqueables porque se topan contra las leyes de la termodinámica: es el problema del depósito de gasolina. Las segundas son franqueables, pero no menos traicioneras, porque son invisibles y no nos damos cuenta de que las hemos traspasado hasta que ya es demasiado tarde. Se corresponden con el problema de la velocidad y del manejo del vehículo.
Los límites de nuestra civilización vienen impuestos por la cantidad de recursos denominados «stock», que por definición son no renovables (energías fósiles y minerales) y los recursos «flujo» (agua, madera, alimentos, etc.), que son renovables pero que consumimos a un ritmo demasiado alto como para que tengan tiempo de regenerarse. Aunque el motor sea cada vez más eficaz, llegará un momento en el que deje de funcionar porque se le habrá acabado el combustible (ver capítulo 2).
Las fronteras de nuestra civilización representan umbrales que no se deben traspasar para no desestabilizar y destruir los sistemas que mantienen a la civilización con vida: el clima, los grandes ciclos del sistema Tierra, los ecosistemas —donde se incluyen todos los seres vivos no humanos—, etc. Una velocidad demasiado elevada del vehículo no permite apreciar los detalles de la carretera y aumenta el riesgo de sufrir un accidente (ver capítulo 3). Nosotros vamos a intentar averiguar lo que ocurre cuando el vehículo abandona la carretera señalizada sin previo aviso y entra en un mundo incierto y peligroso.
Estas crisis tienen naturalezas muy diferentes, pero todas comparten un denominador común: la aceleración del vehículo. Además, cada uno de los límites y de las fronteras puede desestabilizar seriamente la civilización por sí solo. El problema, en nuestro caso, es que ¡chocamos contra varios límites simultáneamente y ya hemos traspasado varias fronteras!
En cuanto al vehículo, se ha ido perfeccionando con los años, por supuesto. Ahora es más espacioso, moderno y cómodo, pero ¡a qué precio! No solamente es imposible reducir la velocidad o girar —el pedal del acelerador se ha fijado al suelo y la dirección se ha bloqueado (ver capítulo 4)—, lo más molesto es que, además, el habitáculo se ha vuelto extremadamente frágil (ver capítulo 5).
El vehículo es nuestra sociedad, nuestra civilización termoindustrial. Estamos subidos a bordo, con el GPS programado hacia un destino soleado. No tenemos prevista ninguna pausa por el camino. Cómodamente sentados en el habitáculo, nos olvidamos de la velocidad, ignoramos los seres vivos atropellados a nuestro paso, la descomunal energía gastada y la cantidad de gas de escape que vamos dejando atrás. Como bien sabemos, una vez que se está en carretera ya solo importan la hora de llegada, la temperatura del aire acondicionado y la calidad del programa de radio…