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PRÓLOGO

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Xosé López García1

Más de siglo y medio de periodismo moderno nos aporta una rica herencia para afrontar los desafíos en la era digital. El camino recorrido hasta aquí no ha sido fácil, pero ha resultado socialmente útil —su aportación ha sido crucial para conocer qué hay detrás de las noticias puntuales y para un mejor funcionamiento de las sociedades plurales— y ha estado salpicado de episodios relevantes —desde el “Watergate” a los “Panama Papers” —. Para los profesionales que lo han ejercido, ha sido desde el mejor oficio del mundo (Gabriel García Márquez) hasta un oficio para el que no sirven los cínicos (Kapuscinski). Esa curiosa profesión (Vázquez Montalbán dixit) ha sido objeto de dimes y diretes, pero ha conseguido convertirse en imprescindible para la construcción de sociedades bien informadas.

Alrededor del periódico (de los impresos periódicos) comenzó la etapa dorada del periodismo, a la que luego contribuyeron la radio, la televisión y los medios digitales online. Al calor de la industrialización emergió la industria periodística con el diario como referente informativo. Los periódicos —esos museos de minucias efímeras, en palabras de Borges— indicaron la ruta del progreso (Víctor Hugo) cuando reinaba la escasez informativa. De gacetas pasaron a faros, voces, ecos… que fijaban la agenda, marcaban los temas sobre los que había que pensar y situaban a los ciudadanos ante el espejo. La radio y la televisión enriquecieron el panorama con la voz y la imagen como estandartes.

Bajo la alargada sombra de dos grandes guerras mundiales, la industria mediática estableció modelos y fijó posiciones en un contexto de “guerra fría”. Distintas innovaciones tecnológicas —en especial el paso del plomo al offset— mejoraron los sistemas de producción de la pesada industria de los medios impresos, mientras la informática avanzaba y en los laboratorios se investigaba sobre la comunicación entre ordenadores. Era la segunda mitad del siglo XX y la tecnología digital llamaba a la puerta, aunque nadie adivinaba los grandes cambios que llegarían con la entrada del nuevo milenio. Había, eso sí, importantes investigaciones en marcha que permitieron explorar renovados territorios. Fue en ese contexto cuando, tras la aparición de la web, la evolución de la red de redes y de la tecnología digital impulsó la construcción del camino a la sociedad red actual.

Desde mediados de los noventa del siglo pasado, la migración de los medios a la red, con estrategias más o menos acertadas —algunas, muy inocentes—, se convirtió en un campo de experimentación de la mano de los profesionales que tuvieron la oportunidad de practicar el periodismo para los medios online. Después de la crisis de las punto com, ya en el tercer milenio, todos los vientos fueron favorables a la búsqueda de vías para conquistar los nuevos territorios. La emergencia de la web social y la aparición de las grandes redes sociales contribuyeron a alimentar el renovado ecosistema comunicativo, donde la hiperabundancia de mensajes enterraba definitivamente el viejo modelo comunicativo del siglo XX.

En medio de constantes cambios, el periodismo hacía todo lo posible por adaptarse a los tiempos de la sociedad red, que caminaba bajo la estela digital y la ubicuidad comunicativa. Los procesos de reconfiguración en marcha incentivaban las prisas, lo que favoreció la improvisación y el desconcierto en muchas estrategias. Con todo, a pesar de las dificultades, la necesidad de afrontar desafíos y la constante innovación, alimentaron la ilusión por emprender la conquista de nuevos tiempos para el periodismo durante la primera etapa de la transición al escenario digital, en el que convivían y competían medios migrantes digitales y nativos digitales.

Los resultados de esta fase de transición al escenario digital han mostrado no solo la capacidad de adaptación del periodismo al nuevo entorno sino su empeño en cumplir su papel en la sociedad mediante renovadas alianzas con los ciudadanos, en especial con las audiencias activas que participan y generan contenidos. No obstante, el cambio tiene una cara B. Lo que ha quedado patente en este tránsito es que también hay consecuencias negativas para los periodistas (más precarización en el empleo, más tareas), para la industria (la ruptura del modelo de negocio, las necesarias reestructuraciones periódicas) y para los ciudadanos (nubes de desinformación, más ruido, vigilancia colectiva).

Una rápida mirada al periodismo del pasado siglo XX nos muestra que, aunque lo básico de esta técnica de comunicación social permanece —los elementos básicos, la preceptiva, los principios deontológicos—, Internet ha cambiado el panorama comunicativo y ha obligado al periodismo a dar renovadas respuestas y explorar dimensiones antes desconocidas. En cualquier caso, no todo ha sido aciertos y muchos desafíos del pasado persisten (más y mejor investigación, mejores condiciones de trabajo, cumplimiento de los principios éticos, rendición de cuentas), sin que se conozcan recetas mágicas que conduzcan al éxito.

El mapa de los mundos periodísticos actuales muestra un escenario global poblado de culturas periodísticas que reflejan gran diversidad por áreas geográficas y por países. El periodismo digital es una realidad de la sociedad red de la tercera década del tercer milenio que, aunque tiene dos caras como el mítico dios Jano (la que mira al pasado y la que mira al futuro) no tiene vuelta atrás, pero que cuenta en el horizonte con un futuro que debe conquistar en el día a día informativo. A fin de cumplir este objetivo, necesitará renovar alianzas con los sectores ciudadanos empeñados en la construcción de sociedades bien informadas.

En un entorno donde cada vez tiene más peso el entramado tecnológico —la tecnología 5G, la inteligencia artificial, la tecnología Blockchain— el compromiso con el interés público sigue siendo la piedra angular sobre la que se asienta un periodismo que debe mantener un nítido camino ético que selle la calidad de las piezas que explican lo que ocurre en la sociedad. Los periodistas siguen precisando un marco que garantice su autonomía profesional para enarbolar la bandera de la imparcialidad y de los roles de vigilancia, altavoz de la ciudadanía y dinamizador social, es decir, los que se sitúan en el campo de los estimuladores de la opinión pública y que combaten a los narcotizadores de esa misma opinión.

Tras el apagón tecnológico y el despertar digital, como el profesor e investigador Jorge Andrés Cruz Silva ha titulado con acierto este libro, el periodismo está más vivo que nunca, aunque no es menos cierto que hay muchas amenazas que se ciernen sobre él. En un escenario mundial marcado por la desinformación, con un caldo de cultivo muy favorable para la propaganda y otras técnicas de comunicación lícitas pero que nada tienen que ver con el “mejor oficio del mundo”, el periodismo digital precisa vitaminas que le fortalezcan en las complejas sociedades actuales, a fin de que no renuncie a cumplir sus cometidos esenciales.

Con el objetivo de mantener ese papel central que tiene el periodismo digital en las sociedades actuales, los medios precisan mejorar los mecanismos y las técnicas para conocer bien a sus audiencias y atender sus demandas y necesidades. Los usos y consumos informativos han cambiado radicalmente en el tercer milenio y los medios no siempre han conseguido fidelizar a sus públicos porque han tenido problemas para entender los comportamientos de las audiencias en general y de las suyas en particular. Las métricas se han convertido en una pesadilla para muchos periodistas, que encuentran dificultades para implicar adecuadamente a las audiencias mediante distintas estrategias colaborativas, que van desde la participación hasta las diferentes modalidades de cocreación.

Además de la pérdida de credibilidad —la confianza en los medios y los periodistas se ha resentido en casi todos los países de nuestro entorno iberoamericano en las dos últimas décadas— y las dificultades para sintonizar con las viejas y nuevas audiencias, en el ecosistema comunicativo se libra un pulso entre las empresas tecnológicas y la industria mediática —tanto de medios matriciales como de medios nativos digitales—. Las difíciles relaciones de la industria mediática, en constante transformación para adaptarse a los procesos de la sociedad red, y los gigantes tecnológicos (Google, Facebook, Microsoft, Apple) que fijan las reglas de funcionamiento del campo de la comunicación e imponen sus criterios, anuncian tiempos convulsos en los que todo apunta a que se mantendrá la tendencia de los últimos años, en los que han aumentado las voces que demandan reforzar el control sobre el entramado tecnológico y nuevos mecanismos de rendición de cuentas —de las tecnológicas y de la industria mediática—. Cada vez son más los ciudadanos que demandan mejoras en los mecanismos de transparencia de los actores de un ecosistema comunicativo que muestra luces y sombras.

Los desafíos son muchos y diversos, pero el talento periodístico tiene ante sí renovadas oportunidades en el empeño de dar pasos adelante que hagan posible una sociedad mejor informada. Con iniciativas informativas sostenibles, mediante modelos de negocio eficaces y periodistas bien preparados, dotados de formación humanística y capaces de emplear las herramientas actuales, el periodismo tendrá ocasión de revalidar su centralidad en la construcción de las sociedades futuras en el horizonte del Ecuador del siglo XXI. Siempre, eso sí, en alianza con los sectores sociales más dinámicos y en clave digital.

El apagón analógico

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