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EL PERIODISMO DE INVESTIGACIÓN

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La discusión sobre si todo periodista es investigativo o, al menos debería serlo, suele ser recurrente en las aulas donde se preparan los futuros reporteros. Si bien la cobertura de una noticia requiere de una mínima investigación previa, esto no hace que esa publicación sea considerada como investigativa. Tampoco el hecho de que en los medios televisivos y radiales se llame investigación al trabajo que hacen los reporteros para recolectar la información que servirá de insumo para cualquier tipo de reportaje. Lo que hace que el periodismo de investigación sea considerado como tal son tres características: primero, que su objetivo sea revelar algo que un grupo de poder ha mantenido oculto con el fin de preservar sus intereses; segundo, que esa revelación sea de interés público; y, por último, que sea el periodista quien realiza la investigación, no una autoridad cuyo informe sale a la luz gracias a la publicación de un medio (Santoro, 2004; Atwood, 2010). Estas tres condiciones esenciales hacen de la investigación una disciplina diferenciada de otros tipos de periodismo.

Varios autores agregan otras características que distinguen al periodismo de investigación. La mayoría coincide en la recolección de gran cantidad de documentos, tanto públicos como privados (Atwood, 2010; Dinges, 2010; Hunter, 2013; Houston, Bruzzese, & Weinberg, 2002). El periodismo anglosajón llama documents state of mind a la habilidad de reconocer, recolectar, ordenar y analizar la mayor cantidad de papeles que se producen alrededor de un asunto (Dinges, 2010; Houston, 2010). Un documento lleva a otro y este a otro, debido a los hechos que cada uno va evidenciando. De esta manera, es común que los reporteros se llenen de papeles y que los testimonios queden en segundo plano como validadores de datos. Otro elemento diferenciador del periodismo de investigación es el tiempo prolongado que el periodista dedica al proyecto (Hunter, 2013; Houston, Bruzzese, & Weinberg, 2002). El trabajo no se publica hasta que la información no esté completa. Esto no sucede en la cobertura diaria, pues la historia que se publica incompleta un día puede ampliarse en la edición siguiente. En definitiva, el periodismo de investigación es una disciplina que requiere la revisión de una gran cantidad de documentos, sin importar el tiempo que esto conlleve, pues el objetivo es abarcar la mayor cantidad de aristas alrededor de la historia.

Si bien los pasos a seguir en una investigación periodística divergen según cada autor, existen criterios comunes que permiten establecer ciertas normas generales al momento de plantear una metodología. Esas divergencias se dan por varias razones. Primero, hay que considerar que algunos autores advierten que el método no es una camisa de fuerza inamovible, sino que su aplicación depende de cada proyecto; además, el esquema de investigación tiene principalmente fines didácticos y difícilmente puede aprehender la flexible y compleja realidad (Santoro, 2004; Dinges, 2010). Asimismo, hay que tomar en cuenta que algunas propuestas hacen hincapié en que no se trata de seguir un paso tras otro, sino que las etapas se deben aplicar de manera simultánea (Santoro, 2004; Atwood, 2010). Por último, cada autor decide extender una fase o aplicar recursos extras de acuerdo con su experiencia previa. Por estas razones es que se registran diferencias entre las propuestas metodológicas. Por ejemplo, hay divergencias sobre el momento en que se debe delimitar el tema de investigación. Mientras el periodista argentino Daniel Santoro (2004) propone hacer la delimitación antes de plantear la hipótesis, el periodista estadounidense Roger Atwood (2010) anota que hay que hacerlo después. Otros desacuerdos son más significativos. Tras la elaboración de la hipótesis, Atwood plantea que se debe presentar el proyecto al director del medio, no sin antes establecer cuál será el mínimo de revelaciones a conseguir. El investigador estadounidense John Dinges (2010) agrega que, junto con esa declaración de resultados mínimos, el periodista debe exponer todas las evidencias2 que posee hasta ese momento para darle fuerza a su plan. El investigador francés Mark Lee Hunter (2013) va más allá, pues añade que se debe hacer un cronograma, un presupuesto y un plan de promoción de la historia que será dirigido a la audiencia. En todo caso, los autores analizados coinciden en que antes de iniciar la recolección de la información, es necesaria la planificación, cuyo núcleo es el planteamiento de la hispótesis, la misma que deberá ser corroborada o negada más adelante. Esta es la primera etapa de la investigación.

TABLA 1 EL MÉTODO DE INVESTIGACIÓN PERIODÍSTICA



La siguiente fase es la de reportería. Los métodos revisados coinciden en que las fuentes, tanto documentales como personales, se deben consultar desde lo general a lo particular. Hunter (2013) recomienda consultar todas las fuentes abiertas, que son de acceso público, antes de consultar a las fuentes personales. Además, los autores consultados siguen el modelo from the outside in, planteado por los investigadores del The Philadelphia Inquirer, James Steele y Donald Barlett (Houston, Bruzzese, & Weinberg, 2002). El modelo propone hacer un esquema de círculos concéntricos donde el investigado se encuentre en el centro y, a su alrededor, los personajes con los que se relaciona, dependiendo de su cercanía: los más alejados afuera y los más cercanos adentro. Los primeros en ser consultados serán los más apartados. Paulatinamente, el periodista debe ir cerrando los círculos hasta que, al final y solo al final, contacta al protagonista de la trama para la entrevista de contrastación. Dinges (2010) hace una clasificación de fuentes personales para determinar en qué orden deben ser consultadas. Para este autor, primero se debe contactar a las fuentes de conocimiento indirecto, que son expertos en el campo que se está investigando. Los académicos, los activistas y otros investigadores o periodistas entran en esta clasificación. Luego hay que ir por las fuentes de conocimiento directo: los testigos, las víctimas y los posibles culpables. La contrastación con los personajes cuestionados se realiza al final por cuestiones de estrategia y seguridad, pues si un poderoso se da cuenta de que alguien está siguiendo sus pisadas, lo más probable es que intente destruir evidencias importantes o que utilice su influencia para obstaculizar o, incluso, parar al periodista.

La tercera fase es el análisis de la información obtenida y, para ello, los autores ofrecen una serie de técnicas. La primera es el archivo tanto físico como digital de los documentos. Esto permite ahorrar el tiempo que se puede desperdiciar en la búsqueda de información ya obtenida. Además, Santoro (2004) y Dinges (2010) recomiendan la elaboración de un memorándum, que es una especie de diario donde el periodista anota qué hizo cada día, pues advierten que el reportero puede perder el control entre tanta información. Para cruzar los datos que se van recopilando, Santoro (2004) propone hacer un cuadro de doble entrada: en el lado de las columnas se colocan datos como direcciones, teléfonos, abogados, contadores y otros datos; y en el de las filas, los principales sospechosos de la investigación. El objetivo es corroborar si existen conexiones entre los personajes como, por ejemplo, si comparten el mismo teléfono, dirección, contador o encontrar cualquier otra coincidencia. Otra técnica recomendada por Santoro (2004) es la elaboración de una línea de tiempo, en la que se ordenan cronológicamente las actividades realizadas por los investigados. De esta manera, pueden aparecer relaciones entre hechos que de otra manera parecerían desconectados (Houston, Bruzzese, & Weinberg, 2002; Santoro, 2004). La idea de recopilar datos en un solo archivo para ubicar conexiones también es retomada por Hunter (2013), pero de manera más ambiciosa. Él propone la elaboración de un archivo maestro, que consiste en registrar todos los datos en un documento de texto o en una hoja de cálculo. Deben quedar las transcripciones de entrevistas, los extractos de documentos, la información de las fuentes, las anotaciones del periodista… en suma: todo. Esta técnica equivaldría a una síntesis del archivo, el memorándum, la cronología y la tabla para cruzar datos. Al final, todos los investigadores coinciden en que, si los resultados de la reportería y su análisis contradicen la hipótesis, esta debe ser perfeccionada tantas veces cuantas sea necesario. Por último, queda la etapa de producción, en donde se redacta y edita el reportaje. En definitiva, la investigación periodística se lleva a cabo en cuatro momentos —planificación, reportería, análisis y producción— que operan simultáneamente (Ver Tabla 1).

El apagón analógico

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