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Introducción

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«Buddha, el Dios, reside en el circuito de una calculadora o en el engranaje de una motocicleta, del mismo modo que en la cima de una montaña o en los pétalos de una flor».

Robert M. Pirsig – Zen y el arte del mantenimiento de la motocicleta

Reparar objetos no es fácil. Este libro no contiene ni la «solución» a todas las averías ni tampoco «reglas» sencillas aplicables de vez en cuando. Reparar objetos es todavía un arte que necesita un periodo de incubación antes de apreciar resultados evidentes. No existen recetas preparadas, aunque he intentado recoger lo que sé en un conjunto de consejos aplicables a distintos casos. Estas páginas os pueden ayudar a aprender una forma de reparar para aplicar en ciertas ocasiones. Aunque el libro está centrado en mi gran pasión, la electrónica, también trata la mecánica y la impresión 3D, pues reparar algo, actualmente, es una tarea bastante complicada.

Antes se fabricaban objetos diseñados para durar lo máximo posible y para ser reparados. Hoy en día ya no es así. Antes se utilizaba menos plástico y más metal, se usaban más tornillos y pernos y menos colas y encajes. Las cosas han cambiado mucho, y no precisamente a mejor. Estamos rodeados de objetos más bonitos, pero que duran mucho menos que antes. Los objetos que nos rodean tienen todos fecha de caducidad y están destinados a romperse en los plazos planeados por sus diseñadores. ¿Cómo es posible? Los circuitos y las piezas mecánicas están sujetos al uso. La corriente calienta los componentes, los engranajes se consumen. ¿Por qué la batidora que mi madre compró en 1971 todavía funciona y la que yo compré el año pasado ya he tenido que tirarla? Si en lugar de un engranaje de metal se coloca uno de plástico, está claro que durará poco. Si un circuito está mal diseñado o es insuficiente, está destinado a quemarse. Las empresas justifican este comportamiento porque así la economía se mueve. Si las cosas se rompen y no se pueden reparar fácilmente, se comprarán otras nuevas. Nos hemos acostumbrado a comprar electrodomésticos a precios escandalosamente bajos y, cuando se rompen, lo más normal es tirarlos a la basura con toda la tranquilidad y comprar otro de inmediato. Si un televisor nos cuesta poco más de 100 y es difícil de reparar, lo más seguro es que nos salga más a cuenta llevarlo a un punto de reciclaje que dejar que un técnico lo repare. Por otro lado, debido a esta tendencia a la baja, incluso los técnicos de reparación, literalmente, han desaparecido. De vez en cuando veo alguna tienda como las de antes con el rótulo «Reparamos TV». En su interior puede verse una mesa de trabajo de aspecto triste y abandonado y, en el escaparate, algún televisor lleno de polvo. Una verdadera lástima, pero se trata de una lucha desigual. ¿Cuánto nos puede pedir un técnico para que su reparación nos salga a cuenta? Si una lavadora cuesta 200 y la reparación necesita media jornada... ya estamos al límite para que nos salga a cuenta.

¿Y qué podemos hacer? ¿Adaptarnos y dejarnos llevar por esta oleada de consumo y reciclaje o intentar cambiar las cosas?

Las nuevas tecnologías pueden ayudarnos a cambiar esta situación. Es cierto que, en la mayoría de los casos, no podremos hacer nada y el desguace será la única alternativa, pero gracias a una impresora 3D, quizás podremos crear aquella pieza que nadie nos quiere vender porque no sale a cuenta. Volver a reparar nos devolverá las destrezas manuales que desde hace tiempo estamos perdiendo y nos permitirá apreciar el trabajo manual, en muchas ocasiones menospreciado.

Para reparar un objeto, a veces se necesitan varios intentos, pero cuando al final lo devolváis a la vida, será un gran momento y os sentiréis realmente satisfechos y agradecidos.

Reparar (casi) cualquier cosa

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