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1ª fase

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El primer año de vida se denomina algunas veces período rítmico-musical porque, durante este tiempo, los niños sienten más interés por los elementos musicales, melódicos y rítmicos del lenguaje que por el significado de las palabras. Después de esta fase sigue existiendo esa afinidad, pero, además, los niños desarrollan un interés más verbal: entienden y aprenden a utilizar muchas palabras.

En todo el planeta los niños de pecho comparten un lenguaje idéntico, lo que los adultos denominamos balbucear. Solo más tarde adoptan la lengua materna y el balbucear se especializa, es decir, se mantienen solamente los sonidos que constituyen el fundamento de la lengua materna.

Las primeras palabras que aprenden los niños hacen referencia a las personas, a los objetos y a las acciones de su entorno inmediato, como “papá”, “mamá”, “guau”, “miau“, etc. Al principio las pronuncian de forma totalmente ininteligible, y a menudo solo son capaces de entenderlas quienes siempre están con ellos. Poco a poco aumenta su vocabulario y pueden expresarse con palabras comprensibles.

Generalmente, a la aparición de esa capacidad de expresión le precede un período durante el cual, aunque los niños quieran expresarse con palabras, no lo consiguen. Ese es quizá uno de los motivos por los que tienen fases transitorias en las que están impacientes y refunfuñones, hasta que finalmente logran armonizar mejor el querer y el poder.

El desarrollo de los niños durante la primera infancia

La lengua, espejo del desarrollo del pensar

LAS PALABRAS QUE EMPLEAN LOS NIÑOS NOS PERMITEN HACERNOS UNA IMAGEN DE LO QUE ENTIENDEN DEL MUNDO.

Primero descubren que todo objeto tiene un nombre. En esta fase utilizan solamente sustantivos, de ese modo nos muestran que viven con las cosas que ven, es decir que “son”. Cuando los niños empiezan a utilizar verbos demuestran que comprenden lo activo, lo que está en formación, lo que deviene. Por primera vez se despierta en ellos una idea de lo que es el tiempo. Cuando a los verbos les siguen los adjetivos como “bonito”, “grande”, “pesado”, etc., manifiestan que se están ocupando de los matices y de las cualidades de las cosas.

Durante el tercer año, los niños empiezan a emplear el “Yo” para referirse a sí mismos, a diferenciar entre “yo” y “tú”, “mío” y “tuyo”, y a utilizar pronombres. Entonces podemos deducir que ya sienten a las otras personas como seres autónomos, distintos de ellos, con su propia existencia. Además, cada vez con mayor frecuencia, incorporan a su lengua los llamados conceptos abstractos, como “ayer” y “mañana”, “primero” y “después”.

ALGUNOS CONSEJOS PARA FOMENTAR EL DESARROLLO DEL HABLA

* Para aprender una lengua, lo más importante es tener un buen modelo. Es muy efectivo que el adulto acompañe con palabras todo lo que hace, de ese modo transmite al niño con el lenguaje lo que el niño ve y vive. Si se habitúa a hacerlo y lo hace con ganas, el adulto ayudará sin darse cuenta a que el niño pronuncie correctamente las palabras que quiere aprender. Por el contrario, si le habla en un lenguaje infantil y lleno de diminutivos, el niño empezará de forma instintiva a rebelarse.

* Un niño se podrá expresar mejor y establecer mayor comunicación verbal con otras personas, cuando experimente que realmente se le está escuchando, incluso aunque se embrolle con las palabras o se enrede al construir una frase. A menudo, solo por sus gestos ya sabemos lo que nos quieren decir. El arte de educar consiste ahora en esperar pacientemente hasta que también ellos sean capaces de encontrar, por sí solos, la expresión verbal de lo que quieren decirnos. Del mismo modo, es importante que durante la infancia practiquen el escuchar a otra persona atentamente. Los ruidos de fondo constantes de la radio, disco compacto o de la televisión entorpecen ese proceso, porque los niños se acostumbran desde pequeños a seguir parloteando y hablando en voz alta, aunque haya alguien hablando al lado suyo.

* “Corrección suave”. Cuando los niños pronuncian mal algunas palabras o no construyen bien algunas frases, les servirá de ayuda que repitamos otra vez lo que han dicho de forma clara, pero sin excesivo énfasis. Los niños aprenden a hablar con mayor facilidad en un entorno en el que se sienten seguros. También son muy sensibles a cómo reaccionan los adultos ante sus intentos de hablar.

* Los niños pequeños poseen un sentido muy marcado del elemento musical del lenguaje y adoptan sobre todo la entonación con la que se dice algo. A los niños les encantan los dichos y las rimas, puesto que en ellos el elemento melódico está mucho más marcado que en el lenguaje coloquial.

De uno a cuatro

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