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1.4. Valoración cristiana de su entrañamiento en la realidad

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Desde el espíritu del Vaticano II tenemos que recordar que lo natural no es la materia prima sobre la que se ejercita lo sobrenatural, que sería lo realmente valioso, según la doctrina y espiritualidad del proyecto de restauración de la cristiandad, vigente en tiempos de Brochero. Dios tiene un único designio: llevar la creación a la plenitud de la humanidad de su Hijo. El cristianismo no es, pues, una esfera específica de la realidad, que sería la realmente valiosa, y que relegaría a las demás a un papel secundario. Jesús se ha encarnado en la vida histórica para llevarla a la plenitud, sanándola, rehabilitándola y llevándola a la dignidad de las hijas e hijos de Dios. El Salvador no es otro que el Creador y la salvación es la creación trascendida.

Por tanto, a Dios se lo encuentra en la realidad. La encarnación de su Hijo en ella es la expresión definitiva de su compromiso absoluto con ella. Quien dé por perdido el mundo y pretenda salvarse tiene la actitud contraria a Jesús y a su Dios y Padre. Así, nunca se encontrará con ellos.

Por eso, lo propio de un párroco no es concentrarse en el templo sino, como Jesús, buscar por todos los medios que sus hermanos encomendados a él tengan vida y la tengan en abundancia. Y que la tengan en todos los niveles, empezando por los medios de vida y el trabajo; siguiendo porque lo hagan en su condición de sujetos y no de destinatarios de la dádiva de otro; prosiguiendo con la convivialidad y la cooperación; y culminando con el cultivo de la fraternidad de las hijas e hijos de Dios, ejercitando la confianza absoluta en él y la disponibilidad a sus designios, que no son otros que los dichos.

El cura Brochero, en la periferia del sistema (en las periferias existenciales, que son, según el papa Francisco, el lugar de la Iglesia y los cristianos), que es el lugar epistemológico más apto para auscultar los signos de los tiempos, fue capaz de asumir consecuentemente esta actitud y dirección vital y lo hizo con todo su ser, incluso con sus defectos, de los que fue consciente y que trató de superar o al menos de neutralizar, y a fondo.

El evangelio encarnado en la realidad

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