Читать книгу Palabras grabadas en mi alma - Peter Deunov - Страница 9

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Un almuerzo

Esto sucedió cuando yo atravesaba un período de vacas flacas. En Izgrev, vivía en una pequeña casita azul hecha de madera, y aún no había comidas en común. Un día, que tenía mucha hambre, pensaba: “Si el Maestro ve realmente a través del espacio, ¿puede ver que estoy aquí, que tengo hambre y que no tengo nada que comer?” Y todo tipo de pensamientos de ese tipo me pasaban por la cabeza.

Finalmente, llegué a la conclusión de que era una estupidez creer que el Maestro podía en ese momento verme y oírme. Por supuesto, tenía cosas mejor que hacer y problemas más importantes que resolver. Después de todo, no era tan dramático que alguien llamada Milka tuviera hambre y no tuviera nada que comer.

De repente, alguien llamó a mi puerta y una voz dijo:

– ¡Milka, ven a comer!

Fue el hermano Epitropov quien repitió su invitación.

– Oh, no es necesario, respondí perpleja y avergonzada. De repente pensé: “¿Y si el Maestro me hubiera oído?”

– ¡Vamos! Hoy mi mujer ha preparado una comida muy buena, insistió, y esperó a que me pusiera mi abrigo.

Para ir a su casa, el hermano Epitropov pasaba siempre por mi casa. Yo era amiga de su hija, pero hasta entonces nunca me había invitado a compartir su almuerzo. Todavía desconcertada, le seguí y me dieron una comida deliciosa y abundante. ¿Quién lo había enviado para invitarme a almorzar?

Palabras grabadas en mi alma

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