Читать книгу Pálido criminal - Philip Kerr - Страница 8

Оглавление

Sueles fijarte mucho más en la tarta de fresas del Café Kranzler cuando tu dieta te la prohíbe.

Bueno, últimamente he empezado a sentirme igual respecto a las mujeres. Solo que no estoy a dieta, sino que me encuentro con que las camareras, sencillamente, no me hacen ningún caso. Y además, hay tantas bonitas por todas partes. Mujeres, quiero decir, aunque me follaría igual a una camarera que a cualquier otro tipo de hembra. Hubo una mujer hace un par de años. Estaba enamorado de ella, pero desapareció. Bueno, es algo que le sucede a mucha gente en esta ciudad. Pero desde entonces solo he tenido asuntos ocasionales. Y ahora, si me vierais en Unter den Linden, moviendo la cabeza de un lado a otro, pensaríais que tenía la mirada fija en el péndulo de un hipnotizador. No sé, puede que sea el calor. Este verano Berlín suda tanto como el sobaco de un panadero. O puede que sea yo, a punto de cumplir los cuarenta y empezando a babear cuando tengo cerca una chica. Cualquiera que sea la razón, mi ansia por copular es absolutamente salvaje, algo que las mujeres te ven enseguida en los ojos y entonces ni se acercan a ti.

A pesar de todo, en el largo y tórrido verano de 1938, la violencia más cruel disfrutaba de cierto renacimiento de tipo ario.

Pálido criminal

Подняться наверх