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Capítulo 1
Protagonista: el agua
Una cuestión de circulación

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La extraordinaria actividad de lavado de los tejidos está condicionada por la calidad de nuestra circulación sanguínea. Veremos cómo una mala circulación sanguínea puede ser la causante de un desequilibrio en el ciclo del agua y, en definitiva, de la retención de líquidos.

Pero, en primer lugar, ¿qué entendemos por mala circulación?

Sin duda, esta expresión es demasiado genérica. Hay cuatro tipos de vasos: las arterias, las venas, los capilares y los linfáticos. Por tanto, al hablar de mala circulación, hay que precisar si se está hablando de circulación arterial, venosa, capilar o linfática, ya que cada una de estas disfunciones se manifiesta con efectos diferentes.


La mala circulación arterial

Se manifiesta en las piernas en forma de dolor en las pantorrillas al caminar. Este dolor puede ser lo bastante intenso como para obligar a la persona que lo sufre a detenerse de forma reiterada, y está asociado a lo que se denomina «arteritis», dolencia que no influye de ningún modo en el fenómeno de retención de líquidos.


La mala circulación capilar

En este caso, se manifiesta en las piernas en forma de sensación de frío en los pies o de un aspecto hinchado de la piel. Este problema tampoco provoca retención de líquidos.


La mala circulación venosa

Se relaciona con la sensación de piernas cansadas, la aparición de varices o varicosidades en las mismas, o de moratones espontáneos, y es la responsable del problema que nos ocupa.


La mala circulación linfática

Se manifiesta en pies y tobillos hinchados, fenómeno que puede llegar a ser muy importante y extenderse hasta los dedos de los pies, lo que es sinónimo de una afección linfática. También puede provocar retención de líquidos, aunque es mucho menos frecuente que en el caso de la mala circulación venosa.

8 minutos diarios para adelgazar de abajo

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