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CAPÍTULO II
El at-one-ment o la fusión con la verdad
ОглавлениеRafael E. López-Corvo
En una sesión terapéutica, dos personas, por lo general desconocidas entre sí, intentan un diálogo: uno utilizando un sistema científico deductivo similar a una lógica geocéntrica: obvia pero falsa; el Otro, utilizando un sistema científico opuesto o heliocéntrico: verdadero pero no obvio. Uno atrincherado en sus fantasmas, sus resistencias, compulsiones repetitivas, viejas defensas, las mentiras de la mente, proyecciones; el otro obstinado en la búsqueda incorruptible de la verdad a todo costo. En consecuencia, una comunicación paralela o “reversión de la perspectiva”, podría ser un inconveniente frecuente. La verdad tiene sus consecuencias, sus violencias; en lenguaje de Bion: “turbulencias”, “cambios catastróficos”, “cesuras”, muerte de esperanzas y logros tristes.
Anteriormente había expresado sobre este aspecto lo siguiente:
Bion mantuvo siempre una sospecha sobre el lenguaje coloquial, con sus vocablos manoseados en el tiempo, contaminados de significados y saturados de antiguos deseos que impugnaban sus orígenes. Qué diferencia con los elementos matemáticos, con los números, por ejemplo, que permanecen incólumes, como recipientes vacíos siempre prontos para ser llenados de cualquier cosa sin perder jamás su identidad: dos tigres, diez monedas, cinco flechas, cinco computadoras... ¡Si uno pudiese decir ‘buenas tardes’ usando elementos matemáticos! Exclama Bion en algún momento. (López-Corvo, 2002)
At-one-ment no es una palabra que existe en inglés, tampoco en español, aunque podría traducirse “en unión con”. Originalmente en inglés se usaba atone y atonement, las cuales significan: “corregir para mejorar” o “reparación de una ofensa”. La última tiene además un significado religioso pues describe la reconciliación con Dios a través de la muerte de Cristo. Tales experiencias no son diferentes de lo que Bion describió como at-one-ment, no tanto desde el significado religioso, como muchos lo han mal interpretado, pero sí desde el punto de vista humano.
Me estoy refiriendo a at-one-ment, por cuanto pienso que al inicio de la conferencia, Bion estaba reseñando la forma como debe realizarse la escucha analítica, no diferente a como respondemos internamente (contratransferencia) frente a un libro que abrimos por primera vez, una película que comenzamos a ver, la exhibición de un pintor o el concierto de un músico desconocido.
A lo largo de la conferencia el psicoanalista Salomón Resnik interroga a Bion. En su rol pareciera emular al coro en la tragedia griega, que intentaba resolver los escollos o resistencias que la audiencia podría experimentar al intentar seguir las complejidades que el drama buscaba expresar.
¿Qué hace que la verdadera edad de su paciente induzca tanto interés en Bion? ¿Qué edad tiene, 25, 42 o 62 años? Luego Bion pregunta acerca del vértice desde el cual uno pueda decidir si desea o no seguir viendo a este paciente: “En forma similar pienso que también podríamos preguntarnos: ¿cuántos años tiene esta conferencia, 36 años o dos días? ¿Cuando comenzamos a oírla –o leerla–, deseamos continuar o la detenemos? ¿De qué color la pintamos?”
Bion emula a Tiresias cuando invita a mirar los colores reflejados por el vitral de Heredia, utilizando los ojos de piedra de las estatuas que vigilan las tumbas, al igual que Tiresias, el visionario ciego de los griegos, quien veía el futuro, entendía el canto de los pájaros y leía en los desechos de las cenizas no consumidas por el fuego. En este sentido Bion exalta las bondades de la intuición y critica el peligro de la deshumanización y de la “cientificación” del psicoanálisis. Así dice:
Con frecuencia me encuentro con lo que se considera un psicoanálisis científico, pero esto no me recuerda nada, salvo fastidio.
La relación entre dos personas en el consultorio podría generar una chispa capaz de producir un fuego. Y luego, ¿qué resultaría de este encuentro? Habría que, siguiendo a Tiresias, examinar los despojos, las cenizas a ver si se encuentra un sentido al porqué este hombre tiene tres edades diferentes. Bion rechaza la necesidad de etiquetar al paciente con un diagnóstico, como observamos en psiquiatría. Tales etiquetas, dice, son parte de los despojos que habrían de ser examinados con gran cuidado para encontrar la verdad.
Bion añade:
Pero no sugeriré nada más porque me gustaría que ustedes pensaran en los varios vértices que pueden utilizar cuando confrontan no un libro o una pintura o un vitral, sino una persona. ¿Qué tipo de sombra producirá en su mente?
El lenguaje es esencial en este proceso de escucha, aunque con frecuencia puede ser también una limitación, con sus modismos y giros locales particulares, quizás sería más acertado utilizar el lenguaje de los artistas, considerar al consultorio como un atelier, y preguntarse qué tipo de artista somos, “¿ceramista?, ¿pintor?, ¿músico?, ¿escritor?”
Bion dice:
Un pintor, por ejemplo, podría creer que una pintura debería ser la verdad de la verdad, que debería mostrar algún aspecto de la realidad que de otra manera podríamos no notar. No es un psicoanalista pero puede pintar un cuadro. Miramos al cuadro y vemos cómo luce un árbol o una cara... El último artículo científico que leyeron en el International Journal of Psychoanalysis, ¿les recuerda personajes reales o no?
Imposible no ser un artista, asegura Bion, porque en última instancia, al igual como lo aseguran los maestros del Zen, ¡somos artistas de la vida! La intención en Bion es lograr la comunicación más cercana y más pura posible para captar la verdad, o sea, no comprenderla sino volvernos ella intuyéndola: “la realidad solo se capta cuando el entendimiento renuncia a ella”, ha dicho Suzuki (1981).
Siguiendo a San Juan de la Cruz, Bion en 1965 expresó que la capacidad para la escucha psicoanalítica que indaga la “verdad o realidad última”, se encuentra obstaculizada por lo menos por tres resistencias: a) lograr contener el momento doloroso que implica alcanzar un estado de total inocencia, necesario para asociar o definir lo que se escucha (pp. 158-9). Lo que se teme en ese momento es a la ignorancia, el no saber, lo cual impide poder escuchar en total ingenuidad, con la mente limpia de todo deseo, memoria o comprensión. b) La segunda forma de resistencia; o siguiendo a San Juan de la Cruz: “la noche oscura para los sentidos del hombre”, lo representa la obstrucción de la capacidad intuitiva, por cuanto la fe es utilizada para investigar historia en lugar de recoger lo que se intuye. c) La tercera noche oscura, es lo que Bion llama la resistencia a lograr una “Transformación en O”, de convertirse en O, de ser O; lo cual resulta impedido por la necesidad de utilizar la interpretación para “saber de algo” (K) en lugar de “devenir en algo” (O). La supremacía del conocimiento (K) sobre la intuición (O) en el momento de la escucha psicoanalítica, puede promover, según Bion, el peligro de la megalomanía9.
Bion sugiere que el paciente es una persona quien, similar a las raíces de un árbol, que no se ven, tiene un inconsciente también oculto, el cual requiere –insiste Bion– que se vea no con los ojos, sino que se mire con los ojos ciegos de la intuición. Al respecto, Resnik interroga:
Cuando usted relaciona las raíces de un árbol con el inconsciente, ¿tiene usted una imagen de algo que pueda experimentarse como raíces del inconsciente o del inconsciente como una raíz?
Bion aclara:
No. El inconsciente es una de esas palabras inventadas por Freud en un intento de llamar la atención sobre algo que realmente existía. Pero comúnmente sucede que uno queda atrapado en la palabra, en esos interminables y desgastadores –por lo menos para mí– argumentos sobre la teoría kleiniana, sobre la teoría de Abraham, sobre todo tipo de teorías.
A este nivel de la conferencia, alguien pregunta sobre “cambio catastrófico” y Bion responde utilizando un vértice diferente al que originalmente él ya había esgrimido, de cómo ciertos cambios experimentados por un equilibrio mental pueden hacerse catastróficos. Posiblemente ahora Bion intentaba mantenerse dentro del tema del seminario, es decir, buscaba evitar un cambio catastrófico producido por la introducción de la pregunta. En este sentido dice:
La palabra “catástrofe” tiene que ser entendida a la luz de algo que va en dirección opuesta [...] Hay dos personas en el consultorio que se juntan al mismo tiempo y en el mismo lugar, pero las direcciones de sus pensamientos son diferentes.
Bion parece referirse al dilema o discrepancia que con frecuencia existe entre el paciente y el analista en cuanto a la verdad, por cuanto el primero –digo yo– quien estuvo allí (testigo presencial de su historia) no desea recordar, mientras el analista, que desea recordar, ¡no estuvo allí! Bion produce otro ejemplo: “las cualidades invalorables” de poder dormirse y poder despertarse, la forma a como un estado implica un cambio catastrófico para el otro. Cuando estamos despiertos podemos pensar conscientemente y cuando estamos dormidos soñamos; sin embargo, el ser humano aún no da a los sueños la importancia que tienen y que le adjudicó Freud; sería similar a como un fruto llegase a despreciar las raíces del árbol por el solo hecho de estar ocultas.
El lenguaje con el cual el paciente se expresa es también significativo, diferente de la pintura que siempre es igual en todos los idiomas. En inglés, por ejemplo, uno se puede “romper” en diferentes formas: si es solo break significaría “romperse con violencia”, pero si es hacia abajo (break down) significaría “colapsar” y si es hacia arriba (break up), entonces sería “dispersarse” o “disolverse”; en cambio, romperse hacia afuera (break out), significaría “emerger” o “erupcionar”, aunque si se usa off en lugar de out (ambas palabras, off y out, significan “afuera”) significaría “detenerse abruptamente” mientras hacia adentro (break in) implicaría “intrusión”; por último, romperse alejándose (break away) implicaría “separarse” y romperse a través (break through), significaría “penetrar” o “avanzar”. Bion explica que en este sentido, resulta muy importante:
Los pacientes casi siempre no son buenos artistas, aunque sí saben lo que significa sentir sus sentimientos. Cuando tratan de decirte algo, pueden tener un vocabulario escaso. Entonces debe escucharse lo que dicen y mirar lo que son, comparar ambos y luego sacar tus propias conclusiones para ver si están colapsando (breaking down) o disolviéndose (breaking up) o avanzando (breaking through).
¿Cómo lograr romper esas barreras que se interponen entre lo que el paciente realmente siente y lo que el analista cree comprender? ¿Cómo alcanzar esa condición de at-one-ment o de intimidad con la verdad interior de un paciente? Es fácil, por ejemplo, saber a qué se refiere un paciente cuando habla de un dolor físico, pero no resulta lo mismo con el dolor mental, al cual de entrada todo paciente se refiere con diferentes nombres: ansiedad, miedo, terror, vergüenza, embarazo, fastidio, etcétera. Si uno tratara de pintarlos, dice Bion, “utilizaría diferentes variedades de colores, el psicoanalista debe inventar su propio lenguaje. Nuestro material no es visible, no es palpable”. Además, un paciente podría no desear decir nada, sino ser tocado, acariciado; o utiliza el lenguaje como una forma de evacuación, como si las palabras fueran orina o heces. Existen patologías psicosomáticas relacionadas con este mecanismo, como la “colitis ulcerativa”, donde el ano se convierte en un órgano de fonación. “Estos pacientes, cuando hablan”, dice Bion, “están más conscientes de la actividad muscular de expulsión que de la cualidad mental del pensamiento [...] además, no resulta fácil para el analista escoger el lenguaje que ha de utilizar para distinguir entre un trastorno somático y otro mental”.
Resnik interroga acerca de la posibilidad del analista de utilizar, en estos casos, aspectos infantiles de la contratransferencia para comprender e interpretar el material del paciente. Bion, por otra parte, alerta sobre las limitaciones del pensamiento infantil, por cuanto a pesar de que los niños tienen una gran sensibilidad para captar lo que sucede a su alrededor y pueden por lo tanto estar bien informados, al mismo tiempo carecen de la experiencia que posee un adulto. Podría ser muy natural, por ejemplo, que un niño, por lealtad a sus compañeros no pasase información sobre un asunto peligroso para él, a una persona mayor. Tal situación representa una forma de fragmentación, no solamente entre algo consciente e inconsciente, sino ante todo entre el recuerdo de lo que una vez fuiste cuando niño y todo lo que sabes sobre ti hoy en día.
Bion pareciera alertar sobre el uso de aspectos infantiles por parte del analista, los cuales podrían representar lo que él ha llamado una “moda” (vogue), lo cual no se refiere a la moda en sí, sino a la presión que el “grupo” ejerce sobre el individuo, induciéndole, con frecuencia inconscientemente, a un tipo de comportamiento en particular que forjaría, según él, un sentimiento de pertenencia al grupo, a la cultura o a su generación.
Bion regresa nuevamente a su paciente de la edad incierta y se pregunta, aunque parece no tener respuesta, sobre las posibles condiciones físicas que pudiesen determinar tales diferencias: ¿son los músculos de la cara?, ¿la forma como habla?, ¿la piel? El recuerdo de otro paciente viene al rescate, alguien que le había tomado tiempo en darse cuenta que no dejaba huellas sobre el diván:
cuando se marchaba era como que nadie se hubiese acostado en él y se me ocurrió que se acostaba siempre en la misma posición, como una especie de catalepsia mental. Nunca trajo un sueño, no estaba despierto ni dormido, ni consciente ni inconsciente. ¿Como podía vivir en ese exacto estado mental? Físicamente podía estar en el diván siempre en la misma posición, luego se hizo claro que también hacía lo mismo mentalmente.
Una voz anónima en la audiencia, que parece no estar interesada en las asociaciones de Bion, interrumpe con una pregunta: “en Francia los analistas no permiten a sus pacientes discontinuar su tratamiento”. Nuevamente pareciera que el hilo clínico pudiese perderse, sin embargo, Bion audazmente logra una síntesis entre la pregunta inoportuna y el tema: “Lo importante es la iniciativa, no la dirección... «¿Quién da a luz a quién?»”, pregunta Bion, “la madre al bebé a término, o el bebé a la madre? ¿Quién quiere ver a quién, el paciente al analista, o el analista al paciente?” “Pareciera”, concluye, “que la situación cataléptica representa un tipo de refugio, en realidad usted no efectúa ninguna de las dos”.
Bion busca reanudar el camino con la ayuda de otro paciente, quien hablaba prolijamente sobre el 14 de julio en Francia pero no mencionaba la caída de la Bastilla ni de las personas celebrando por las calles; algo falta en la historia y usted quisiera seguir oyendo y en esta forma el análisis comienza, y luego usted siente que no quiere seguir viendo al paciente, pero él sí a usted, al final hay que intentar “hacer lo mejor de un mal trabajo”. Finalmente, Bion alerta sobre la tendencia obsesiva de muchos a sentirse defraudados por las restricciones e imprecisión del psicoanálisis, por la falta de cientificismo, y como salida frente a la desilusión recurre a la estética:
Usted puede tener la oportunidad de sentir que la interpretación que proporciona es hermosa o que obtiene una bella respuesta de su paciente. El elemento estético de la belleza hace que una situación difícil se haga tolerable. Es importante atreverse a pensar o sentir lo que sea, sin importar cuán poco científico esto sea.