Читать книгу El Seminario de Wilfred Bion en Paris - Rafael López-Corvo - Страница 13
Conclusiones
ОглавлениеDurante los inicios de sus investigaciones sobre el inconsciente, Freud intentó librar la metodología psicoanalítica de posibles sospechas esotéricas, lo cual observamos por ejemplo en su ambivalencia frente al riesgo de presentar y publicar investigaciones relacionadas con el tema de “la transferencia del pensamiento”, por cuanto Freud pensaba, según Strachey, que “la posición científica del psicoanálisis estaría en peligro” si la verdad sobre estas observaciones fuese establecida. A pesar de esta observación, Freud estableció en 1921 lo siguiente:
Los acontecimientos pueden explicarse completamente si estamos dispuestos a asumir que el pensamiento puede trasmitirse [...] mediante algún método desconocido y diferente de aquellos que nos son familiares. Es decir, debemos inferir que la transferencia del pensamiento existe [...] aquello que ha sido comunicado mediante un tipo de inducción entre una y otra persona no equivale meramente a una porción indiferente de conocimiento. Muestra que un deseo extraordinario y poderoso contenido por una persona y que mantiene una relación especial con su consciencia, ha podido, con la ayuda de una segunda persona, lograr un expresión consciente aunque en una forma ligeramente velada.10 [pp. 184-5].
Es indudable que Freud entonces intuía lo que posteriormente Melanie Klein (1946), desde una época y una perspectiva diferente, pudo resolver, al ubicar las “transferencias del pensamiento” dentro de la teoría de las “proyecciones”, a la vez que añadía a la descripción original la noción de identificación y en esta forma estructuraba la fenomenología de lo que hoy conocemos como “identificaciones proyectivas e introyectivas”. Ha sido un descubrimiento trascendental –que no consideramos esotérico aunque a muchos todavía les cuesta seguir– que ha proporcionado a la clínica psicoanalítica una profundidad indiscutible y una mayor comprensión de los mecanismos de la comunicación.
“Es muy posible que en el Occidente las personas estén sintiendo cada vez más la necesidad de otra alternativa diferente a la visión de un mundo absolutamente científico”, ha expresado Armstrong (1993, p. 212); una visión que coincide completamente con un planteamiento hecho por Bion en esta conferencia al expresar que:
Con frecuencia me encuentro con lo que se considera un psicoanálisis científico, pero esto no me recuerda nada, salvo fastidio.
Bion (1992) ha descrito la existencia de tres espacios mentales diferentes: “beta” (β), “alfa” (α) y “sigma” (σ). El primero corresponde a los ‘elementos beta’ o ‘pensamientos no pensados’, los cuales permanecen a la espera de una mente capaz de proporcionarles un significado. El espacio alfa se refiere a la realidad, tal y como es percibida por los sentidos, con su espectro de lo ‘ultra’ y lo ‘infra-real’. Sigma representa el espacio de lo intuitivo, el cual Bion (1992) ha definido en la siguiente forma:
Estoy suponiendo la existencia de un dominio psico-analítico con su propia realidad incuestionable, constante, sujeto a cambios únicamente de acuerdo con sus reglas particulares aun cuando estas reglas no sean conocidas. Tales realidades son ‘intuibles’ solamente si existe el aparato adecuado y las condiciones necesarias para su funcionamiento [...] Las condiciones en que la intuición opera (intuye) son transparentes y opacas. Ya he indicado que desde el punto de vista de quien intuye, se le pueden adjudicar nombres a tales opacidades. Corresponden a la memoria, al deseo y a la comprensión. Todas son opacidades que obstruyen la intuición. [p. 315]
El descubrimiento del inconsciente tiene ya algo más de cien años, lo cual ha permitido a Bion realizar un giro hacia la izquierda, hacia la “sinistra”, sin que con ello se alarmen los cientificistas. Bion ha utilizado experiencias del budismo Zen, como son la intuición, la ausencia de deseo y memoria o la noción de “O”; y también del cristianismo, tales como las experiencias de San Juan de la Cruz –a las cuales ya me he referido al comienzo– así como las de Meister Eckhart (López-Corvo, 2002, 2006). En virtud de esta inclinación hacia ese mundo misterioso de lo impreciso, a Bion se le ha considerado como un místico. Según el Shiur Qomah, un texto sagrado hebreo del siglo V, toda experiencia mística requiere esencialmente de dos ingredientes: imaginación y el uso de lo inefable, dos cualidades que podemos encontrar en la teoría de Bion, ante todo en su concepto de “O” como la verdad última. “O” es lo inefable, lo desconocido que puede conocerse pero cuando se conoce ya no es más O; pero es este conocimiento el que permite al analista, según Bion, saber de qué en realidad está hablando el paciente cuando le escucha sin compromiso, en un estado libre de memoria y deseo y presta atención sobre todo aquello que imagina en ese momento y recoge lo imaginado con un acto fe. Es este estado de encarnación o de at-one-ment, lo que permite la coalición con O, equivalente a la alianza con Dios en los místicos cristianos o al nirvana en los budistas.
En resumen, at-one-ment representa, durante la sesión analítica, una encarnación con O, con la cosa-en-si-misma o la verdad ultima, diferente al tipo de at-one-ment observado en la pareja que se ama, por cuanto ésta está basada en una fusión dominada por la memoria y el deseo y determinada por el principio del placer.
9 Ahora se me ocurre que el llamado “corte” de los lacanianos, podría representar un buen ejemplo de este peligro.
10 El énfasis es mío.