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1. OJOS Y CULTURA-RED (EXCEDENTARIA)


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Lo parece. Parece que habitamos una época grande en la potencia de sus nuevas formas de compartir y construir, y no menos poderosa en la amenaza de fragilidad y en las formas de desigualdad y crisis que la acompañan. Habitamos, entonces, un comienzo, donde hay zonas de contraste que atraen y asustan porque son desconocidas o porque están gestándose y, justamente por ello, nos implican como agentes activos; zonas que no quieren convertirse en copias de los grandes caminos ya transitados.

Este escenario, al que llamaré cultura-red, viene definido por la convivencia y construcción de mundo y subjetividad a través de las pantallas en un contexto excedentario en lo visual (imagen, información, datos…). Contexto caracterizado en un marco donde conviven formas de capitalismo cognitivo o informacional con otras formas de economía social que surgen desde la ciudadanía. Allí donde podemos gestionar trabajos, conocimiento y vida ayudados (o condicionados) por las lógicas algorítmicas y de bases de datos que alimentamos y que nos alimentan online, organizando visibilidad y existencia. Pero esta cultura-red no solo proporciona mecanismos para lo que hoy consideramos imprescindible en una sociedad global y conectada, sino que gestiona lo excedentario, lo acumulado que se manifiesta en lo social y en lo individual, el sobrante de cosas digitales que crecen exponencialmente y que diariamente producimos, consumimos y desechamos de los otros, permitiéndonos nuevos hábitats de relación de los que se deducen condicionantes biopolíticos para ser y para poder ser, nuevas manifestaciones de la realidad social y del poder en la red.

Un asunto prioritario aquí sería el que relaciona ser visto en la pantalla con existir y formar parte de las nuevas lógicas de “valor” en el mundo. Con independencia incluso de una existencia material, lo expuesto y enmarcado en la pantalla, sea representado, presentado o creado, es lo que parece determinar hoy la nueva ontología de la cultura-red, la nueva articulación de lo real.

Claro que interesará de manera más intensa aquello que existiendo en la red alude a la materialidad de un sujeto, aquello que recorre la complejidad del habitar hoy de las personas un mundo irreversiblemente conectado. Porque lo que se deduce de esta configuración de colectividades de individuos frente a sus diversos dispositivos móviles, habla de un territorio peculiar para entender las formas de economía y política que vienen. En ellas se alza una práctica cotidiana, habituarnos a la autogestión del excedente de cosas que compartimos y que nos comprometen a través de lo que vemos.

Entender la obligatoriedad de dicha práctica, o por qué muchos la perciben como tal, implica facilitar la toma de conciencia del ver y sus repercusiones en las redes. Me refiero a la conciencia no solo como “saber y conocimiento” de afuera, sino también como gozo, descubrimiento, epifanía del uno mismo, mirada interior, liberación de la dependencia frente a lo que vemos.

Si el capitalismo se ha basado de manera indispensable en el doble dispositivo “disciplina y gestión”6 como órdenes de funcionamiento y control, cabría identificar de qué manera, en qué contextos, este doble código sigue operando en la cultura-red. De la misma forma, habríamos de conocer dónde y cómo está siendo difuminado. Es decir, dónde la red adquiere un potencial más transformador frente a la disciplina y la gestión capitalistas. Considero que esas ubicaciones tienen que ver con las zonas en las que viejas parejas que marcaban relaciones dicotómicas como público-privado, afición-trabajo o producción-consumo, están siendo transgredidas hacia un nuevo modelo, dando forma a un escenario que difiere muy claramente del ayer.

Ojos y capital

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