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Introducción

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¿Cómo nace un libro? ¿Por qué se escribe? ¿Cómo puede uno saberlo? Es como la vida. A veces el origen de un libro puede ser tan imprevisto como aquel primer amor que nos sacó de la infancia. O puede ser planificado, pensado y esperado como la llegada de un hijo al mundo. Este libro nació espontáneamente. Aparentemente por una circunstancia casual. Pero su origen está en un clamor de toda la humanidad.

En una tarde de verano de 2014 aquí en el hemisferio norte, invierno en el sur, encontré un cuento breve, de solo dos párrafos, del escritor uruguayo Eduardo Galeano. Con ese cuento comienza el capítulo uno. Su lectura laceró mi corazón. Me golpeó el clamor del niño de Managua. Y esta obra entonces se convirtió en una especie de respuesta a ese niño, cuyo ruego es el clamor de toda la humanidad. Todos estamos necesitados de una mirada paternal. Esto es válido tanto para el orden natural como para el orden sobrenatural. Psicológica y espiritualmente.

Y qué mejor que el Padrenuestro como respuesta a la necesidad que tú y yo tenemos de ese cuidado paternal. Todos necesitamos el amor de Dios y del prójimo. Y así nació este libro, entrelazando las verdades cardinales del Padrenuestro con un testimonio de vida. No es un tratado teológico ni filosófico. Aunque todo el recorrido sea bíblico. Es una obra testimonial. Como lo es la fe. Cada creyente es un testigo de un juicio universal, donde hay un condenado, un juez y un abogado. En este sentido, la Teología y el Derecho son hermanos.

Son nueve capítulos de relatos, reflexión y poesía, donde el ansia por Dios esconde la búsqueda de un padre ausente. Y la búsqueda de un padre ausente hace necesario el encuentro con el Padre celestial. Con ese eje de transmisión, el libro se convierte en una exposición de las doctrinas cardinales del cristianismo que expresan el espíritu y la vida de un Padre celestial que nos ama.

El Padrenuestro es de todos. Como la lluvia y el sol. Como lo son las tormentas y las sequías. Como son los días claros y los oscuros. El Padre lo sabe todo. Y de él provienen todos los dones. Para disfrutar en tiempos de bonanza, para aprender en tiempos de prueba. Porque los días soleados son para gozar y los oscuros para aprender. No se aprende del placer sino del dolor. Y todo lo que nos ocurre lo sabe el Señor.

El libro sigue la secuencia de la oración de Jesús. Se deja llevar por sus palabras. El Padrenuestro tiene la forma de la Ley de Dios, que expresa la esencia de su carácter: el amor. Dios es amor. Así pensó Jesús su oración. Porque su pensamiento estaba estructurado sobre la ley del amor.

Así como el Decálogo se divide en dos partes, también el Padrenuestro expresa la verticalidad y la horizontalidad del alma humana: Dios y el prójimo.

El primer grupo de peticiones nos lleva hacia él, y para él: ¡tu Nombre, tu reino, tu voluntad! El amor encuentra su origen en aquel que amamos “porque él nos amó primero” (1 Juan 4:19). Estas súplicas se escucharán nuevamente en la cruz del Calvario. Y están orientadas hacia la esperanza del cumplimiento final del plan de salvación (ver 1 Cor. 15:28).

Las últimas cuatro peticiones ofrecen nuestras miserias a su gracia: “Un abismo llama a otro abismo a la voz de tus cascadas” (Sal. 42:7). Son la ofrenda de nuestra esperanza, que atrae la mirada del Padre de las misericordias.

Es mi deseo más profundo que este libro sea palabra de vida para tu corazón. Todo el libro tiene que ver contigo. Porque todos estamos necesitados del Padre celestial.

La búsqueda

Señor, me cansa la vida,

tengo la garganta ronca

de gritar sobre los mares,

la voz de la mar me asorda.

Señor, me cansa la vida

y el universo me ahoga.

Señor, me dejaste solo,

solo, con el mar a solas.

O tú y yo jugando estamos

al escondite, Señor,

o la voz con que te llamo

es tu voz.

Por todas partes te busco

sin encontrarte jamás,

y en todas partes te encuentro

solo por irte a buscar.

Antonio Machado, poeta español, 1875 – 1939.

En busca del amor perdido

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