Читать книгу Construyendo el amor conyugal - Ricardo E. Facci - Страница 10
ОглавлениеEl diálogo no verbal
Muchos otros signos... hizo Jesús (Jn 20, 30).
Al tocar tu cuerpo, poseo todo tu ser.
Dios llegó hasta nosotros para revelarse, mostrarse, dialogar. Se hizo humano a través de otros, o, en su propio Hijo, para hablarnos sobre quién era él. Lo curioso es que realizó todo a nuestro modo, utilizando signos y palabras para que podamos comprender.
Él conoce que los hombres nos comunicamos con palabras y también con signos. Debemos descubrir que somos capaces de construir diálogos verbales y no verbales.
El diálogo verbal es aquel que para realizarlo utilizamos palabras, del cual ya tratamos en los dos capítulos anteriores. Reflexionaremos, aquí, sobre el diálogo no verbal. Ese que se realiza con gestos, miradas, caricias, etcétera.
Cuando una pareja vive sus primeros tiempos de enamoramiento, piensa que estarán siempre juntos y que con el correr del tiempo la relación será igual o mejor.
Mientras son novios y en el primer tiempo del matrimonio la pareja está siempre acariciándose, experimentan como algo hermoso el tomarse de las manos, ni se les cruza por la mente que más adelante no se acariciarán con la misma frecuencia y sensibilidad.
Pocos años después de estar casados comienzan a surgir algunos cambios. Ya casi no se les ocurre la idea de una caricia. ¿Acaso no están sus manos siempre ocupadas con un periódico, un cigarrillo, un libro, una herramienta o alguna tarea del hogar? Cuando uno llega a un restaurante se da cuenta enseguida de cuáles son las parejas de casados y cuáles las de novios... O la diferencia que marcan en el caminar paseando o en el andar en automóvil, entre una pareja de jóvenes enamorados y la de otra que hace tiempo vive en matrimonio... La pareja joven comparte todo: se abrazan, miran juntos la vidriera, nunca se separan físicamente. En cambio, la pareja de más años lo vive distinto: ella mirando la vidriera, él parado en el cordón de la vereda (la vidriera lo aburre y tiene miedo de que le salga caro el consentir). El automóvil: los novios, ¿cuántos van en el coche? ¿Uno o dos? Los esposos: menos mal que la puerta tiene posabrazos para apoyarse. Cuando no viene el hijo crecidito que manda a la madre al asiento de atrás.
Alguien me decía un día que el ser romántico es asunto de adolescentes enamorados, de inmaduros, en fin, cosas de chiquilines. Simplemente le respondí: “¡Pobre matrimonio el tuyo!”.
Una pareja se percibe mutuamente cuando se está acariciando. Es distinto que dialogar sólo verbalmente. Existe un vínculo definido cuando se está acariciando o se experimenta el ser acariciado. Asimismo se crea una distancia cuando no hay contacto físico. El no estar juntos, sino separados, produce una relación lejana, impersonal. Un elemento especial de unidad no está presente cuando no se está, prolongadamente, con algún contacto físico. Un matrimonio no necesita estar acariciándose cada momento, pero cuando las caricias son menos frecuentes, una cierta ternura y dulzura desaparece de su relación.
Es más difícil escuchar y concentrarse en el otro sólo con los ojos y oídos. Se necesitan, también, las manos. Se experimenta fácilmente cuando el otro no está compenetrado en uno, las manos evitan esa demostración.
La disminución de las caricias es signo de un enfriamiento de la relación, de una mayor concentración de la persona en sus propios intereses y aparece una mayor sensibilidad a ser herido. Suele comenzar un sentimiento de estar aislado, incomprendido, utilizado. El matrimonio puede transformarse en un oficio. Se piensa que el tiempo romántico ya ha pasado y esto no necesariamente significa que están disgustados el uno con el otro, o que rechacen la responsabilidad matrimonial, pero, qué lástima, perdieron la “chispa”, lo nuevo que debe ser cada día la vida de pareja, se vuelve todo desabrido, monótono, la atención queda dominada por otras cosas y no por el cónyuge. Se pierde la sintonía del otro. El interior necesita el cuerpo para expresarse. Cuando dos esposos se tocan llegan a poseerse plenamente.
Para dialogar en pareja
1.- ¿Cuánto nos acariciamos? ¿Qué efectos descubrimos cuando nos acariciamos menos?
2.- ¿Por qué nos acariciamos menos?
3.- ¿Cuál de nosotros acaricia con más frecuencia?
4.- ¿Qué nos decimos cuando nos tomamos la mano?
5.- ¿Sabemos escuchar el lenguaje no verbal?
Para orar juntos
Señor,
tú actuaste según
los modos de comunicación del hombre,
haciéndonos descubrir
que la mejor manera de llegar al otro
es a través de su propio camino.
Ayúdanos a no desaprovechar
la infinidad de modos que poseemos
para comunicarnos amándonos,
que siempre sintonicemos
el uno con el otro
para que nuestro diálogo verbal y no verbal
no posea interferencias
de ninguna especie.
Que jamás dejemos de utilizar
nuestro lenguaje
para no enfriar la relación matrimonial.
Amén.