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Llamados a ser fieles

Yavé, Yavé es un Dios misericordioso y clemente,

tardo a la cólera y rico en amor verdadero,

que mantiene su amor por mil generaciones (Éx 34, 6-7).

Permanece fiel hasta la muerte,

y te daré la corona de la Vida

(Apoc 2, 10).

Prometo serte fiel tanto en la prosperidad

como en la adversidad....

durante toda mi vida”

(Ritual romano).

Dios es rico en amor verdadero, por ende su amor dura por todas las generaciones. Los cristianos debemos permanecer fieles al Señor, hasta la muerte, para recibir la corona de la vida. Fidelidad que se concreta en las grandes y pequeñas cosas de nuestra existencia. Para los esposos esta fidelidad tiene como marco la alianza matrimonial.

En el sacramento del matrimonio han dado una palabra: prometo serte fiel tanto en la prosperidad como en la adversidad, en la salud como en la enfermedad: Fiel es el que guarda y cumple la palabra dada a otra persona.

Ahora bien, ¿qué es ser fiel en el matrimonio? ¿Qué es guardar y cumplir la palabra dada en el sacramento? Muchos piensan que ser infiel es olvidar la alianza matrimonial, llegando a compartir con un tercero el cuerpo.

Evidentemente que este pensamiento no está mal, pero vere­mos que aún es mucho más profundo. Jesús no abolió el no matar, pero le dio un tinte más positivo, amen a sus enemigos. Vamos a profundizar hasta dónde llega el ser fiel en el matrimonio:

• Tú eres mi dueño: Ser fiel es vivir la realidad permanente de que cada uno es del otro, en virtud de la donación mutua que realizaron frente al altar. Sin fidelidad al ser posesión del otro, cuando se comparte el cuerpo con un tercero, el matrimonio pasa a ser simplemente una figura externa, siendo no solo una falta al sexto mandamiento, sino también una acción contra la justicia, ya que no se dispone del cuerpo, él es posesión del cónyuge. Por lo tanto, al compar­tirlo con un tercero se lo está robando. Nadie puede servirá dos señores, o a uno o a otro, lo dijo Jesús. ¿Qué más?

Leamos de nuevo a Jesús: Yo les digo que quien mira con malos deseos a una mujer ya cometió adulterio en su corazón, agreguemos nosotros: o a un varón. Porque en ese instante, no se es del esposo, de la esposa... Es para dialogarlo, ¿no?

• Me casé contigo para hacerte feliz: Decíamos que la fidelidad va mucho más allá de lo que generalmente pensa­mos. ¿De qué vale no “engañar” al cónyuge si en la vida diaria no se lo hace feliz a causa del mal humor y desinterés por él? El día del casamiento se comprometieron a hacer feliz al otro, por lo tanto, cada gesto, palabra u olvido que no contribuye a que el otro sea feliz, se transforman en migajas de infidelidad a la alianza matrimonial. Para pensarlo.

• Más aun, me casé contigo para hacerte eternamente feliz: Cada esposo debe preocuparse por estar en gracia para hacer crecer al cónyuge, tratando de hacerlo eterna­mente feliz por medio de la santidad.

Hay muchos otros elementos que son signos de fidelidad:

• El diálogo: Si no se comparte plenamente la interioridad y los sentimientos, hay algo que se esconde ante el otro. ¿Es esto fidelidad?

• La alegría: Otro de los signos del empeño por ser fiel al compromiso matrimonial es el buscar alegrar siempre al cónyuge y a la familia. La infidelidad va del brazo de la amargura, la fidelidad se expresa en la alegría.

• El interés por el otro: Ser fiel es, también, preocuparse y ocuparse del cónyuge, de sus intereses y problemas.

• La cruz: Por si todo fuese poco, recuerden que como esposos prometieron ser fieles “en la adversidad y en la enfermedad”, por lo tanto la fidelidad reclama que cada uno lo ayude al otro a soportar sus sufrimientos, sus dolores, sus caídas. En fin, ser fiel es ayudar a llevar la cruz, como el Cireneo ayudó a Jesús.

Para dialogar en pareja

1.- ¿Somos realmente fieles, en todo lo que esto implica?

2.- ¿Qué podemos comenzar a realizar para acrecentar nuestra fidelidad?

Para orar juntos

Gracias, Señor,

porque el día

de nuestro sacramento matrimonial,

nos diste, entre otras,

la gracia de la fidelidad.

Ayúdanos a tenerla siempre presente,

para poder ser mutuamente fieles

hasta el fin de nuestras vidas,

en todo, especialmente

en las pequeñas cosas de cada día,

para que cuando lleguen

las pruebas grandes

no nos tomen desprevenidos,

pudiendo, así,

permanecer en nuestro amor.

Amén.

Construyendo el amor conyugal

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