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Olaf sacó la yema del huevo con la cuchara. Después dejó la cáscara del huevo que se acababa de comer en la huevera con la apertura hacia adelante. Tras un par de toques consiguió que pareciera un apetecible huevo para el desayuno y lo puso al lado del plato de Tobías.

Había pasado mucho tiempo, desde la época en la que sus hijos caían con este truco. Durante unos cuantos años era el deporte del fin de semana: colocar la cáscara del huevo vacía al lado del plato del otro. Hasta Olaf había tenido entre sus manos, en varias ocasiones y para disfrute de sus hijos, una cáscara vacía de huevo. En algún momento dejaron de hacer esa travesura o simplemente los hijos se hicieron demasiado mayores para ese tipo de broma.

Ya va siendo hora de volver a probarlo con Tobías. Después del bachillerato, la interrupción de sus estudios universitarios y la formación para ser policía, no contaría con que su padre le pusiera una cáscara de huevo vacía.

“Buenos días papá”

Tobías se sentó cómodamente en la mesa de la cocina y se sirvió café. Empezó a abrir un panecillo. ¿Cogería ahora el “presunto” huevo?

“Voy a empezar con la mermelada.”

Olaf le pasó el tarro. El huevo tendría que esperar.

“¿Qué tal te va en el trabajo?” Olaf le hacía la misma pregunta todos los sábados, el día en que tenían por costumbre desayunar juntos. Por cierto, nunca le daba una respuesta clara.

“Tenemos un caso nuevo.”

Eso ya lo sabía Olaf. “¿Me imagino que será un caso de asesinato?” “Claro que es un caso de asesinato” Tobías parecía molesto “En la brigada de homicidios es lo que se investiga la mayoría de las veces.”

“¿Y a quién han asesinado?”

“Papá, sabes de sobra que no puedo revelar detalles de los casos.”

Siempre con secretitos. “Por lo menos me podrás decir lo que de todas maneras va a parecer en el periódico.”

“Por ejemplo” Tobías pegó un bocado a su panecillo “que se ha encontrado a un estudiante universitario muerto en el Nidda” dijo con la boca llena.

Que el asesinato había sido en el Nidda no lo sabía Olaf. “¿Asesinado?”

“Seguro que le han asesinado; si no, no habría caído este caso sobre mi mesa “

También ha caído en tu Smartphone. “Y ahora buscáis al autor.”

Tobías le miró flipado, parecía como si su padre hubiera envejecido de golpe y se le hubiera ido la cabeza.

“Sí” – se apresuró a decir Olaf “ya sé que sois el departamento de homicidios y ésa es la función del departamento, buscar asesinos.”

Se puso un café “¿y qué tienes que hacer tú en la investigación?”

“Lo usual en estos casos.” Típica frase hecha. “En cualquier caso, hoy tengo que trabajar en ello.”

Como si fueran las palabras mágicas, el teléfono de Tobías empezó a sonar con la melodía que tenía para las llamadas del trabajo.

“Sí”

Olaf oía la mayoría de las veces únicamente “sí” cada vez que su hijo hablaba con el jefe.

“De acuerdo. Eso haré”

Eso decía siempre que su jefe le permitía colgar el teléfono.

Acto seguido se puso a marcar un número. Olaf aparentemente estaba untando queso en el pan tan tranquilo, aunque en el fondo estaba escuchando expectante.

“Hola ¿Thorsten?” Silencio “¿Cómo? Quiero hablar con Thorsten.” Miró rebotado el Smartphone, pero parecía estar seguro, después de echarlo un vistazo, de que no se había confundido. “¿Naomi? ¿Chantal?” De nuevo separó el móvil de la oreja y miró fijamente a la pantalla “¿Qué significa eso de que ahí solo hay señoritas?”

Ajá, el Eros-Center. Olaf se sonrió por dentro.

“Lo mismo me pasó ayer” dijo Tobías contrariado, mientras dejaba su móvil encima de la mesa “¡Y en medio de un caso! Tengo que llamar a un compañero de huellas y siempre me sale este negocio tan raro.”

No dio detalles de a qué tipo de negocio se refería y miró de reojo al supuesto huevo del desayuno

“Holger va a pensar ahora que incluso para hacer esto soy demasiado tonto.”

Cogió la cucharita. Ahora se le rompería la cáscara del huevo.

“Esta inutilidad de móvil.”

Se levantó de la mesa

“He perdido el apetito.”


Olaf estuvo esperando hasta que Tobías se fue de casa. Para desactivar la función con la que había manipulado la agenda solo necesitaba un par de clics del ratón. Tobías ya tenía suficientes problemas con sus compañeros de trabajo como para añadirle un teléfono escacharrado. De todas formas, de lo que se trata es de escuchar lo que cuenta de su trabajo – y lo que no cuenta.

¡Qué tenía que ir sin falta a la Policía! Olaf sabía que esa profesión no era para su hijo y lo había intentado desanimar. ¿Quizás fue por eso por lo que Tobías hizo todo lo posible para ser policía? Las pruebas psicológicas las pasó impecablemente. ¡Qué lástima!

Olaf se puso a revisar lo que el virus había descargado en el servidor. Borró las grabaciones telefónicas, sin oírlas antes. Demasiado íntimo. Abrió el programa de configuración del virus e hizo los ajustes. El virus estaba configurado de tal manera que todo lo que pasaba por el móvil de Tobías, se enviaba íntegramente al servidor. Desde luego esa no había sido la intención de Olaf. Solo quería gastarle una broma a su hijo. Pero después de la sorprendente información sobre el asesinato, se le despertaron las ganas de investigar con Gottfried sobre el tema, aunque no tenía ninguna intención de vigilar a su hijo. Desactivó la opción de copia de llamadas, la de transferir fotos y videos tomados con el móvil y algunas otras funciones sensibles.

Después volvió a leer los documentos que había enviado el virus. Los datos sobre el asesinato de Benjamin Hoffmann, el estudiante muerto, estaban incompletos. Ya se estaba arrepintiendo de haber desactivado las grabaciones telefónicas. Podrían haber añadido más información.

Finalmente marcó el número de teléfono de Gottfried.

“Tengo noticias frescas. ¿Quedamos en el Krummer Hund a las siete?”

Olaf oyó al otro lado del teléfono un suspiro.

“Vale, Miss Marple.”

“¿Miss Marple?”

Pero Gottfried ya había colgado

Virus-Cop: Muerte en el Nidda

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