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Desventuras neocoloniales

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Pero ¿qué pasa con la independencia? ¿No se trascendió la petrificación como resultado del éxito de la lucha anticolonial? ¿Y el espíritu de seriedad? ¿Se revitalizaron los nativos como resultado de su praxis revolucionaria? Después de todo, si el colonialismo se caracteriza por la petrificación —entendida aquí como la institucionalización del espíritu de seriedad— entonces la expulsión de los colonos debería liberar a los nativos de esta forma de mala fe y de todas sus implicaciones. En el mundo postcolonial debería existir un resurgimiento de la libertad humana en todos los ámbitos, una afirmación incondicional de responsabilidad radical y compromiso alegre; el mundo postcolonial debería ser testigo del renacimiento de la humanidad misma20.

Fanon comprende este análisis y reconoce absolutamente el potencial único de las naciones recién independizadas en África y a lo largo del Tercer Mundo. Es menos comprensivo, sin embargo, con la tesis de la necesidad o inevitabilidad histórica, tesis esencial en el marxismo ortodoxo. Como lo explica en un artículo originalmente escrito para El Moudjahid, órgano oficial del Frente de Liberación Nacional argelino, “es rigurosamente cierto que la descolonización está avanzando, pero es rigurosamente falso pretender y creer que esta es fruto de una dialéctica objetiva, la cual más o menos, rápidamente asume la apariencia de un mecanismo absolutamente inevitable” (Fanon, 1967b, 170; énfasis del autor). En otras palabras, no se puede asumir inocentemente o contar con una descolonización, que es algo más que una independencia formal. Más bien, la descolonizacion debe verse como un desarrollo histórico meramente potencial, contingente, no necesario, por el cual luchan seres humanos comprometidos, quienes o crean un nuevo mundo para ellos mismos o permiten que el viejo se extienda hacia el futuro a base de pura inercia.

Por supuesto, esto, más que cualquier otra cosa, es de lo que trata Los condenados de la tierra. Fanon reconoce que el colonialismo es sumamente resistente y que sus intenciones e instituciones pueden superar el momento antitético y anticolonial; reconoce que pueden superar independencias y reaparecer en el supuesto mundo postcolonial. Él también reconoce que a la praxis revolucionaria, fundadora de la lucha anticolonial, se le puede también petrificar, y que sus agentes se pueden volver serios con respecto a las intenciones y las instituciones en las que hayan trabajado.

Aquí también se presenta una convergencia teórica entre Fanon y Sartre. Sartre describe este fenómeno en su doble volumen Crítica de la razón dialéctica, un trabajo con el cual Fanon estaba muy familiarizado21. De acuerdo con Sartre, existe una tendencia irónica por parte de los objetos creados de la praxis para restringir a los agentes creativos de esa praxis. Esto quiere decir que existe una tendencia en los seres humanos libres, por más revolucionarios que sean, de divorciarse de los objetos de su praxis, para luego relacionarse con ellos como si fueran ontológicamente independientes, como si estos objetos fueran cosas inmutables dentro del mundo y del mundo. A este fenómeno se le refiere como “lo práctico-inerte” y está descrito en el siguiente pasaje:

En la apariencia práctica de la acción exitosa, el momento de la (objetivación) se presenta a sí mismo como un fin necesario de la práctica dialéctica individual, que se sumerge en ella como su objeto y como la aparición de un nuevo momento. Y este nuevo momento (el de lo práctico-inerte o de la socialidad fundamental) vuelve a la dialéctica total y traslúcida de la praxis individual y la constituye como el primer momento de una dialéctica más completa. Esto significa que en cada praxis objetivada el campo de lo práctico-inerte se convierte en negación a favor de la actividad pasiva como una estructura común de colectivos y materia trabajada (Sartre, 2004, p. 319).

En este notablemente denso pasaje, Sartre explica que el progreso dialéctico, el resultado de “acción exitosa”, produce “nuevos momentos” en una “dialéctica más compleja”, y que estos “nuevos momentos” desarrollan su propia inercia, una inercia que fundamentalmente fomenta “actividad pasiva”. Inesperadamente, esta “actividad pasiva” se caracteriza por el espíritu de seriedad, por una irresponsable y quietista separación de los sentidos e instituciones que constituyen estos “nuevos momentos” en el mundo; se caracteriza por la petrificación en el sentido fanoniano.

Los condenados de la tierra aborda este fenómeno, entre otras cosas, y en ello Fanon identifica dos durables inercias que le contribuyen, las cuales amenazan el proyecto radical de una descolonización auténtica. Primero está la inercia de las intenciones y las instituciones coloniales que pueden superar la independencia formal y reaparecer, trágica e irónicamente, con un dramatis personae indígena. Y segundo está la inercia de las intenciones y las instituciones anticoloniales, cuya petrificación en el mundo supuestamente postcolonial conlleva un “hiper nacionalismo, al chauvinismo y finalmente al racismo” (Fanon, 1968, p. 125) La primera de estas dos inercias se ilustra en el siguiente pasaje, en donde Fanon discute la petrificación de la desigualdad económica colonial:

La clase media nacional exige de manera constante la nacionalización de la economía y de los sectores correspondientes. Esto se debe a que, desde su punto de vista, la nacionalización no significa poner toda la economía al servicio de la nación y decidir satisfacer todas sus necesidades. Para ellos, nacionalización no significa gobernar el Estado con respecto a las nuevas relaciones sociales que se han dado y decidido alentar. Para ellos, la nacionalización simplemente significa la transferencia a manos de los nativos de esas ventajas injustas que son un legado del periodo colonial (Fanon, 1968, p. 112).

Dicha forma de descolonización es tan solo una revocación, una aproximación a la descolonizacion profundamente limitada, incluso absolutamente quebrada. Al fin y al cabo, su medida de éxito no está basada en si “esas ventajas injustas… del periodo colonial” han sido eliminadas a favor de algo mejor —más justo, más eficiente—, pero sí en que hayan sido efectivamente reproducidas en un contexto postcolonial independiente. Fanon rechaza esta aproximación, incluso le repugna, y severamente amonesta a los líderes nacionales por aceptarla. Fanon (1968) nos dice:

Durante años y hasta después de que se ganara la independencia, vemos (al líder) incapaz de exigirle a la gente una tarea concreta, incapaz de abrirles el futuro o de lanzarlos al camino de la reconstrucción nacional, es decir, de su propia reconstrucción, lo vemos resaltando la historia de la independencia y reclamando la sagrada unidad de la lucha por la liberación. El líder, porque se rehúsa a romper con la burguesía nacional, les solicita a las personas que miren al pasado y se emborrachen con el recuerdo de una época que los condujo a la independencia. El líder, visto objetivamente, detiene al pueblo y persiste en exagerar la historia o en evitar que se arraiguen en ella (p. 135-136).

Este pasaje, que vale la pena mencionarlo extensamente, no es sobre la petrificación de las intenciones e instituciones coloniales; no es acerca de lo práctico-inerte colonial. Más bien, habla de la petrificación de las intenciones e instituciones anticoloniales; trata sobre lo práctico-inerte anticolonial, que es, de acuerdo con Fanon, una de las más grandes amenazas a la descolonización auténtica. Esta amenaza se personifica a través del líder nacional quien, como los colonizadores antes que él, se vuelve sádico con respecto a los ciudadanos/sujetos22. Fomenta el espíritu de seriedad entre ellos; fomenta una actitud hacia el mundo donde, día tras día, se milita contra la posibilidad misma, la esencia del ser humano. “Durante la lucha por la liberación el líder despierta al pueblo y le promete una marcha forzada, heroica e incansable. Hoy él usa cada palabra para ponerlo a dormir” (Fanon, 1968, p. 136).

Esto no es ni liberación, ni auténtica descolonización; mucho menos un renacimiento de la humanidad misma. Y ¿por qué no? Porque la petrificación, entendida aquí como la institucionalización del espíritu de seriedad, sobrevive en el mundo postcolonial, neocolonial, a través de la inercia de las intenciones y las instituciones coloniales, por un lado, y por la inercia de las intenciones y las instituciones anticoloniales, por el otro. Fanon, quizás más que cualquier otro, reconoce este peligro, un peligro que debe ser abordado tanto en la teoría como en la práctica. Como concluye en Los condenados de la tierra: “si queremos que la humanidad avance un paso adelante, si queremos llevarla a un nivel diferente del que Europa nos ha mostrado, entonces debemos inventar más y debemos hacer más descubrimientos” (Fanon, 1968, p. 254).

Traducción de Rosario Torres-Guevara

Revisada por Tania Santa Ana Saucedo

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