Читать книгу Psicoterapia Integrativa EIS - Roberto Opazo - Страница 75
Paradigma Cognitivo: Nortes de desarrollo
ОглавлениеDiversos autores "cognitivistas" pueden nutrirnos a la hora de rescatar Nortes nomotéticos de desarrollo, en el contexto del paradigma cognitivo. Desde Ellis, por ejemplo, podemos rescatar la necesidad de alejarnos de una "irracionalidad cognitiva", que involucre generar cogniciones distorsionadoras de la percepción, o bien cogniciones "magnificadoras" de afectos disfuncionales. Otro tanto es posible rescatar desde los planteamientos de Beck: en lo relativo a esquemas disfuncionales, atención selectiva, etc. También desde Seligman, adicionalmente, es posible nutrirnos de sus aportes a los estilos atribucionales o bien a la génesis de "felicidad" vía cogniciones "positivas". Por supuesto, rescataremos cada uno de estos aportes al desarrollo personal.
De este modo, nuestros Nortes nomotéticos integrativos de desarrollo personal, pasan a nutrirse sustancialmente a partir del paradigma cognitivo.
Una adecuada capacidad de análisis de realidad constituye todo un aporte existencial; permite conocer quién soy, permite guiar bien la propia vida, y facilita el despliegue de mecanismos adaptativos. Como lo hemos venido señalando, las cogniciones bien planteadas orientan y enriquecen; contribuyen a establecer y a alcanzar Nortes de desarrollo personal. Mal planteadas, desorientan y empobrecen; incluso pueden contribuir a generar importantes desajustes psicológicos.
A la hora del análisis de realidad es importante el estilo perceptivo. En este contexto, una persona con una adecuada capacidad de extrospección, será capaz de observar bien su entorno físico y social, de captar globalidades y detalles significativos, y de aquilatar la importancia comparativa de lo que ocurre a su alrededor. En forma análoga a lo que ha señalado Fernando Alliende (2009) para la introspección, podríamos decir que ser extrovertido es distinto de ser extrospectivo.
En términos de estilos de pensamiento las personas tienden cada vez más a un estilo pragmático y sintético, el cual rima con un "estamos muy ocupados como para pensar tranquilos". Es así como los espacios para un pensar tranquilo, suelen estar ocupados por el trabajo, el gimnasio, el teléfono celular o el computador. En un estudio dirigido por Wilson (2014), se comprobó que a la gran mayoría de las 700 personas de la muestra, le resultaba desagradable estar a solas en un cuarto con sus pensamientos durante 15 minutos.
Lo anterior no suena bien. A la hora de los Nortes de desarrollo, suena mejor tener la capacidad de reflexionar y de autoobservarse, al menos en alguna medida. Al no hacerlo, la persona se sumerge excesivamente en un actuar "mecánico", en el cual su propia participación pasa a quedar muy disminuida.
Una adecuada información, permite que la persona vaya guiando adecuadamente sus motivaciones, afectos y conductas. Para ello, un primer paso esencial se relaciona con la calidad de sus procesos atencionales. Prestar atención completa pasa a ser esencial: a lo que gusta y a lo que disgusta, a lo positivo y a lo negativo. Si la persona presta una atención preferencial a lo negativo, se genera tensión o se refuerza un ánimo depresivo; si presta atención preferencial a lo positivo, su mirada se torna ingenua. Una sistemática evitación de lo negativo, un no mirar lo que duele – en la línea de la cobardía perceptiva – conduce a que los problemas se acumulen sin que nadie los resuelva.
Cuando una pareja concibe un hijo con síndrome de Down, pasa a quedar desafiada a enfrentar el tema con la mayor entereza. Y si bien muchas parejas logran enfrentar admirablemente ese desafío, nadie desea estar en esa situación. Todos los padres desean que sus hijos sean intelectualmente "normales". El tener una inteligencia normal o superior, hace posible el acceso al conocimiento, a un orientarse mejor en la vida y a más plenas opciones de desarrollo personal. De ahí entonces que, a la hora de los Nortes cognitivos de desarrollo, una base biológica compatible con un coeficiente intelectual normal, pasa a ser una especie de prerrequisito para el desarrollo cognitivo. En este territorio, se requiere también de un ambiente que posibilite la actualización de las potencialidades intelectuales aportadas por la biología.
El pensamiento dicotómico oscila entre las categorías "todo/nada", "blanco/negro", "siempre/nunca". Es propio de las personas muy emocionales y es fuente de empobrecimiento de la función de análisis de realidad. Puesto que la realidad aporta múltiples matices, rara vez es todo de una manera o siempre así. De este modo, el "forzar hacia los extremos", constituye un reduccionismo perceptivo; por lo tanto, la ausencia de pensamiento dicotómico constituye un factor enriquecedor del desarrollo cognitivo.
El aprender a escuchar involucra un importante desarrollo cognitivo. Escuchar va más allá del solo oír. Si la persona escucha más, se informa mejor. Si escucha para comprender – y no meramente para responder – se relaciona mejor con un otro. Si escucha empáticamente – dándole a entender al otro que sigue con atención su mensaje y que lo está comprendiendo – se relaciona más cercanamente con ese otro. Aprender a escuchar, entonces, involucra un paso hacia una mayor sabiduría; y constituye todo un Norte de desarrollo cognitivo.
Los autodiálogos pueden ser activados para bien o para mal. Cuando la persona se emite sistemáticamente mensajes autodestructivos – del tipo "de nuevo la embarré", "soy un imbécil", "no voy a aprender nunca" – se genera ánimo negativo y baja autoestima. Cuando sus autodiálogos son de apoyo o guiadores – en la línea del "vas bien", "a la próxima lo haré mejor", "voy a corregir esto" – la persona se genera buen ánimo, y se va transformando en amiga de sí misma. Una persona cognitivamente bien desarrollada, no usará los autojuicios para perjudicarse; una persona bien desarrollada será amiga de sí misma. Y los buenos amigos dicen la verdad, apoyan, aconsejan, guían, critican con fundamento, estimulan, acompañan.
Una expectativa involucra anticipar lo que se cree que va a ocurrir; se trata de una "predicción" que puede estar bien o mal fundamentada. Las expectativas distorsionadas sistemáticamente hacia el pesimismo o el peligro, se traducen en ánimo depresivo, tensión, angustia, desmotivación o apatía. En un sentido opuesto, un optimismo exacerbado conduce fácilmente al fracaso o a la frustración; los hechos suelen derrumbar las ilusiones desmedidas. Un excesivo optimismo está ligado con la personalidad "perdedora"; un jugador compulsivo, por ejemplo, muchas veces seguirá jugando porque está seguro que su suerte está por cambiar. De este modo, construir expectativas realistas, alcanzar una especie de "optimismo fundamentado", se aviene bien con el desarrollo cognitivo, con mayores niveles de "felicidad", con eficiencia conductual; incluso con una mayor esperanza de vida.
Una persona enfrenta mejor situaciones difíciles, cuando se cree capaz de manejar bien esas situaciones. Por el contrario, cuando la persona cree que no lo podrá hacer bien, surgen los temores, los miedos, las inseguridades. De este modo, tener altas, fundamentadas y convincentes expectativas de autoeficacia, pasa a ser fuente de libertad de acción y de seguridad personal. Tener fundamentos para creerse capaz de enfrentar bien múltiples situaciones, tener convicciones bien fundamentadas para sentirse capaz, constituye todo un logro en el ámbito del desarrollo personal.
Hay personas que, sistemáticamente, atribuyen sus éxitos a méritos propios, amplios y estables; este estilo atribucional cursa en la línea "me fue bien porque valgo mucho", "me fue bien porque soy muy capaz". En este contexto, los fracasos suelen atribuirse a mala suerte y/o a factores perjudiciales externos. Este estilo atribucional "hiperpositivo", tiende a generar una buena autoimagen y una alta autoestima; sin embargo, suele generar también un grado de desadaptación y una cuota no menor de inseguridad. La persona construye un autoconcepto magnificado, sin fundamentos sólidos; fuente de inseguridad y de poca tolerancia a la crítica. Esto suele ser percibido por otros y puede ser autopercibido de diferentes formas.
Como lo hemos visto, el así llamado estilo atribucional depresogénico tiende a operar en la dirección opuesta. Los éxitos pasan a ser atribuidos a ayuda externa o a buena suerte o a que la tarea era fácil; y los fracasos se atribuyen a torpeza o incapacidad personal. Por supuesto, esto tiende a reforzar el ánimo depresivo, la mala autoimagen y la baja autoestima.
En términos atribucionales, el desarrollo cognitivo transita por una tercera vía; por la vía de la flexibilidad atribucional. La "rationale" sería "al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios"; cada éxito o fracaso pasa a ser atribuido según sus méritos, sin un pre-esquema rígido. Este estilo permite aprender de la experiencia, generar afectos proporcionales a los hechos, e ir construyendo un autoconcepto a tono con lo que la persona es.
El "conócete a ti mismo" se relaciona con la capacidad de autoobservación. El psicólogo Fernando Alliende (2009), ha señalado que ser introvertido es distinto de ser introspectivo; hablar poco no es sinónimo de conocerse mucho. Y el conocerse bien, ayuda a saber qué se necesita, qué se valora, que decisiones pasan a calzar mejor. Si no me conozco, no sé cuales son mis fortalezas, no sé qué me falta, no sé qué me conviene, no sé dónde estaré mejor y no me queda claro hacia adónde es deseable conducir mi vida. Así, un adecuado autoconocimiento constituye un Norte deseable en el desarrollo cognitivo.
Un adecuado autoconocimiento pone en juego también la capacidad de autocrítica. Como los defectos personales duelen, una forma expedita de evitarse sufrimientos es no mirarlos. Se aplicaría entonces el "ojos que no ven, corazón que no siente". Sin embargo, los defectos no detectados no pueden ser enfrentados; por lo tanto, se acumulan y se consolidan. En un sentido inverso, el acceso a los defectos propios abre la posibilidad de superarlos; pasa a ser fuente de desarrollo personal.
La autocrítica es regulada por la propia persona; esta regula contenidos, intensidades y momentos. Por el contrario, la crítica externa puede abordar cualquier tópico, puede ser muy fuerte, y puede sorprendernos en cualquier momento. Así, la tolerancia a la crítica pone en juego la capacidad de aceptar debilidades propias, en presencia de terceras personas; el hacerlo, acerca el diálogo con otros y abre nuevos desafíos de desarrollo personal. Las personas inseguras, cuya autoestima es precaria y de equilibrio inestable, se derrumban ante las críticas; incluso ante críticas menores. Por lo tanto, se ven en la necesidad de actuar a la defensiva, sobrerreaccionando al menor cuestionamiento; abriendo así las puertas a que los defectos no se enfrenten y se consoliden.
Las estructuras cognitivas – bien planteadas – aportan principios organizadores y reguladores de la experiencia; la experiencia pasada permite abreviar el procesamiento de la nueva experiencia que le resulta afín. Sin embargo, cualquier estructura o esquema cognitivo absoluto o rígido, deteriora múltiples percepciones, empobrece el análisis de realidad y desadapta. Y, como ha sido señalado, una vez instalado un sesgo adquiere funciones autoperpetuantes; sistemáticamente va dejando fuera la información contraesquemática. Los sesgos al autoservicio, empobrecen; los sesgos al autoperjuicio, también empobrecen. Las exigencias/autoexigencias rígidas y despóticas, favorecen la tensión interna, el ánimo depresivo, las respuestas agresivas, la pobre inter-acción social. Si la persona se autoexige, en la línea del "tengo que hacerlo todo bien siempre", se instala una fuente interna de autoamenazas; una especie de dictador interno, injusto, permanente, despótico. En este contexto, evolucionar del tengo al quiero, constituye todo un paso hacia la "libertad interna". Si la persona es regida por una estructura del tipo "mi valor como persona depende de lo que otros piensen de mí", su autoestima queda hipotecada en función del "qué dirán". En este contexto, evolucionar de qué dirán al qué diré constituye todo un paso hacia la libertad externa. De este modo, evolucionar "del tengo al quiero" y "del qué dirán al qué diré", enriquece el análisis de realidad, y es fuente de desarrollo cognitivo.
Cuando una persona emite una conducta, ésta puede ser irrelevante, intrascendente e inocua; pero muchas no lo son. Algunas conductas son más eficientes que otras; o más adaptativas, o más sintonizadas en el contexto interpersonal. Aun cuando sea sin agresividad alguna, cada persona "dispara" sus conductas con diferente puntería; y cada persona exhibe su propio promedio de calidad conductual.
Un tirador aprende a disparar mejor cuando recibe información oportuna acerca de lo que ocurrió con cada disparo. Una persona va mejorando su calidad conductual, si recibe información oportuna acerca de lo que ocurrió con cada conducta. Esto pone en juego la capacidad de observación, de autoevaluación y de autocrítica; en la interacción, pone en juego la capacidad para observar reacciones verbales y no verbales de las demás personas. Y la capacidad para deducir y para averiguar, para preguntar acerca de los que le está ocurriendo a los otros. En suma, pone en juego la calidad de los mecanismos de feed-back o de retroalimentación.
La presencia de adecuados mecanismos de retroalimentación, entrega información precisa y oportuna acerca de la relación conducta-consecuencias; la persona se informa si su conducta se emitió en buen momento, si su contenido era o no el deseado, si la persona fue escuchada o no, si fue bien comprendida, si la conducta alcanzó su objetivo, si fue aportativa o no, si fue bien o mal recibida, si cayó bien o mal, etc. Sin adecuados mecanismos de retroalimentación, la persona queda desinformada en territorios esenciales, y su conducta pasa a ser desplegada con las desadaptaciones, torpezas y cegueras correspondientes.
A la hora de la resiliencia cognitiva, cada fortaleza cognitiva aporta lo suyo, para que la persona no se derrumbe ante circunstancias adversas: no magnificarlas, no sobreatribuirlas a fallas personales, que la persona no se perciba como inepta para enfrentarlas, que no piense que no puede hacer nada al respecto, etc. En lo relativo a crecer frente a la adversidad, el de mí depende, el optimismo y la esperanza, parecieran aportar elementos nutrientes del perseverar y del hacer mejor las cosas. Un importante estudio realizado en Kauai – que analizaremos más explícitamente en el tema del "attachment" – hizo un seguimiento de 700 niños desde los dos años de edad hasta que alcanzaron la adultez; en el ámbito de los aportes cognitivos a la resiliencia, se constató que los más resilientes presentaban una confianza optimista en que los obstáculos pueden ser superados, y un locus de control interno acerca de la conducción del propio destino (Werner, 1993). A su vez Hansson et al. (2008) informan que variables con fuerte peso cognitivo, como lo son el locus interno de control, la autoeficacia y el optimismo, contribuyen sustancialmente a la resiliencia.