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A modo de epílogo: la "Ecuación Cognitiva"
ОглавлениеA la hora de los balances, entonces, el aporte del paradigma cognitivo no es menor. Al respecto, se ha señalado que "probablemente la más segura predicción acerca de la terapia cognitiva, es que seguirá creciendo. Las terapias cognitivo-conductuales en general, y la terapia cognitiva de Beck en particular, son las que más rápido crecen y las más investigadas en el escenario de la psicoterapia contemporánea" (Prochaska y Norcross, 2007, p. 348). Lo anterior deriva del hecho que la terapia cognitiva aporta lo suyo: evidencias acerca del rol etiológico de las cogniciones, permanente búsqueda de precisiones, focalización en los problemas actuales de los pacientes, sistematización creciente del enfoque, búsqueda de abreviar los tratamientos, énfasis en los autorregistros y en la asignación de tareas, énfasis en la investigación, documentación del valor de algunas intervenciones cognitivas, búsqueda pragmática en la formación de terapeutas, operacionalización de la terapia vía manuales, etc. Sin duda, la terapia cognitiva calza muy bien con lo que la sociedad viene requiriendo hoy en día; es decir, aporta una actitud pragmática, que privilegia tiempo y eficiencia; que privilegia el bajo costo y el alto beneficio.
Sin embargo, y no obstante todos sus aportes, las limitaciones de la terapia cognitiva se perfilan como sustanciales. Por lo pronto, la teoría cognitiva es claramente reduccionista: "Las terapias cognitivas cometen el mismo error mental que muchos pacientes y muchos seguidores fundamentalistas – la sobregeneralización – " (Prochaska y Norcross, 2007, p. 343). Bajo el expediente del reduccionismo y de la sobregeneralización, lo que le pasa a algunos pacientes tiene que pasarle a todos. Adicionalmente, los adherentes al enfoque son muy permeables al "allegiance effect"; lo habitual es que los optimistas hallazgos de los cognitivistas requieran de una corrección "desde fuera". Por otra parte, a partir de una loable búsqueda de lo simple y funcional, el enfoque cognitivo ha evolucionado en una dirección que en ocasiones tiende a ser simplista, y a veces ingenua. Al respecto, resulta sugerente el título de uno de los últimos libros de David Burns: Autoestima en 10 días (2000).
Adicionalmente, y no obstante los ya explicitados aportes terapéuticos – relacionados con el reprocesar los mismos datos, con el efecto placebo y con la meditación – , la contribución de muchas otras estrategias cognitivas resulta discutible. De hecho, el rol específico que desempeñan muchas estrategias cognitivas dista de estar acreditado. En depresión, por ejemplo, el enfoque cognitivo y el enfoque conductual tienden a obtener resultados comparables (Dimidjian et al., 2006). En este contexto, el focalizarse en el impacto emocional – supuestamente generado por las distorsiones cognitivas – podría no aportar al resultado de la terapia (Castonguay et al., 1996). De ser esto así, trabajar con esquemas y creencias, generar autorregistros, modificar estilos atribucionales, modificar distorsiones cognitivas, combatir pensamientos automáticos, etc., podría muchas veces no agregar nada al cambio terapéutico. Esto es de la mayor importancia. De ratificarse esta línea de conclusiones, gran parte del enfoque cognitivo quedaría muy mal parado. Se confirmaría así la crítica conductista, que señala que es la activación conductual el componente realmente efectivo de la terapia cognitiva (Jacobson et al., 2001).
El que una terapia genere cambios cognitivos, entonces, no significa que esas cogniciones hayan sido causales. De hecho, prácticamente todas las terapias tienden a producir cambios cognitivos, sin siquiera proponerse esos cambios (Persons y Miranda, 1995).
En unas Jornadas Clínicas realizadas en Buenos Aires (Aiglé, 2007), me correspondió compartir un Simposio con el ya citado Keith Dobson, destacado terapeuta e investigador en el enfoque cognitivo; y presidente de la "International Association of Cognitive Therapy". En un pasaje de esas Jornadas le pregunté al Dr. Dobson: "¿Diría usted que la principal causa de la depresión es la cognición?". Dobson respondió aproximadamente así: "Al paciente le diría que sí; en un nivel más científico, diría que son múltiples los factores de riesgo que pueden facilitar el desarrollo de una depresión". La respuesta de Dobson fue honesta, y resulta muy consistente con nuestros propios planteamientos. El problema es que la respuesta deja en claro las limitaciones del paradigma, y nos obliga a ir más allá del paradigma cognitivo.
El Recuadro 14 sintetiza, en forma global, los significativos aportes que el paradigma cognitivo puede realizar en el ámbito de la salud mental de una persona:
RECUADRO 14: ECUACIÓN COGNITIVA
La Ecuación anterior permite enfatizar que un desarrollo satisfactorio del paradigma cognitivo, aumenta la probabilidad de salud mental en la persona; esto, sin embargo, no implica que pueda garantizar la salud mental de esa persona. Es así como cualquier persona puede padecer importantes disfunciones psicológicas e insatisfacciones, generadas en territorios diferentes del ocupado por el paradigma cognitivo. Todo lo cual nos obliga a seguir explorando.