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Él es dueño de todo

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Y esta piedra que yo erigí como pilar será casa de Dios, y de todo lo que Dios me dé, le daré la décima parte (Génesis 28:22).

Cierto día, un agricultor de avanzada edad, que solía estudiar su gastada Biblia todos los días, descubrió una verdad, hasta ese momento desconocida para él; entonces, se postró de rodillas para conversar con Dios y le dijo:

–Señor, yo pensé que era el dueño de esta chacra, pero ahora reconozco que es tuya. Te la devuelvo y, a partir de hoy, seré solo un trabajador a tu servicio. Para los hombres, mi nombre seguirá apareciendo en el título de propiedad, pero tú y yo sabemos quién es el verdadero dueño.

Días más tarde, cuando salió a la ciudad a comprar provisiones, se encontró con otros propietarios y, mientras conversaba animadamente con ellos, les comunicó:

–¿Saben? Acabo de entregar mi chacra a su dueño.

–¿Qué? ¿A quién se la vendiste?

–¡Oh, no! No la vendí, solo la devolví a su verdadero propietario.

–¿Cómo es eso? Nosotros siempre pensamos que tú eras el dueño.

–Yo también pensaba igual, pero hace poco descubrí que todo lo que tengo le pertenece a Dios –respondió el agricultor.

Sus amigos solo atinaron a mover la cabeza sonriendo burlonamente, pero él prosiguió:

–Esto, indudablemente, me quita un gran peso de encima, pues ya no tengo que preocuparme por la chacra, la casa y los resultados de la siembra; simplemente, le consultaré al dueño cómo quiere que la administre y obedeceré fielmente sus indicaciones.

Pasaron los años y todo parecía marchar por el camino correcto, pero llegó un día fatal para las chacras de la zona: una plaga de langostas cayó sobre todos los campos sembrados de la región y devoraron todo que encontraron a su paso, incluyendo el pasto del borde de los caminos y la corteza de los árboles. Todos los vecinos se lamentaron por estas pérdidas tan irreparables y por el tiempo de escasez que se aproximaba. Sin embargo, el agricultor mayordomo de Dios estaba sereno y tranquilo; entonces, le dijeron:

–Dios no libró su propiedad y ni la defendió de las langostas. ¿Cambiarás de opinión ahora y recuperaras tu chacra?

–¡De ninguna manera! Lo que yo sostengo no es una opinión, sino una realidad. ¿Quién soy yo para cuestionar a Dios? Si él es dueño de todo, incluyendo las langostas, y a le pareció bien dar de comer a sus langostas el producto de su chacra, yo no veo ningún inconveniente. Para mí, todo está absolutamente claro.

Recuerda

Somos creación y obra de Dios, le pertenecemos; nuestra vida, nuestras posesiones, nuestros talentos. Todo debe ser confiado a su servicio. Reconoce a Dios y entrégale a él todas tus cargas, preocupaciones, proyectos y anhelos. Él tiene planes especiales para nosotros, incluso mejores de los que nos imaginamos.

¿Rendirse? ¡Jamás! Y otras historias

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