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¡Somos un tesoro!

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Que nadie te menosprecie por ser joven. Al contrario, que los creyentes vean en ti un ejemplo a seguir en la manera de hablar, en la conducta, y en amor, fe y pureza (1 Timoteo 4:12).

–Dios, tú envías riquezas a otros, pero a mí no me otorgas nada –se quejaba un joven descontento con su suerte.

Un anciano, al oírlo, le dijo:

–¿Tanto te quejas de tu suerte? ¿Crees que eres tan pobre como piensas? ¿No te das cuenta de que recibiste del Señor la fuerza y la salud de tu juventud?

–Sí, claro, lo reconozco. Pero ¿qué hago con todo eso y sin dinero? –protestó el joven.

–¿Dinero, dices? ¿Necesitas dinero? Pues, si de fortuna se trata, eso está resuelto.

Entonces, el anciano, levantando un poco la mano derecha del joven, le preguntó:

–¿Te dejarías cortar este brazo por cincuenta mil dólares?

–¡No! ¡De ninguna manera, claro que no! –replicó el joven, sin dudar.

–Entonces, la izquierda sí –insistió el anciano.

–Tampoco.

–¿Consentirías en quedarte ciego vendiendo las córneas de tus ojos por un millón de dólares? –continuó el viejo.

–Dios me libre de hacer eso. No daría ni un ojo por esa suma, ni por otra mayor.

–Entonces, ¿por qué reniegas contra Dios y lo culpas porque no te dio riqueza alguna? Usa lo que tienes para hacer riqueza, y no reclames a Dios, pues tienes capital en abundancia. Tú eres el tesoro, ¿no te das cuenta?

Recuerda

La verdadera riqueza no consiste en acumular bienes materiales. Como adolescentes, a veces pensamos y llegamos a la conclusión de que la felicidad está directamente relacionada con lo abultado de nuestra billetera, el auto que conducimos –si es que ya tienes uno–, las marcas de ropa que usamos o nuestra apariencia.

Detente y reflexiona un poco: la verdadera riqueza está en el potencial que Dios te dio. Valora tu salud; el tiempo; tu familia que, aunque imperfecta, te apoya en todo momento; los profesores que te aprecien y se preocupan por ti; tus amigos verdaderos. ¡Intenta cambiar un poco tu forma de pensar en relación a la verdadera riqueza! ¡Estoy casi seguro que ya eres rico en este preciso momento!

¿Rendirse? ¡Jamás! Y otras historias

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