Читать книгу ¿Rendirse? ¡Jamás! Y otras historias - Roger Condori - Страница 15
Mi fidelidad a Dios
Оглавление¿Acaso roba el hombre a Dios? ¡Ustedes me están robando! Y todavía preguntan: “¿En qué te robamos?” En los diezmos y en las ofrendas (Malaquías 3:8).
Un muchacho de dieciséis años se despidió de su hogar para buscar nuevos horizontes. Sobre sus hombros llevaba un atado con algunas prendas de vestir, lo que constituía toda su herencia. Su vecino, un veterano capitán de una embarcación, al verlo salir preparado para un viaje, le preguntó:
–¿A dónde vas?
–A Nueva York. Mi padre es demasiado pobre para mantenerme y me dijo que, a partir de hoy, debo arreglarme en la vida como pueda –respondió el adolescente.
–Y ¿qué sabes hacer? –preguntó el marino.
–Mi padre me enseñó de muy pequeño a fabricar jabones y velas, y sé cómo hacerlas.
–Te voy a dar un consejo, Guillermo. Dentro de veinte años, alguien va a ser el más grande fabricante de jabones en Nueva York, y bien podrías ser tú. Vamos a arrodillarnos, y te invito a orar antes de despedirnos –dijo el hombre de mar.
El vecino oró fervientemente pidiendo que Dios dirigiera la vida de Guillermo. Al terminar la oración, ambos se pusieron de pie y, con un abrazo de victoria, se despidieron. Antes de perderlo de vista, el marino gritó:
–Recuerda, Guillermo. La clave del éxito es esta: entrega tu corazón a Jesús, camina con él y, sobre todo, sé fiel devolviéndole la décima parte de todas tus ganancias, desde el primer momento.
Guillermo llegó a la ciudad de sus sueños y estuvo varios días sin encontrar trabajo, manteniéndose como podía. Extrañaba el calor de su hogar, que ahora solo quedaba en el recuerdo.
Un día pasó, frente a una iglesia en donde se desarrollaba el culto divino. Se acordó, entonces, del consejo del viejo capitán e ingresó al santuario; allí respondió al llamado de entregarse al Señor y se retiró reconfortado.
Poco después, encontró trabajo en una fábrica de jabones. Con mucha entrega y dedicación, se ganó el aprecio del dueño y la amistad de los demás trabajadores. Comenzó también a entregar el diezmo a la iglesia desde su primera remuneración.
No pasó mucho tiempo y Guillermo obtuvo participación como socio de la industria jabonera y, cuando años más tarde su socio falleció, él se convirtió en el único propietario de la empresa. Entonces, instruyó a su contador que, de todas las utilidades, separara el diez por ciento para darlo al Señor.
Con el tiempo, la empresa creció y Guillermo comenzó a dar el segundo diezmo, después el tercero y el cuarto, hasta llegar a devolver el cincuenta por ciento de todos sus ingresos al Señor.
Esta es la historia de Guillermo Colgate. ¿Reconoces su apellido? Guillermo fue el dueño de la pasta dental “Colgate”. Por muchos años, fue un importante impulsor de la obra de Dios en Nueva York. Su nombre nunca quedará en el olvido.
Recuerda
Los problemas y la pobreza no son obstáculos para triunfar. Guillermo nunca se rindió, ¿y tú?; no te puedes rendir. Cristo prometió ayudarte. ¿Lo crees?