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Capítulo 1 Liberia, el campo misionero virgen en la costa atlántica de África
ОглавлениеLa Primera Guerra Mundial había terminado. Europa trató de recuperar su vida normal, pero los tiempos de la posguerra resultaron ser años por demás turbulentos.
Por un lado, hubo diversos conflictos políticos, pero fue la crisis económica la principal responsable de que se paralizaran los Estados del centro de Europa. Cinco años después de la rendición, Alemania se confrontó en 1923 con una hiperinflación nunca imaginada, la cual quitó a la gente hasta sus últimas posesiones. El desorden financiero se extendió paulatinamente a otros países y terminó, finalmente, en la crisis económica mundial que comenzó en 1928 (la cual estallaría al año siguiente y recibiría el nombre de La Gran Depresión).
Paralelamente, se notaba un cambio en la mentalidad del pueblo. Conceptos religiosos cristianos, que antes nunca habían sido puestos en tela de juicio, comenzaban a ser cuestionados. El proceso era complejo: mientras unos lo incitaban, otros lo veían con malos ojos. Paulatinamente, se llegó a una incertidumbre generalizada.
La escala de valores del cristianismo había sufrido una incisión notable, con la cual la mayoría tenía serios problemas. Una búsqueda por el retorno a las viejas raíces de estabilidad, nobleza y confianza se palpaba en todos los niveles y la gente encontraba estos postulados en la religión y en la fe cristiana. Las iglesias comenzaron a ser frecuentadas otra vez, las casas de oración se llenaron y los diferentes credos experimentaron un crecimiento repentino.
También los adventistas del séptimo día, cuyas raíces provienen de la Reforma y de los movimientos de reavivamiento del siglo XIX, se beneficiaron con este despertar religioso. Un intenso deseo por la actividad misionera impregnó sus filas. Los miembros de las iglesias tuvieron el anhelo de trasmitir a otros el mensaje del evangelio. Y esto involucraba tanto actividades en los propios países europeos como también esfuerzos misioneros extendidos a países lejanos, los cuales fueron apoyados e incentivados con mucho entusiasmo.
En 1926, la dirección general de la Iglesia Adventista en Europa Central decidió iniciar un programa de “campos misioneros nuevos”.
Desde hacía muchos años existían misioneros alemanes en África del este. Cerca del monte Kilimanjaro, en las montañas de Pare de Tanzania, se había establecido en 1903 la estación misionera Friedenstal. Otras instituciones la siguieron. Misioneros del norte de Europa y otros de los Estados Unidos fueron enviados a los más diversos países del globo. Aquella fue una época floreciente para las misiones en ultramar. Ahora, las miradas se dirigían a África occidental.
En una empresa mancomunada de Europa del Norte y Europa Central se acordó enviar voluntarios con el fin de establecer estaciones misioneras en Liberia. El secretario de las misiones inglesas, J. Read, y el alemán Walter K. Ising fueron los encargados del proyecto. Ante todo, tomaron contacto con el Gobierno de Liberia y lograron que este donara, generosamente, dos grandes terrenos a la iglesia. Estaban localizados no muy lejos de la costa, en la provincia de Grand Bassa. La primera condición básica para poder iniciar el proyecto había sido alcanzada. La siguiente tarea, un tanto más delicada, consistía en la búsqueda de jóvenes ministros, adecuados y capacitados para enfrentar el desafío de la misión.
En el transcurso de los siguientes catorce años, la iglesia extendió invitaciones para el “servicio como misionero en Liberia” a varios pastores. Ernst Flammer y Rudolf Helbig, de Alemania, fueron dos de los primeros en responder afirmativamente al llamado. Los siguieron Karl Noltze y Rudi Reiter. Más tarde, el teólogo Toivo Ketola se integró al grupo. Entre 1927 y 1941, estos hombres, junto con sus familias, pusieron los fundamentos para la iglesia en el país. Establecieron en la impenetrable selva liberiana tres estaciones misioneras: Palmberg, Liiwa, Konola y una sede central en la capital nacional, Monrovia.