Читать книгу Seamos una familia - Roser A. Ochoa - Страница 13

Capítulo 8

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Una de las ventajas de tener dinero era poder gastarlo para algo como encontrar a alguien. Lo que a él le podría haber llevado semanas, meses o incluso la vida entera, a ese investigador privado le ocupó tan solo una tarde. Eso sí, le cobró lo que uno de sus camareros ganaba en una semana, propinas incluidas. Pero el hombre había realizado un trabajo minucioso, no solo tenía la dirección, sino hasta el nombre del colegio del pequeño. También supo que Lucas era el único familiar vivo de Eric, lo que hizo que entendiera un poco más la reacción del chico la vez que se vieron.

Era lunes, primera hora de la mañana y Barcelona parecía bulliciosa, como si hiciera horas que hubiera despertado, o tal vez como si nunca se hubiera dormido. Había tardado quince días en dar el paso de ir hasta allí, ¿por qué tanto? La respuesta a esa pregunta era muy sencilla. Tenía miedo. No había ninguna otra razón. Se encontraba aterrorizado. Estaba parado en una calle de uno de los barrios más humildes de la ciudad, mantenía la mirada fija en el portal. Si se paraba a pensarlo, su actitud era de lo más sospechosa, pero no se atrevía a nada más, el miedo lo tenía petrificado en ese lugar en específico, entre una panadería regentada por paquistaníes y una farmacia que parecía haber echado el cierre hacía años. En su mente se repetía de manera incesante la idea de que con total seguridad se trataba de un error, él no tenía ningún hijo.

A pesar de haberlo visto tan solo una vez y por un breve lapso de tiempo, reconoció a Eric de inmediato. Pelo oscuro, tez más blanca que la de un vampiro, y ojos como si se hubiera tragado una noche sin luna. Salió del portal asido de la mano de un niño que, así a primera vista, Jonah no podría decir qué edad tenía, la verdad era que su instinto paternal se encontraba adormecido. No le habían interesado los niños en absoluto, puede que por eso en el restaurante no contara ni con menú infantil, una petición reiterada en muchos de los comentarios de TripAdvisor.

Eric tiraba del crío para que caminara más deprisa, y como vio que no lo lograba terminó por colgárselo del cuello. Así, el uno al lado del otro, Jonah pudo fijarse que tío y sobrino no se asemejaban demasiado. Lucas tenía el pelo muy claro, sobre todo de medios a puntas, su piel, a pesar de ser clara, parecía de esas rápidas de broncear, y cuando el niño apoyó la barbilla sobre el hombro de Eric y miró hacia atrás, Jonah pudo ver que tenía los ojos de un azul muy claro. Por dios, ¡ese niño era su vivo retrato! Caminó tras ellos dejando un espacio para no ser visto, se sentía como un verdadero stalker, sin embargo, no quería irrumpir frente a Lucas sin antes hablar con el chico, le parecía mucho mejor de ese modo.

Eric despidió al pequeño frente a la puerta del colegio, dándole un beso y un fuerte abrazo, que el niño parecía reacio a querer soltar. Después de unos instantes, Lucas fue hacia dentro, no sin antes girarse un par de veces para mirar atrás. Jonah sonrió, le pareció una escena enternecedora. Entonces llegó el momento de ir hacia Eric, encararlo de frente y hablar con él, dio un paso en su dirección, el chico se giró y empezó a caminar de manera despreocupada calle abajo. Jonah no supo si llamarle, adelantarlo y fingir un encuentro casual, o esperarlo cerca del piso… Y sin darse cuenta, mientras iba meditando la viabilidad de cada opción, se encontró siguiendo al muchacho, que entró en una tienda para comprar, después hizo una breve parada en la farmacia y, finalmente, entró en la panadería frente a su casa y salió de allí con una barra de pan. Aprovechó la lentitud en cerrarse de la vieja puerta de hierro forjado del edificio para colarse dentro, cuando llegó al ascensor, este acababa de cerrar las puertas. Jonah ojeó los nombres en el buzón, el de Sara seguía allí, y eso, no supo muy bien porqué, hizo que se le pinzara el corazón.

—¡Vooooooy! —gritaron al otro lado de la puerta después de haber presionado el timbre—, ¿sí?

Jonah se encontró, frente a frente con esos dos pozos sin fondo que tenía ese chico por ojos, su expresión pasó de sonrisa divertida a mueca de terror, hasta le pareció que el chico había dejado de respirar.

—¡Espera! —reaccionó Jonah, adelantando un pie para presionar la puerta y que él no pudiera cerrarla.

—¡No! —gritó Eric, mientras empujaba con todas sus fuerzas—. No, no, no, no, no… —repetía sin aliento.

—Lo sé, lo siento —fue lo primero que Jonah dijo, porque realmente quería disculparse con él, sabía que era una locura, algo temerario y una grosería presentarse en esa casa—. Eric, por favor, dame cinco minutos, solo quiero que hablemos…

—¿De qué? —preguntó el chico, empujando aún la puerta—. Solo me interesa hablar contigo si has firmado los papeles.

Los papeles estaban firmados, aunque no por él, pero no dijo nada, ahora que se encontraba de nuevo frente al chico, era como si su mente hubiera sucumbido a un reset, estaba en blanco y no sabía qué hacer o decir. Se sintió como un acosador acechando a la víctima, así que dejó de dar ridículos empujones contra la madera y se retiró de ella, lo siguiente que se escuchó fue el ¡plum! de la puerta al cerrarse de golpe, como si al apartarse él, Eric se hubiera caído contra la madera. Jonah se quedó parado en ese descansillo de dos puertas, esperaba que la vecina no estuviera, o tendría culebrón en vivo en vez de en la televisión.

—Eric, siento mucho haber venido de este modo, supuse que si te llamaba no me darías ninguna oportunidad.

—Por supuesto que no —se escuchó que gritaba al otro lado.

—Quiero conocer a Lucas —confesó en voz alta Jonah y, una vez dicho, no había marcha atrás, de hecho, no la había habido nunca.

—¡Y una mierda! —gruñó Eric.

Era totalmente comprensible, no esperaba que le diera palmas, después de lo ocurrido la vez anterior pensó que tendría una reacción como la que estaba viviendo. Jonah se dejó caer hacia adelante, hasta que su frente quedó pegada a la puerta y dio una honda respiración. Entendía al chico, de verdad lo hacía, pero para él también era una situación jodida y complicada. De la noche a la mañana todo su mundo había cambiado, se había sacudido, y era algo que le costaba aún digerir. ¿Un hijo? Él no había pedido eso, sin embargo, cuanto más pensaba en esa idea, algo en su interior más se aferraba a ella. Y ahora que lo había visto, que le había puesto cara… Pero de nuevo su pensamiento se situó al lado de Eric, podía comprenderlo y no quería hacerles daño a ninguno de los dos, bastante habían sufrido ya.

—Oye, Eric, yo no quiero quitarte a Lucas —dijo—, de hecho, no quiero interponerme en vuestra vida de modo alguno, no quiero ocasionarte problemas, ni a ti ni al niño. —Jonah hablaba de manera calmada, sin despegar la frente de esa fría madera—. Solo quiero conocerlo, puedes presentarme como un amigo tuyo… —propuso Jonah—, o lo que tú consideres oportuno. Tú eres su familia y eres quien mejor le conoce, y yo… yo me adaptaré a lo que tú creas que es mejor… Eric, ábreme la puerta, porque tu vecina tiene que estar flipando con la escena.

Primero fue un resquicio de tan solo un par de dedos, después la puerta se abrió casi un palmo. Todavía flanqueando la puerta, Eric lo observaba, era como si el chico intentara averiguar cuánta verdad había en sus palabras. En un impulso, Jonah levantó la mano y la llevó a su pecho, a la altura del corazón, como si estuviera jurando que todo lo que acababa de decir era cierto. Al final, la puerta se abrió y Eric le dio paso a su hogar.

Era un piso pequeño y antiguo. En algunas partes los baldosines del suelo estaban agrietados y habían saltado en algunas zonas. Las paredes seguían estucadas, a pesar de que se notaba que habían pintado recientemente. Jonah siguió a Eric por el pasillo hasta la cocina, pequeña y espantosa, de tan solo dos fogones de butano, una encimera y sin armarios ni arriba ni abajo, a pesar de que el chico había suplido eso con algunos fruteros con ruedas. Ambos estaban callados y se observaban, a Jonah le habría gustado saber qué era lo que el chico estaba pensando en ese momento.

—¿Quieres un refresco? —ofreció el joven. Jonah asintió con la cabeza—. ¿Cómo me has encontrado? —inquirió Eric, mientras sacaba una lata de la nevera.

—Contraté a un detective.

—Joder. —A Eric se le escapó una sonrisa y eso logró que Jonah se relajara un poco—. Espero que te haya cobrado una pasta —añadió con maldad.

—Lo ha hecho —le confesó, para su regocijo.

Estar ahí era muy extraño, de pronto su vida parecía sacada de una novela, no era algo con lo que hubiera pensado que alguna vez tuviera que lidiar, y su mente era puro caos, sacudida con muchos pensamientos diferentes desde «qué diablos hago yo aquí» a otros de diferente índole. Pensaba en cómo lograba un chico tan joven criar solo a un niño, de dónde sacaba el dinero, el tiempo y la paciencia… Si él se hubiera encontrado en una situación como a la que se había visto empujado Eric tras la muerte de Sara, no habría sabido ni por dónde empezar. Pero ahí estaba ese chico, que parecía tener la mayoría de edad recién cumplida y haciendo algo que, a él mismo, con unos cuantos años más a sus espaldas, se le antojaba imposible. Admiración, eso era lo que Jonah sentía en ese momento. Quiso decírselo, no obstante, pensó que sería lo último que Eric querría escuchar de él.

—¿Puedo ver su habitación? —La pregunta cayó directa, sin haber pensado demasiado en ella.

La expresión en el rostro de Eric apenas se inmutó, simplemente dejó su lata sobre la pequeña mesa, que estaba llena de migas de galleta, y salió de la cocina. Jonah dejó la suya al lado de la otra y salió tras el chico. El resto del piso no mejoró su primera mala impresión.

—Es esta —dijo Eric abriendo una puerta—. Siento el desorden, a veces se nos va de las manos.

«Normal, sois dos niños», pensó Jonah, pero no verbalizó tal pensamiento. Eric se apartó de delante de la puerta dándole paso a la pequeña habitación. La cama estaba sin hacer y había diversos juguetes tirados por el suelo, pero, aparte de eso, era una habitación bonita. Jonah se sorprendió cuando las comisuras de sus labios se torcieron hacia arriba. «Vaya, no le he traído ningún regalo, debería haberle comprado algo, ¿qué clase de persona va a ver a un niño sin llevarle nada?», pensó, mientras admiraba los dibujos colgados con chinchetas en un corcho al lado de la cama.

—Dibuja muy bien —susurró Jonah, sintiendo que un nudo oprimía sus palabras.

—Quiere ser astronauta —le dijo Eric.

Cuando Jonah se fijó un poco mejor, pudo identificar que esos dibujos eran naves espaciales, al menos la visión de un niño de cómo deberían de ser. «¿En serio estoy aquí? ¿De verdad este es mi hijo?».

—¿Cuántos años tiene? —preguntó.

—Cumplió los cuatro en febrero, el 22 —respondió Eric.

No añadió más, pero haciendo cálculos rápidos, Jonah supo que el cumpleaños del niño fue poco después de la muerte de su madre. Debió de ser algo muy triste, no quiso preguntarlo, aunque no preguntarlo no hacía que eso desapareciera.

Tenía que hablar con el chico con calma, deberían hacerse la prueba de paternidad y, si Lucas era su hijo… Jonah soltó un suspiro, mientras su mirada seguía oscilando por la habitación, y por un instante pensó que le gustaría que eso fuera así.

Seamos una familia

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