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Permiso, me voy a equivocar

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Hace tiempo, ya, que tenía ganas de escribir con la idea de compartir mi posición de observador, o mi mirada, sobre algunos temas, y siempre me paralizaba la idea de herir susceptibilidades o equivocarme en mi manera de pensar.

Con el tiempo y la madurez aprendí, luego de desaprender y reaprender, que para algunos puedo parecer acertada en mis definiciones y para otros, no, y qué interesante que así sea, porque se pueden conjugar diferentes perspectivas sobre una misma situación.

En general, creo que los seres humanos tendemos a procrastinar, a “dejar para mañana… o nunca” por ese temor, ese intruso posesor de nuestro ser que nos bloquea o nos limita a expandirnos e ir más allá del día a día para pensar o soñar en grande, ese “no invitado” que se apodera de situaciones pensadas y no vividas por no asumir el riesgo de “qué pasaría si…”.

Por eso, me he tomado esto muy en serio, y comienzo dándome este permiso de… equivocarme.

Y aviso al lector, para que no lo tome desprevenido.

Sí, puedo equivocarme, y es precisamente porque lo estoy “haciendo”, porque estoy venciendo a ese intruso, llámese “temor” o “miedo paralizante”, para animarme a llegar a vos desde un lugar de encuentro de ser humano a ser humano.

Y quiero invitarte a recorrer conmigo, juntos, este aprender o desaprender o reaprender, resignificar o de-construir cada página de nuestra historia, para reencontrarnos con la esencia, con lo que realmente somos, reconciliarnos con nosotros mismos y abrazar la vida sin rutina, con el asombro de un turista que descubre por primera vez un nuevo lugar y ve en él toda la belleza. Para deslumbrarnos y alumbrarnos, para nutrirnos y alimentarnos interna y exteriormente de bocadillos sagrados y altamente beneficiosos para nuestro Ser.

¿Estás preparado?

¡Vamos! Atrévete a equivocarte… tal vez.

Asume el riesgo de hacer huella, y, para eso… hay que hacer camino y recorrerlo, explorarlo, reconocerlo, mejorarlo si es necesario, y abandonarlo si no nos conduce a donde nuestro propósito de vida nos premia. Ya todos sabemos que, al final del camino, siempre habrá una recompensa y, en el transcurso, mientras andamos, tesoros por descubrir y compartir. Así como sombras que iluminar, heridas que sanar, personas por amar y maestros por soltar. Ese sendero colmado de experiencias es el que nos hace humanos y únicos. Cada situación es un paso hacia adelante en la evolución personal, cada vuelta de página nos deja una lección. Aprenderla y aprehenderla es el desafío… para que el Universo no nos la repita.

Permiso

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