Читать книгу Antigüedades coahuilenses - Rufino Rodríguez Garza - Страница 4
ОглавлениеPrólogo
Una vez más recibimos de Rufino Rodríguez Garza una serie de textos en que se describen los demasiados esfuerzos que ha realizado por conocer lo que no existe sino hasta que alguien lo descubre. Sabemos que en Coahuila hay centenares de sitios arqueológicos o de simples vestigios que no alcanzarían la denominación de “sitios”, puesto que son huellas de los antiguos habitantes.
Cualquier material, un sencillo objeto o restos de una pintura rupestre, añade algo nuevo a los muchos datos que se tienen y obliga a los investigadores a tomar en cuenta algo que ignoraban. Los conocimientos generan nuevos conocimientos y éstos orillan a repensar lo ya sabido para transformarlo en ciencia, y ésta tiene siempre un momento: el suyo.
Aquí es importante retomar el sentido profundo de la palabra “verdad”, que en la antigua Grecia se decía aletheia, cuyo significado hondo es: sin ocultamiento o, más precisamente, descubrimiento, que implica quitarle a algo lo que lo cubre. La idea es clara, porque estos pequeños textos que llenan el volumen proponen quitar el velo que los cubría, así que son des-cubrimientos. Alguien podría alegar que encontrar algo que se desconoce no es un descubrimiento. Se equivoca. Los miles de vestigios materiales existentes a lo largo de la geografía están ahí, pero no se conocen antes de que alguien los ponga a la disposición de los demás, en este caso de los lectores. Es, en ese sentido, que el conocimiento nos acerca a verdades, que son certezas una vez que las conoces, y no antes.
Rufino ha caminado, visto y observado miles de esos “documentos” que hace milenios o centurias fueron creados por los habitantes indígenas que vivieron en estas regiones. Sus sistemáticas salidas al campo, que ya se cuentan por miles, lo han conducido a descubrimientos que ayudan (o pueden hacerlo) a comprender ese larguísimo pasado. Quiero decir que sin el trabajo de este atento y obsesivo explorador, seríamos todavía más ignorantes de lo que somos. Lo más interesante de sus escritos es que en cada uno nos regala un pedacito de conocimiento, y una vez que esos elementos se reúnen porque se multiplicaron, conducen a otra forma de conocimiento.
El trabajo rinde, y más si se hace de manera sistemática. De Rufino sabemos que ya cumplió 40 años de búsquedas. Sale cada fin de semana al campo simplemente a recorrerlo. A veces regresa a lugares que había visitado años atrás y, según declara, encuentra algo que no había advertido en la anterior visita. Esto significa que su perseverancia recompensa el esfuerzo, mismo que traducirá en un escrito como los muchos que podemos leer en éste y en sus anteriores libros.
Deseo añadir que, además de fotografiar los rastros de los indígenas, también destina horas a pasar sus observaciones a sus muchísimos diarios de campo que algún día serán tan valiosos como las fotos, puesto que en esos cuadernos traza con insistencia los dibujos que advirtió en una roca, una cueva, un conjunto de piedras, un pequeño guijarro con esbozos diversos (arte móvil que puede referir a cuestiones trascendentes, a deseos relativos a la vida amorosa o, simplemente, a los seres vivos que rodeaban a los nómadas). Sus más de 100 mil fotografías lo colocan como el dueño del acervo más importante del pasado indígena en nuestra entidad.
Este libro puede ser considerado un nuevo apoyo al saber y a la revaloración de la cultura ancestral de los antiguos habitantes de Coahuila. De ahí que su lectura pueda orientar a científicos que buscan nuevos datos.
El hecho de que se nos entregue en pequeños capítulos ayuda a que su consulta sea más personalizada y, sin duda, más lógica. No cabe duda que este vademécum es un aporte a considerar.
Carlos Manuel Valdés