Читать книгу Las tres lunas - Rut H. Sánchez - Страница 5
Introducción
ОглавлениеDesde tiempos ancestrales, la creencia en las brujas ha sido una constante en las distintas culturas.
Pero lo que muy pocos saben es la verdad.
Durante siglos, brujas, brujos y humanos vivieron en armonía. Cada cual con los suyos, aunque ayudándose los unos a los otros, venerando a los dioses y diosas que mantenían el equilibrio en la naturaleza. Los aquelarres esparcidos por todo el mundo se encargaron de la protección y sanación de los hominum, como llamaban a los humanos.
Desde que Hécate, diosa y hechicera de la mitología griega, puso entre los humanos a brujas y brujos, tan solo les hizo una prohibición: no confraternizar con aquellos a quienes no les corriera magia por las venas. Y así fue. Una ley cumplida y respetada.
Mientras, la creencia en más de un dios se prodigó entre humanos, la existencia de todos los seres con magia que controlaban el arte de la hechicería y la curación fue simbiótica.
No se sabe exactamente en qué momento todo eso varió de una manera abismal.
Los humanos empezaron a cambiar, pasaron de creer en los dioses de la naturaleza, de la vida y la muerte, a creer en uno solo, influidos por aquellos que lo adoraban ciegamente. Comenzaron a acusar de impíos paganos a todos aquellos que pensaban diferente a ellos y los humanos, por miedo a ser castigados con la muerte; se alejaron de la creencia en la magia y de su utilización, obligando a las brujas y brujos a esconderse para no morir quemados en una enorme hoguera o ahogados a la vista de los hominum que tiempo atrás habían pedido su ayuda.
Brujas y brujos transformaron la única ley que su diosa Hécate les impuso, llevándola más allá por pura supervivencia.
Por miedos, envidias, ambiciones y celos de sus poderes y conocimientos, los hominum lucharon por exterminar a todo aquel que, de alguna manera, dejara ver que por su sangre corría magia.
Y fue así como lo que en su día fue bueno y venerado, el tiempo en el que magia y humanidad caminaron de la mano, fue llevado al olvido a costa de la muerte de muchos. Se ocultaron los aquelarres de la intrusión de los hominum y evitaron así que lo que una diosa creó para mantener a salvo a la humanidad del mal fuera destruido, atendiendo a una profecía mucho más antigua que los propios dioses: «Cuando la luna se esconda de los ojos sin alma, la noche caerá como una espesa cortina sobre aquellas que posean magia de nacimiento hasta que tres nuevas lunas brillen inocentes y así devuelvan el flujo perdido».