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Prólogo

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Cuando me permití la posibilidad de dejar una muestra de mi paso por este mundo, supe que, si bien me había entretenido demasiado, también entendí que, cuando pensamos en esto, a qué tiempo nos estamos refiriendo, qué tipo de reloj mide el paso del tiempo cuando sientes que las vibraciones se derraman por tus teclas y aletargadas o distraídas se disponen a aflorar desde el arte, desde un acopio de sensaciones, como un conjunto de horas tristes o alegres, según nos quepa, y me dije entre paliativos y búsqueda de excusas, que el paso del tiempo no mide el arte que cada uno conlleva consigo, eso es imponderable, se concibe desde la historia y se vuelve referencia.

Estuve perdido un tiempo y llegó el tiempo del rescate, del reverso del cuento fantástico que salva al protagonista, y convertido en relato me mira de frente, a la cara y me dice que no importa, que él sabía que llegaría la hora y que nada le cambia si es ahora o si debería haber sido antes, que siempre se puede dar el primer paso, aunque ya hayan pasado 60 años desde que aprendí a caminar.

Lo que van a encontrar en este libro solo es un cúmulo de emociones desparramadas, casi anárquicas, como un puzle, para armar, espero que, al armarlo, les proporcione placer y arriben desde su contenido a la conclusión de que su lectura no fue una pérdida el tiempo.

Para contextualizar, cabe aclarar que, en 2014, una dolencia llegó a mi vida y desde el diagnóstico trabé una lucha cuerpo a cuerpo en la que hasta ahora llevo cierta ventaja, ella, la EM (esclerosis múltiple), se instaló en mi campo cognitivo y me arrebató la conversación, esconde mis adjetivos, se saltea las teclas cuando escribo, tomó mi motricidad fina, hasta me dosifica mi concentración y hace jueguitos con mi capacidad atencional, juega a las escondidas con mis recuerdos y alteró los polos en mi tablero de mandos para confundirme, si hasta me jubiló por cierta discapacidad, ralentizó mi vida y mi ritmo perdió promedio, pero aprendí a lidiar con ella y, lejos de entregarme, apreté los dientes, y aceleré a fondo; si bien me lisió para la competencia, no logró privarme de ella.

Saúl Carreras

Ataraxia

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