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CONTRA CUALQUIER PERSONA NORMAL SERÍAN LETALES

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Greatorex nos conduce fuera del campamento. Debemos ser alrededor de veinte. Todos llevamos algo. Hasta Donna lleva una mochila grande en la espalda, aunque noto que tiene las manos atadas al frente. Salimos marchando en fila india. La idea es entrar por un pasadizo existente, y una vez que lo atravesemos lo clausuraremos, dejando este campamento libre de pasadizos y vínculos con cualquier otro campamento. Como dice Greatorex: “Ya ha cumplido su propósito”.

Me gusta Greatorex. Hay quienes me echarían la culpa y dirían: “No habríamos tenido que trasladarnos de no ser por Nathan”, pero Greatorex no lo ve así. Sabe que las cosas siempre cambian y mudarse es parte del trabajo.

Me quedo en la retaguardia y luego me detengo y aguzo el oído para ver si hay Cazadores. Sería típico de ellos atacar mientras nos encontramos vulnerables y concentrados en otros asuntos. Pero no escucho nada. Dejo mi cargamento en el suelo y corro de regreso para inspeccionar mi rastro durante varios minutos. Sé que Greatorex ordena que su gente lo revise y lo vuelva a revisar, pero qué daño puede hacer echar un vistazo final.

Nada.

Recupero mi cargamento y alcanzo al grupo mientras desa­parece por el pasadizo. Greatorex espera hasta que pasamos todos y entra al final. Hay poca gente que construye pasadizos. Sólo queda una persona dentro de la Alianza. Marcus tenía esa habilidad, pero no tengo la menor idea de cómo desarrollarla. De todos modos, cerrar los pasadizos no requiere un Don especial y ni siquiera algún tipo de magia, sólo una pequeña explosión.

Cuando lo cruzamos, Greatorex quita el seguro a la granada de mano y Gabriel y yo sujetamos su brazo izquierdo mientras ella desliza la mano derecha con la granada dentro de la abertura. El pasadizo intenta succionarla, pero anclamos nuestros talones en el suelo y nos echamos hacia atrás mientras ella deja que la granada se deslice de su mano. Estallará cuando todavía esté dentro del pasadizo; dentro de unos segundos la abertura perderá su magia y se desvanecerá.

Comprobamos que sea así, y el pasadizo ya ha desaparecido.

En pocas horas el nuevo Campamento Tres está instalado y organizado como si lleváramos días en él. Greatorex y Celia ya tenían decidida la ubicación. Greatorex es profesional y tranquila, pero percibo que los aprendices están tensos y, a diferencia de ella, quieren culparme. Lo detecto por la manera en que se juntan en grupitos y me lanzan miradas furtivas. Greatorex lo advierte también, creo, así que los mantiene ocupados con distintas tareas: subir las tiendas de campaña, explorar las zonas aledañas, cocinar... Luego, al atardecer, decide que hagamos un poco de entrenamiento: combate.

Gabriel y yo observamos la clase de combate cuerpo a cuerpo. Donna también la mira, sentada frente a nosotros; sus manos aún están atadas con las bridas de plástico.

Greatorex se toma un descanso y viene a nosotros para contemplar a sus pupilos.

—¿Qué pasa con Donna? —le pregunto.

—Dice que quiere unirse a la Alianza pero, desde la BB, Celia dio instrucciones estrictas de que cualquiera que quiera unirse debe ser interrogado bajo los efectos de una poción de la verdad.

—¿Y cuáles son los resultados?

—No disponemos de pociones. He solicitado una al Campamento Uno, pero hasta entonces es nuestra prisionera.

—Pero ¿qué te dice tu instinto? ¿Es sincera o es una espía?

—Me agrada. Tiene una actitud positiva. Es inteligente, veloz y nada petulante. Sin embargo, tú también le agradas, lo cual me hace cuestionar su buen juicio.

—Muy divertido.

—De hecho, pienso que tiene buen juicio. Te defiende.

Me pregunto contra quién me defiende.

—Lo hacen mejor, ¿no crees? —dice Greatorex, mientras observa a los aprendices.

—Sí, algo mejor. Pero todavía son lentos y blandengues.

—Creo que podrían contra ti en una pelea limpia.

Niego con la cabeza.

—¿Los ponemos a prueba? Les hará bien. Cuatro de mis mejores chicos contra ti. Sólo te pido que no los mates.

—Si me ganan cuatro de ésos, me mato yo.

Greatorex sonríe.

—Está bien, entonces. Esos cuatro y yo contra ti.

Ella es una buena luchadora, casi tan buena como Celia. Niego con la cabeza y le digo:

—No quiero herirte, Greatorex.

—Sanaré. Tú también lo harás. No le tendrás miedo a unos cuantos aprendices y a una ex Cazadora, ¿o sí? —Grea­torex es delgada y parece delicada, pero también es veloz, dura y letal, y muy inteligente.

—¿Qué opinas? —le pregunto a Gabriel.

—Espero que te pateen el trasero.

—Escoge a tu equipo entonces —me dirijo a Greatorex.

—Sophie, Scott, Adele, Kirsty —dice ella, mientras se frota las manos.

Se encaminan hacia ella. Reconozco a Kirsty, porque es enorme, lenta y fuerte. Scott es atlético y veloz, al igual que Sophie. Adele debe de venir de otro de los campamentos Aliados, pues no la había visto antes. Greatorex los arenga, básicamente diciéndoles que me atacará primero y que ellos tendrán que respaldarla con todo a su alcance mientras luchamos. Cuando termina su discursito, me dirijo a ella para que todos puedan escucharme:

—No les dijiste qué hacer una vez que te aniquile.

Greatorex sonríe y dice:

—Cuando estés suplicando clemencia te lo recordaré.

Los aprendices asienten e intentan parecer duros.

Me coloco en el centro para alentarlos a ponerse detrás de mí, lo cual creen que les ayudará. Estarán pensando que al estar a mis espaldas podrán ganarme, pero me moveré velozmente. Mi principal problema será no herir gravemente a nadie.

—Nada de Dones —me advierte Greatorex—. Nada de volverte invisible.

Hemos entrenado juntos, y simplemente resulta muy fácil para mí.

—Nada de pistolas, nada de cuchillos —replico—, y nada de garrotes.

Conozco sus trucos.

—Claro que no… ¿quiénes crees que somos? —dice, extendiendo los brazos para demostrar que no está armada.

Le hago señas para que se acerque y los demás se ubican a nuestro alrededor.

Celia me enseñó una excelente técnica, que también la aprendió Greatorex, pero soy más fuerte, grande y veloz que ella. Si la derribo rápidamente, los demás aprendices caerán como moscas. Espero que ninguno intente huir. Soy más severo con los que huyen.

Greatorex se mueve para atrás y yo para delante, y de repente, al momento, los aprendices corren hacia mí. La charla motivacional de Greatorex debió ser una treta; ya habían planeado esto. Noqueo a Scott con un golpe en la cara y un instante después a Adele con un codazo en el rostro, pero luego mis riñones estallan de dolor, me desplomo y me curo al mismo tiempo. Trato de alejarme rodando pero alguien aterriza sobre mis piernas y me detiene, mientras Greatorex me patea el rostro.

Saboreo la sangre y siento un diente flojo, pero inmediatamente después estoy sanado e intento atrapar a Greatorex aunque ella se aleja rápidamente de mi camino, así que me giro para darle un puñetazo a la chica que forcejea con mis piernas. Recibo más patadas en mi espalda y ruedo para sujetar esa pierna y torcerla. Sé que la he roto por el ruido y el grito. Me pongo de pie y sólo quedan Greatorex y la chica más grande, Kirsty… aunque Adele vuelve a levantarse. Le hago una finta a Kirsty, pero luego salto y pateo a Greatorex. Sin embargo, es rápida y me esquiva apartándose a un lado, de modo que apenas rozo su cara. Kirsty me ataca desde atrás, un buen movimiento de su parte, y envuelve sus brazos alrededor de mí, un mal movimiento: muevo la cabeza para atrás rápidamente y le rompo la nariz. Aun así, no me deja libre, de modo que vuelvo a hacerlo y al mismo tiempo le golpeo la espinilla con el talón. Cae. Luego me vuelvo hacia Adele porque ya está en el aire y viene contra mí, así que le asesto un golpe en la cara pero esta vez, mientras mi puño avanza, veo que su rostro cambia de color y siento un dolor insoportable en la mano cuando choca contra su mandíbula metálica. Debo de haberme roto unos cuantos dedos. Adele exhibe una sonrisita de suficiencia y su rostro cambia del gris brillante al tono pálido normal de su piel.

—¿Qué ha pasado con la regla de nada de Dones? —grito.

Adele se encoge de hombros.

—Veamos lo que sucede si te lanzo unos rayos —le respondo, encogiéndome de hombros también.

Greatorex se interpone entre nosotros, gritando:

—¡No! Nada de Dones. Adele aún está aprendiendo a controlar el suyo. Ella…

Pateo a Greatorex, logro conectar mi pie contra su cabeza y la dejo despatarrada en el suelo.

—No hay ninguna regla contra hablar de usarlos, ¿o sí?

Eso nos deja solos a Adele y a mí. Me giro y le lanzo una patada, ella se torna gris otra vez. Siento mi pie como si hubiera pateado un auto. Me curo y finjo un golpe para comprobar si se transforma de nuevo. Así ocurre, y luego trata de golpearme pero es demasiado lenta, la sujeto y la derribo, queda boca abajo, y tiro de su cabeza hacia atrás. Veo que su piel ahora se vuelve metálica, pero después de unos segundos el tono se desvanece y ella queda vulnerable otra vez. Le hago una llave estranguladora y su rostro cambia de color, pero esta vez al rojo. Su Don ya no está funcionando.

Golpea el suelo para indicar que se rinde y me levanto mientras le digo: “Quédate en el suelo”. Pero comienza a levantarse y noto que está verdaderamente enfadada. No lo había advertido antes, pero sus ojos son los de una Bruja Negra, y está lo suficientemente enfadada para actuar como una de ellas. Se arroja contra mí, volviéndose gris, pero sólo unos segundos y cuando regresa a la normalidad la golpeo en la cara con fuerza. Se tambalea y luego cae de espaldas, mientras la sangre le brota por la nariz.

—Si pudieras controlar ese Don, sería bastante útil —le digo.

Miro alrededor. Greatorex ya está en pie, levantando las manos en señal de derrota y dice:

—Está bien. Tú ganas, Nathan. Hasta aquí —observa los cuerpos que se revuelven en el suelo, escucha sus lamentos y dice—: Aun así, creo que han mejorado.

—Sí, contra cualquier persona normal serían letales.

La voz proviene de atrás de los árboles, me vuelvo y Nesbitt está ahí, sonriéndome de oreja a oreja.

El lado perdido

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