Читать книгу Lady Felicity y el canalla - Sarah MacLean - Страница 4

Prólogo

Оглавление

En el pa­sa­do.

Los tres es­ta­ban co­nec­ta­dos, mu­cho an­tes de que fue­ran cons­cien­tes de ello, por unas he­bras de se­do­so ace­ro en­tre­te­ji­do que no po­dían des­unir­se, ni si­quie­ra cuan­do el des­tino in­sis­tie­ra en ello.

Her­ma­nos na­ci­dos el mis­mo día, a la mis­ma hora y en el mis­mo mi­nu­to, de dis­tin­tas mu­je­res: la ca­rí­si­ma cor­te­sa­na, la cos­tu­re­ra, la viu­da del sol­da­do. Na­ci­dos el mis­mo día, a la mis­ma hora y en el mis­mo mi­nu­to del mis­mo hom­bre: el du­que, cuya arro­gan­cia y cruel­dad cas­ti­ga­ría su des­tino sin re­pa­ros al ro­bar­le lo úni­co que desea­ba y que su di­ne­ro y po­der no po­dían com­prar: un he­re­de­ro.

Las pi­to­ni­sas siem­pre han ad­ver­ti­do so­bre los idus de mar­zo, que au­gu­ran trai­ción y ven­gan­za, un cam­bio de for­tu­na y una fa­ta­li­dad inalie­na­ble. Pero para ese pro­ge­ni­tor —que solo fue eso, pues nun­ca se ase­me­jó a un pa­dre—, no se­rían es­tos, sino los idus de ju­nio, los que le trae­rían la rui­na.

Por­que ese mis­mo día, a esa mis­ma hora, en ese mis­mo mi­nu­to, na­ció un cuar­to hijo de una cuar­ta mu­jer; de una du­que­sa. Y fue a ese na­ci­mien­to —el de un hijo que todo el mun­do cre­yó le­gí­ti­mo— al que asis­tió el du­que, aun cuan­do sa­bía que quien iba a he­re­dar su nom­bre, for­tu­na y fu­tu­ro no era hijo suyo. Sin em­bar­go, y de al­gu­na ma­ne­ra, era su úni­ca es­pe­ran­za.

Solo que fue una niña.

Y con su pri­mer alien­to, les robó el fu­tu­ro a to­dos, tan po­de­ro­sa de niña como lo se­ría de adul­ta. Pero la suya es una his­to­ria que con­ta­re­mos en otro mo­men­to.

Esta his­to­ria co­mien­za con los ni­ños.

Lady Felicity y el canalla

Подняться наверх