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IDEAS CLAVE

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- Para el cliente es muy difícil evaluar el valor de nuestros servicios en términos económicos, ya que no solo desconoce la complejidad de nuestra actividad profesional y los elementos que el trabajo lleva asociado, sino que la intangibilidad de los mismos, es decir, su imposibilidad de ser percibidos de forma material, dificulta aún más dicha evaluación.

- A la vista de la sensibilidad del cliente en materia de honorarios, seamos sensitivos también, y actuemos desde el principio de la relación contribuyendo activamente a que aquél perciba que está recibiendo un servicio que le proporciona valor no solo en términos del precio, sino también de confianza.

- Para los abogados es muy difícil tratar con nuestros clientes sobre los honorarios profesionales y, muy especialmente, sobre los aspectos relativos a la solicitud o petición de los mismos, lo que en la mayoría de los casos se convierte en una experiencia difícil y hasta tortuosa para el letrado.

- Cuando el cliente accede por vez primera al despacho viene socialmente condicionado, ya que ha aprendido que los abogados son muy caros, que sus honorarios son excesivos y que en esta materia hay mucha falta de transparencia. Estemos o no de acuerdo con esa percepción social, lo cierto es que cuando el cliente llega por primera vez al despacho está ciertamente afligido por el perjuicio que va a sufrir su economía al ponerse en manos de un abogado.

- No hay recetas mágicas para superar el problema de la dificultad del abogado para cobrar sus honorarios, si bien hemos de tener en consideración una serie de pautas de fácil aprendizaje.

- La reducción o descuento de los honorarios debe hacerse siempre sobre la cuantía equivalente al beneficio de nuestros honorarios, o lo que es lo mismo, un descuento nunca debe alcanzar el coste de producción que lleva aparejado dicho encargo, pues en tal caso el intercambio sería no sólo injusto, sino que más que beneficio nos supondría una pérdida.

El Abogado y los Honorarios Profesionales: Una visión práctica

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