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IV . ORDEN DE LOS LIBROS
ОглавлениеLa tradición manuscrita de las NQ ofrece la llamativa particularidad de que el orden de los libros no es el mismo en todos los códices, sino que pueden distinguirse tres órdenes diferentes: (i) en primer lugar, el orden tradicional de las ediciones (I-VII), llamado Quantum por la primera palabra del texto; (ii) en segundo lugar, el orden IVb-VII, I-IVa, denominado Grandinem por las mismas razones; (iii) y, finalmente, el orden I-III, IVb-VII, IVa, una variante del orden tradicional en la que el libro IVa se halla desplazado al final de la obra. Se plantea, por tanto, el problema de saber cuál de estas tres ordenaciones, y especialmente de las dos primeras, es la originaria; es decir, cuál era el orden de los libros del arquetipo.
Pero la cuestión del orden de los libros no se reduce ni se ha reducido a un simple problema codicológico. Desde que fue planteada por primera vez por Koeler en 1817 56 , se han sumado a la discusión una serie de argumentos que podríamos llamar internos, basados en la supuesta estructura ideal de la obra de Séneca 57 y en las referencias de unos libros a otros, argumentos que han llevado a los estudiosos no sólo a diferenciar el orden del arquetipo del orden original de composición, sino a defender numerosas propuestas de ordenación diferentes de los dos tipos señalados 58 .
Nos preguntaremos, pues, a continuación, cuál era el orden de los libros en el arquetipo para, posteriormente, discutir si hay razones suficientes para proponer un orden diferente como originario.
La respuesta a la primera pregunta, el orden de los libros en el arquetipo, ha venido viciada o, al menos, condicionada durante mucho tiempo por la reconstrucción de la historia textual hecha por Gercke, quien, por una parte, estableció un stemma bipartito, apoyándose principalmente en la distinta ordenación de los libros dentro de los mismos 59 y, por otra, conjeturó un tanto arbitrariamente 60 un orden I-VII (Quantum) para el arquetipo.
Es mérito de Hine haber establecido un nuevo stemma codicum sobre la base de nueva colación y recensión de los manuscritos, prescindiendo totalmente del orden de los libros, lo que le ha permitido, en una segunda etapa, deducir de dicho stemma el orden del arquetipo. De la coincidencia del orden Grandinem en determinados grupos de manuscritos pertenecientes a diferentes ramas (Ζ, H y π) 61 , Hine pudo deducir de manera convincente que ése era el orden del arquetipo, lo que hoy es unánimemente aceptado.
Los propios manuscritos ofrecen, sin embargo, razones para suponer que éste no era el orden originario de los libros. Estudios independientes, llevados a cabo por Carmen Codoñer 62 y el propio Hine 63 , basados en la numeración de los libros ofrecida por los códices, permiten una reconstrucción del orden originario que no coincide ni con el orden Grandinem ni con el orden Quantum . Dado que un grupo de códices primarios numeran los libros de IVb a IVa como libros 3-10, hay que suponer que ésta era la numeración del arquetipo. Y para explicar esta numeración, según la cual el libro IVb era el tercero de la obra, sólo caben dos posibilidades: (i) o bien suponer que se han perdido dos libros iniciales 64 , (ii) o bien que los dos libros iniciales han sido desplazados de su posición y situados al final de la obra como consecuencia de un accidente. Tanto Carmen Codoñer como Hine consideran que los dos primeros libros (III y IVa) se desprendieron en un momento determinado del resto y, después, fueron recolocados, por error, en la parte posterior del manuscrito. El orden original de los libros sería, por tanto, III-VII, I-II, orden que, en razón de las dos primeras palabras del libro III, recientemente B. M. Gauly ha propuesto designar como orden Non praeterit 65 .
Es ahora, una vez establecidos con criterios estrictamente codicológicos tanto el orden del arquetipo como el presunto orden original, cuando es el momento de recurrir a los criterios internos (referencias entre libros) para comprobar hasta qué punto sirven para confirmar o desmentir los resultados obtenidos.