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¿POR DÓNDE HAY QUE EMPEZAR?

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¿Cómo deberíamos empezar a examinar la pregunta de si “soy solo un cerebro”? Para que el punto de partida sea útil debe estar abierto a la posibilidad de que la respuesta no se encuentre solo en la neurociencia. A primera vista, esta pregunta parece ser de naturaleza científica, principalmente porque la pregunta la formulan los científicos y hace referencia a una parte de nuestra anatomía. Pero de hecho, “¿Soy solo un cerebro?” formula una pregunta filosófica sobre la identidad humana. Por sí sola, la neurociencia es incapaz de responder a este tipo de preguntas. La neurociencia describe con hermosos detalles lo que sucede en el cerebro, y es la disciplina evidente a la que acudir para responder preguntas como “¿Qué es un cerebro?” y “¿Cómo funciona el cerebro?”. Pero la pregunta “¿Qué es una persona?” es muy diferente. Va más allá del método científico y entra en la filosofía, la ética y, como sostendrían muchos, la teología.

La memoria humana posee muchos componentes distintos, uno de los cuales es tu memoria de trabajo, que esencialmente es el “bloc de notas” que llevas en la cabeza. La memoria de trabajo, memoria funcional, es la parte de tu cerebro que utilizas cuando intentas recordar la lista de la compra que escribiste antes y que luego olvidaste en casa. Imagina que un neurocientífico que estudiase la memoria de trabajo humana decidiera que solo tomaría como referencia los resultados procedentes de la IRM funcional, sin tener en cuenta todas las demás disciplinas, como la fisiología, la anatomía y la farmacología. Francamente, esa sería una práctica médica deficiente, que llevaría a una merma de la comprensión de la memoria de trabajo. Un buen científico emplea todos los instrumentos que están a su disposición e intenta encuadrar sus resultados dentro del contexto más amplio de otras disciplinas. De igual manera, intentar responder a preguntas sobre la identidad humana usando solamente la neurociencia supone quedarse corto. Para responder a las preguntas sobre la identidad, tenemos que ir más allá de la neurociencia. Por sí solas, las neuronas y las sustancias químicas cerebrales no nos llevarán hasta ese punto, y nos ofrecerán una concepción reducida de la persona humana. La pregunta “¿Soy solo un cerebro?” no es solo científica, sino también filosófica, de modo que nuestra ruta pasará por el terreno de la filosofía, no solo por el de la neurociencia

Para ser un buen científico es necesario estar abierto a nuevas ideas y a resultados inesperados. La comprensión común de la ciencia incluye procesos como establecer una hipótesis, reunir datos y después interpretarlos. La hipótesis es nuestra teoría de lo que esperamos observar. Si los datos encajan con la hipótesis, puede que vayamos por buen camino. La siguiente fase consiste en intentar obtener de nuevo los mismos resultados. Si tenemos éxito en varias ocasiones, empieza a parecer que la hipótesis era correcta. Sin embargo, si los datos no encajan con la hipótesis, tendremos que estar abiertos a la posibilidad de que nuestra hipótesis sea errónea y necesite que la revisemos.

A veces, los científicos se sienten tentados a “amañar” los datos para hacer que encajen con la hipótesis. Sin embargo, algunos progresos destacados de la ciencia se han producido gracias a unos resultados inesperados y a la valiente revisión de teorías bien arraigadas y enfrentándose a la crítica. Para que un científico alcance el éxito, es necesario que tenga una mente abierta. Quiero invitarte a que apliques la misma mentalidad abierta a los temas que estamos tratando en estas páginas.

¿Soy solo un cerebro?

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