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1. CÓMO SER UNOS PADRES TRABAJADORES Y NO MORIR EN EL INTENTO

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La generación actual de padres se parece poco a la de sus progenitores. Los padres de hoy día lo tienen más difícil que los de hace treinta años, cuentan con menos tiempo para estar con los niños y estos se ven sometidos a presiones que antes no existían, pero eso no implica que hoy los niños estén peor atendidos. No debemos generalizar y conviene saber que hay muchas variables individuales a considerar. Actualmente, los padres cuentan con un nivel de formación y de recursos superior al que a su vez tuvieron los de antaño, y muchas ganas de aprender y mejorar en esta importante faceta vital.

Hoy vivimos en un mundo de prisas, cargados de obligaciones, actividades extraescolares, compromisos sociales, tareas pendientes de casa, del trabajo… y esto no solo les ocurre a los adultos, sino que en cierta manera se trasmite a los niños. Con ambos progenitores trabajando y con el ritmo de vida que nos impone la sociedad, es necesario aprender a relajarse y evitar que las prisas generen estrés en los padres y en los hijos.

No olvidemos que los niños aprenden por modelado, es decir, copian a sus figuras de referencia, que principalmente son sus progenitores. Cuando los padres van con prisas, agobiados a todos los sitios, pueden llegar a trasmitir ese agobio a los niños. Por mucha prisa que tenga el adulto, no vamos a poder reducir los tiempos de reacción de los niños que, por evolución natural, son superiores a los de los adultos. Planifiquemos el tiempo necesario en función de la edad del niño, no del tiempo que necesitaríamos nosotros. Por ejemplo, si queremos que por la mañana el niño se despierte, vaya al baño, desayune, se vista, se peine, se lave los dientes y coja la mochila para ir al colegio, no despertemos al niño veinte minutos antes de salir de casa, porque no le va a dar tiempo de hacer todo eso él solo: necesitará una hora si queremos que sea el niño quien se vista, quien desayune sin ayuda, quien se prepare solo para ir al colegio…

Los niños no cuentan con el suficiente desarrollo psicomotor ni cognitivo para gestionar su horario, ni tampoco con recursos para hacerlo.

Por tanto, y siguiendo con el ejemplo que hemos mencionado, será necesario acostar al niño antes por la noche para poder levantarle con el tiempo suficiente para que consiga realizar él solo las rutinas de la mañana. Pero esto no solo ocurre con las tareas cotidianas; determinados aprendizajes llevan su tiempo y, por mucho que los adultos se empeñen, no van a poder reducirlo.

Son los adultos los que tienen que amoldar su horario al del niño y no al contrario.

Es difícil para unos padres trabajadores no trasmitir los agobios y las prisas a los niños, pero se puede conseguir. Que el adulto tenga claro y sepa que lo importante es la calidad del tiempo que pasa con sus hijos, y no la cantidad, ayuda a que se sienta menos culpable, y se relaje. Si se dispone de poco tiempo, lo importante será asegurar su calidad y asignar prioridades en función de las necesidades de los hijos. Es fundamental pararse a escucharlos. Los niños necesitan poder contar sus vivencias y sus problemas a sus padres y percibirles como cercanos; y todo ello no tiene por qué estar reñido con el trabajo y los compromisos de estos. Los niños no necesitan que sus padres estén todo el día con ellos; también tienen que aprender a divertirse y a estar solos. No obstante, es importante dedicar tiempo para jugar con ellos, para enseñarles, para dibujar, pintar…; necesitan un adulto que les estimule, que les guíe y que comparta sus juegos. No basta con estar al lado contemplando al niño.

Por causa de las prisas, no se debe caer en la sobreprotección, o en que sea el adulto quien haga las cosas a los niños. Por ejemplo, muchos padres prefieren vestir a los niños para no llegar tarde al colegio, en lugar de esperar pacientemente a que ellos lo hagan solos. Esto es un error, ya que el pequeño tiene que aprender a vestirse, a lavarse, a comer y hacerlo él solo. Es fundamental que aprendan a valerse por sí mismos. En el trabajo diario en el Centro de Psicología, los padres nos trasladan numerosas dudas sobre este tema. No saben identificar cuándo están cayendo en la sobreprotección de sus pequeños, por eso le dedicaremos un capítulo de forma monográfica en el libro[1].

Cuando los padres hacen continuamente las tareas de los niños no están favoreciendo su correcto desarrollo ni su autonomía; por ello, es necesario dedicar tiempo al aprendizaje del niño.

Sabemos que lo importante es la calidad del tiempo que pasamos con los hijos, pero es aconsejable cumplir con una mínima cantidad. Por eso aconsejamos reservar momentos para estar con ellos y darles prioridad absoluta. En este rato reservado para los pequeños no es conveniente estar haciendo otra tarea, como contestar correos, atender llamadas, programar la agenda, realizar labores del hogar...

El mensaje que se debe trasmitir al niño es: «Este es nuestro espacio; para mí en estos momentos no hay nada más importante que estar contigo, que tú me cuentes qué tal estás, qué cosas te han pasado…, solo estoy para ti».

Un buen momento para hablar con ellos, en el que los niños se relajan y pueden compartir sus vivencias, contar las cosas que han hecho durante el día, sus problemas, puede ser justo un poco antes de irse a la cama. Conviene que reservemos diez, quince minutos para charlar con ellos. Lo más importante para hacer felices a nuestros hijos, con el poco tiempo del que se dispone hoy, es que les dediquemos un rato al día, pero siempre mostrándonos cercanos e interesados por sus cosas, guiándoles, aconsejándoles y motivándoles.

Por las tardes los horarios suelen ir muy ajustados: baño, cena, hora de irse a la cama. Una opción que seguro que ayuda es llegar a un acuerdo con los niños que consistirá en que ellos obedecerán a la primera y el tiempo que antes se perdía en insistir y en mandar las cosas varias veces, en conseguir que se ducharan, que cenaran… ahora se utilizará en jugar un rato antes de irse a la cama, o en leer un cuento o en un momento para realizar confidencias.

Es verdad que, en ocasiones, por cuestiones ajenas a la voluntad del adulto, es difícil reducir las obligaciones laborales u otro tipo de compromisos de los padres, pero siempre se pueden hacer cosas para mejorar. Pensemos en qué empleamos el tiempo, tanto los padres como los niños; puede que sea más conveniente ver menos la televisión por la tarde, utilizar menos el ordenador y la tableta, acostarse antes y poder despertar al pequeño con tiempo para que aprenda a adquirir los correctos hábitos de higiene y de autocuidado por las mañanas.

Lo importante es la calidad del tiempo que se pasa con el niño, no la cantidad, pero sí que hay que cumplir una cantidad mínima.

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