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LA ANALFABETA

“Había una vez una vaca en la Quebrada de Humahuaca,

porque era muy vieja, muy vieja, estaba sorda de una oreja,

y a pesar de que ya era abuela un día quiso ir a la escuela”.

(María Elena Walsh)

El epígrafe del presente capítulo está tomado de la canción La vaca estudiosa, de la genial María Elena Walsh. Ella, con fina ironía, cuenta la historia de una vaca anciana que decide ir a la escuela y que, con dedicación, supera a sus compañeros humanos. La vaca representa al reino animal y, consecuentemente, con menor capacidad de razonamiento que sus camaradas. Pero la superficialidad de estos y del resto, hace que la situación se invierta y los que se tenían por sabios, terminen siendo “borricos”, símbolo no solo del analfabetismo sino, más bien, de una mente cerrada, pusilánime, apocada. Tristemente, la baguala de María Elena, termina con que la única sabia del lugar fue la vaca.

En relación a Catalina, podríamos decir que esta mujer que solo sabía las primeras letras y algunas cuentas, consideró que podía seguir aprendiendo. No solo a fuerza de ser discípula de Jesús, fue sabia en Ciencia Religiosa (1), sino que de grande se puso a estudiar gramática “porque no había que ser atrasada” (2) y consideró la alfabetización y la educación como un arma para la dignidad de la mujer.

Ana de la Cruz Moyano fue una hermana de las Esclavas del Corazón de Jesús, amiga, secretaria y biógrafa de Catalina de María Rodríguez. A ella le pidió que continuase sus memorias y no pudo hacerlo porque sentía que profanaba lo escrito por Catalina, pero a pedido de las hermanas, escribió los llamados Apuntes de la Hermana Ana de la Cruz (3). Un tesoro que cuenta el ser y el hacer de Madre Catalina en tercera persona y con detalles muy sabrosos.

Allí dice de Catalina:

No tuvo otra instrucción que la rudimentaria que se daba en su época… leer, escribir, el Catecismo de la Doctrina Cristiana y el manejo de la aguja, tal era el programa de aquel tiempo y ella lo llenaba muy bien… Tampoco carecía la mujer de entonces de conocimientos sobre acontecimientos bíblicos… el padre o la madre de familia contaban a sus hijos y domésticos, reunidos en torno suyo, los ejemplos de nuestros padres en la fe; les hablaban de Dios. En la ciencia religiosa abundaba no dejaba qué desear su instrucción, podía ser maestra con el catecismo en una mano y el libro de los Ejercicios Espirituales en la otra… en suma, de instrucción tenía la necesaria y en la ciencia religiosa abundaba y podía ser maestra.

La hermana Ana con una sola palabra, “rudimentario”, nos describe el estilo educativo de la mujer de entonces. Todo el programa consistía en saber leer y escribir y hacer operaciones básicas con los números. Formación que la tenían acceso las de ciudad y clase social destacada. El lugar era el propio hogar, no estaba en los planes una educación formal y sostenida como sí la formación en las tareas domésticas y la instrucción en la fe. En todos los casos, la familia era el canal por el que pasaban los saberes.

Al leer los escritos de Catalina, se nota una gran cultura y riqueza de vocabulario en correspondencia con el protagonismo social, político y cultural de su familia. Palabras que contrastan con la deficiencia en la ortografía y gramática evidenciando la formación rudimentaria que hizo de ella una mujer que apenas sabía leer y escribir.

En 1874 le escribe a su sobrina Carmen López. Allí con sentido del humor asume su condición, pero también sus deseos de superarse: “Dile a tu mama que inter ella está de vieja buscando anteojos para escribir, yo estoy de niñita aprendiendo la gramática y a escribir también, creo que si no me equivoco, por esta carta conocerás mis adelantos en mi aprendizaje” (4). Reconoce que no sabe escribir y ya de grande, con más de cincuenta años que para la época eran demasiados, pone todos sus esfuerzos por superarse. Más adelante le dice a una hermana: “Ya estoy algo viejita y me cuesta mucho escribir” (5). Sin embargo, lo hizo hasta dos días antes de morir.

Volviendo al inicio, Catalina adquirió una sabiduría ponderable en la ciencia religiosa, en palabas de Ana de la Cruz, era abundante y podría ser maestra. Podremos preguntarnos. ¿De dónde alguien que apenas sabía leer, en una época en donde la Biblia estaba proscripta (6), podría haber adquirido esta sapiencia? La respuesta es muy sencilla, su familia y los Ejercicios Espirituales. A pesar de las usanzas de la época en que la mujer no iba a la escuela, con el ejemplo de los suyos aprendió que siempre es posible superar impedimentos y con las alas desplegadas por encima de los prejuicios hizo con el analfabetismo propio una bandera de combate pacífico que desplegó a través de la “formación de corazones al molde del Corazón de Jesús y la educación como instrumento”. (7)

La vaca humahuaqueña nos transmite la constante posibilidad de aprender y el peligro, también siempre presente, de creer saberlo todo desdeñando el desafío de superar lo que se sabe y discriminar a los que quieren saber

Catalina, la analfabeta cordobesa, deja huellas y estructuras para que la formación de las mentes y particularmente del corazón, sean instrumentos de humanización y desarrollo de las personas, sin importar edades ni situaciones. Solo hay que decidirse a querer ir un día a la escuela. A la escuela de las enseñanzas de Jesús y la de las otras enseñanzas. Ambas abren mente y corazón.

1- MOYANO, Hna. Ana de la Cruz, Apuntes biográficos, 2010, 43.

2- Cf. Carta 7.

3- MOYANO, Hna. Ana de la Cruz, Apuntes biográficos, Pueblo Gral. Paz, Córdoba, 1914. De ahora en adelante, las citas que usaremos se refieren a la edición del año 2010.

4- Carta 7.

5- Carta 215.

6- Como respuesta al cisma protestante, en la Iglesia se había prohibido leer la Biblia. Solo podían hacerlo los teólogos mientras que el resto leía la llamada Historia Sagrada en donde se contaban los principales hechos bíblicos.

7- Cartas 1336 y 1376, entre varias.

La historia de una buena mujer

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